El dolor y sus 20 sombras

Casa de citas/ 514

El dolor y sus 20 sombras

Héctor Cortés Mandujano

 

En la nueva puesta en circulación de las obras completas de William Shakespeare, los Dramas históricos (Random House Mondadori, 2012) son una decena que tienen más o menos las mismas características: hablan de personajes reales, históricos; hay muchas traiciones, batallas, amoríos, asesinatos impunes, intrigas cortesanas.

Lo otro que las une es que fueron traducidas por una respetable nómina de latinoamericanos: Roberto Appratto, María Enriqueta González Padilla, Pedro Serrano, Juan Fernando Merino, Mirta Rosenmberg y Daniel Samoilovich, Elvio E. Gandolfo y Carlos Gamerro.

Salvo en las dos partes de Enrique IV, donde aparece el maravilloso y divertido personaje, Falstaff, celebrado por tantos, las obras carecen de tintes cómicos. Esta es mi tercera o cuarta lectura de las obras completas, pero hay siempre líneas que compartir contigo lector, lectora.

 

Como en toda la producción de Shakespeare, hay en este volumen varios personajes femeninos fortísimos, inteligentes, ejemplares. En Enrique VI, Parte 1, la primera del tomo que sigue, con mucha puntualidad, la sucesión de reyes ingleses, brilla la Dama de Orleans, “Juana la Pucela”, es decir, Juana de Arco, quien hace masacres en el ejército inglés o, como dice uno de los personajes (p. 22), “lodazales con los cerebros”.

Dice esta obra, más adelante (p. 66): “La muerte te enfrenta con la inmediata ruina: estás cara a cara con el pálido fin”.

 

En Enrique VI, Parte 2, dice Suffolk un gran insulto (p. 168): “Los zánganos no chupan la sangre del águila: roban del panal”.

Álvaro López, tuxtleco e inusual candidato a la gubernatura del estado, dijo que si ganaba, en lugar de agua saldría de la tubería pozol blanco entre semana y de cacao los domingos. Lo recordé porque Jack Cade, ofrece algo parecido en Enrique VI, Parte 2 (p. 179): “Ordeno y mando que, a costo de la ciudad, no corra nada por el canal salvo vino clarete”.

 

La reina Margarita es otro gran personaje: mejor guerrera, más valiente y fuerte que su marido. York es vencido por ella y le dice en Enrique VI, Parte 3 (p. 225): “¡Ah, corazón de tigre envuelto en pellejo de mujer!”. En estas primeras obras ya aparece quien será el terrible Ricardo III, a quien el rey Enrique le dice (p. 308): “Cuando naciste, tenías dientes en la cabeza, como si hubieras venido para morder el mundo”.

 

Ricardo III, antes de salir a la batalla donde lo matarán, dice (p. 430) “¿Pero de quién me espanto si estoy aquí solo? ¿Acaso de mí mismo? […] Mil lenguas distintas tiene mi conciencia y cada lengua cuenta diferente historia y cada una de ellas me declara infame”; y dice más adelante (p. 435): “¡Mil corazones palpitan en mi pecho!”.

 

El rey Juan dice lo que hace mucha gente, desafortunadamente (p. 470): “Mientras sea yo un mendigo, insultaré y diré que ser rico es el mayor pecado; y cuando sea rico, mi virtud será decir que el peor vicio es la mendicidad”.

 

En Ricardo II, dice Bushy (p. 567): “Cada sustancia de un dolor posee veinte sombras que toman la forma misma del dolor sin serlo”; tenía tan en contra a su pueblo este rey, que le dice uno de sus súbditos (p.  584): “Hasta las hilanderas empuñan lanzas oxidadas contra tu trono real”.

Foto: Mario Robles

Son muy raras las expresiones religiosas en Shakespeare. Por eso me llamó la atención lo que dice en Enrique IV, Parte 1, donde habla de (p. 636) “expulsar a esos paganos de la tierra sagrada que unos pies benditos recorrieron palmo a palmo, los mismos pies que hace catorce siglos fueron clavados, por bien nuestro, sobre la amarga cruz”.

En esta obra, pregunta Falstaff la hora al príncipe Henry (que será después Enrique V), su compañero de parranda, y éste le contesta (pp. 638-639): “¿Qué carajo te importa qué hora es? A menos que las horas fueran jarras de jerez, y los minutos capones, y los relojes lenguas de alcahuetas, y los cuadrantes anuncios de burdeles, y el propio sol una linda puta caliente vestida de tafeta color fuego, no veo motivos para que te interese algo tan superfluo como saber qué hora es”.

El mismo Henry dice más adelante (p. 668): “Me cuesta entender a tipos como Percy, el Hotspur del norte, que mata seis o siete docenas de escoceses en el desayuno, se lava las manos y le dice a su esposa: ‘Me cansa este vida tranquila, quiero acción’ ”.

Falstaff es muy gordo, viejo, putañero. Dos perlas de las muchas que tiene en estas obras (p. 701): “De carne somos, y yo, siendo de más carnes que otros, soy más frágil”, y (p. 722): “¿Qué es el honor? Una palabra. ¿Qué hay en la palabra? ¿Qué es ese ‘honor’? Viento”.

 

Henry fue compinche de Falstaff. Cuando deja de ser Henry y se convierte en Enrique V, el viejo Falstaff cree que lo cobijará, que lo tendrá cerca, que lo hará rico. Pese a haber leído varias veces la obra, sí cala cuando Henry, ya rey, desconoce a su amigo de tantas parrandas, de tanto tiempo. Falstaff, en público, se le acerca y Enrique V le dice, en Enrique IV, Parte 2, entre otras cosas (p. 849): “Durante mucho tiempo soñé con un hombre igual a ti, así de viejo y de profano, hinchado como tú por los excesos. Pero ahora, ya despierto, mi sueño me repugna”.

 

En Enrique V dice Nim (p. 873): “Aunque la Paciencia sea una yegua cansada, sigue arrastrando las patas”. El gran Falstaff ya no aparece en esta obra, salvo para hacer decir al alférez Pistola (p. 882): “Falstaff ha muerto”.

 

Enrique VIII fue motivo para que El Globo, el teatro donde se representaron muchas de las obras de Shakespeare, dejara de existir. Dice la nota previa a la obra (p. 961): “El 29 de junio de 1613, un cañonazo en escena provocó el incendio del teatro Globe”.

A Shakespeare siempre se le asocia con el teatro isabelino. Enrique VIII concluye con el nacimiento y el bautizo de la reina que, se supone, lo admiró como nadie. El Heraldo pide bendiciones para (p. 1065) “la altísima y poderosa princesa de Inglaterra, Isabel”, es decir, que sus dramas históricos, comenzados desde tiempos remotos llegan a la actualidad dramatúrgica, porque una de las espectadoras de esta obra fue, se cree, la ya reina Isabel.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

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