El crimen más terrible
Casa de citas/ 510
El crimen más terrible
Héctor Cortés Mandujano
Enrique Krauze resume 100 años de la vida nacional en Siglo de caudillos. Biografía política de México (1810-1910), editado por Tusquets, en 1994. Logra el resumen porque las vidas que tocan este libro básicamente son las de quienes encabezaron luchas por sus ideas sobre cómo debía gobernarse el país.
El libro abre y cierra con Porfirio Díaz. Con él, dice Krauze, comenzó a celebrarse el grito de independencia no el 16 de madrugada, cuando Hidalgo llamó a la rebelión, sino el 15 por la noche (p. 31): “¿Por qué se daba ‘el Grito’ el 15 en la noche y no el 16 en la madrugada? Por una pequeña licencia histórica: el 15 era día de san Porfirio, cumpleaños del presidente”.
Dentro de los datos que a mí me llamaron la atención está el apodo que decían a Hidalgo sus compañeros de colegio: el Zorro (p. 52), “sobrenombre que, diría Alamán, correspondía ‘perfectamente con su carácter taimado’ ”.
Morelos ayudó a una mujer llamada Candelaria, quien oía voces del Purgatorio y (p. 71) “durante toda su vida había padecido ‘entumecencia de vientre, expelido sabandijas, vomitado cabellos, vidrios, tepalcates…’, todo por no haber recibido el bautismo”.
Curiosamente, dice Krauze (p. 93), la primera estatua erigida en honor de Morelos, en 1864, la levantó Maximiliano de Habsburgo.
Humboldt, este viajero, escribió sobre nuestro país (p. 97): “El vasto reino de Nueva España, bien cultivado, produciría por sí solo todo lo que el comercio va a buscar en el resto del mundo”.
Dice Krauze que dijo Iturbide (p. 98): “Siempre fui feliz en la guerra”, y que su rasgo característico, según amigos y enemigos, fue “la crueldad”.
Santa Anna fue presidente de México once veces y fue llamado por Justo Sierra, con el título que Enrique Serna usó para la novela que escribió sobre este hombre (p. 138), “El seductor de la patria”.
El himno nacional mexicano fue resultado de un concurso (p. 186) “en el que finalmente triunfó la obra de Francisco González Bocanegra, un criollo nacido en San Luis Potosí que había pasado su juventud en España. […] La música la compuso un maestro español que Santa Anna trajo de Cuba como director de bandas y músicas militares: Jaime Nunó”.
En 1867, el emperador Maximiliano, cuenta Krauze (p. 273), “alcanzó la más mexicana de las muertes: cayó ante un pelotón de fusilamiento”; Juárez en cambio murió, en el Palacio Nacional, de (p. 288) “una angina de pecho”.
Irineo Paz, abuelo de Octavio, escribió un poema a Porfirio Díaz; sus últimos versos dicen (p. 287):
Suéltanos por piedad, querido tata,
ya fueron catorce años de cicuta…
¡Suéltanos, presidente garrapata!
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Geir Kjetssa escribió Dostoyevski, la vida de un escritor (Javier Vergara Editor, 1989) donde da cuenta de la mala fortuna de este genio ruso. Su padre, de buena posición económica, fue muerto, según varias versiones, por sus esclavos, hartos de su maltrato y poco después Fedor Dostoyevski fue encarcelado en Siberia, donde anduvo con una pesada cadena atada al tobillo y sufrió por años el frío atroz y el trabajo sin descanso; cuando fue liberado se casó con una viuda promiscua y enfermiza de la que enviudó; después, comenzó a sufrir ataques de epilepsia hasta su muerte.
Escribió en una carta a su hermano, en la que pedía que le comprara libros (p, 117): “Los libros ¡son para mí la vida entera, mi sustento y mi futuro!”.
Dio como consejo a una novel escritora (p. 179): “Recuerde que el principal talento de un autor reside en la capacidad de cortar. […] Quien puede cortar su propia producción llegará lejos”.
Anna, quien empezó como su secretaria, se convirtió en su segunda esposa. Era joven y admiraba a Fedor (p. 203): “Su decisión también estuvo determinada de un modo significativo por la perspectiva de ayudar a uno de los autores más importantes de Rusia. […] Ella tenía cabal conciencia de que ahora iba camino de convertirse en parte de la historia de la literatura rusa. […] Varios comentaristas han afirmado que este matrimonio es uno de los más importantes en la historia de la literatura rusa. […] Anna vino a representar un papel importante y positivo en la vida de Dostoyevski”.
Fedor tramaba y ejecutaba rápido. Escribió (p. 222) en 23 días El idiota, y Los hermanos Karamazov (p. 366) en tres meses y medio.
En una reunión, a una pregunta concreta respondió que (p. 328) “el crimen más terrible es violar a un niño” y eso me recordó el libro que apenas terminé de leer, en uno de mis lectores electrónicos: Instrumental, de James Rhodes, un libro terrible donde este pianista cuenta sobre cómo lo violaron sistemáticamente en su infancia y cómo ese hecho le hizo ser una especie de prostituto, un drogadicto, un interno de manicomios hasta sentirse salvado por el arte, por la música clásica, por ejecutarlas en un piano. Oigo a este maravilloso artista, mientras escribo estas líneas.
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Por encargo de William Godwin –padre de Mary Shelley, autora de Frankestein–, los hermanos Charles y Mary Lamp, en 1806, hicieron las adaptaciones de las obras de Skakespeare, para que las pudieran leer los niños y los jóvenes de entonces.
Leo una selección de sus Cuentos de Shakespeare (Ediciones Castillo-Conaculta, 2015) en mi ejemplar cuidado y lujoso, y me llama la atención cierta repetición de usos y efectos en este admirado dramaturgo inglés.
Por ejemplo, en Romeo y Julieta, cuando ésta toma la bebida que le dio el fraile, que la induce a una muerte falsa para no casarse con Paris (p. 55) “el brindis nupcial se utilizó para una cena fúnebre”; lo contrario ocurre en Hamlet: lo sobrante el banquete fúnebre del rey Hamlet se usa para que su viuda, Gertrudis, se case con Claudio.
En Mucho ruido y pocas nueces una mujer usa las ropas de otra para inducir a engaño del hombre crédulo; lo mismo pasa en Otelo. Aquí también, en Mucho ruido…, se hace que Hero entre en un letargo para hacer creer a todos que está muerta, como en Romeo y Julieta.
En Noche de Epifanía, Sebastián y Viola son hermanos gemelos, tan parecidos que todos los confunden. Lo mismo ocurre en La comedia de las equivocaciones donde los hermanos son idénticos y se llaman igual, Antífolo, y sus sirvientes son también gemelos idénticos y se llaman igual: Dromio. Viola, en Noche de Epifanía, se viste de hombre y se enamora de su amo; Rosalinda, en Como gustéis, se viste de hombre para enseñar a Orlando como debe enamorar a Rosalinda, es decir, a ella misma. El travestismo es uno de los recursos usados en varias obras más de Shakespeare.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
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