Con-tacto fino
Hay abrazos entrañables como si te aupara la humanidad entera. Hay caricias estremecedoras e, incluso, roces que te suben a las nubes y acercan a tocar las estrellas. También existe todo lo contrario. Este año nos puso en cuarentena muchos abrazos, caricias y roces para dejarnos al desnudo frente a las paradojas y contradicciones de nuestras vidas y sumergirnos en amarguras, desazones y desgarros, en el llanto por nuestros muertos y el duelo por el miedo al con-tacto.
A pesar de no ser muy sociable sino, más bien, un poco asocial, en su casa de ustedes recibí hace unos días la visita de unas muy queridas amigas cuyos abrazos me sacaron lágrimas de alegría. Entonces, me puse a pensar en las consecuencias de las políticas de distanciamiento social para el sensorium colectivo, la salud mental y las experiencias de sociabilidad en esta compleja historia presente de aislamientos individuales y mediaciones tecnológicas de las relaciones sociales.
Uno de mis sociologos favoritos, Georg Simmel (1858-1918), insistió en la importancia del tacto en la vida social. El tacto es uno de esos sentidos básicos de extraordinaria relevancia para seres vivos como los humanos que nos permite compatibilizar lo individual y lo grupal al entrar en relación con el otro, la otra y con el mundo. Nuestra mediación con el mundo a través del tacto nos dota de sentido de comunidad —incluida la familiaridad, la sacralidad y la naturaleza—, aunque en distintas culturas el grado de contacto depende de los variables niveles de confianza establecidos en las diferentes zonas de proximidad por normas, valores y convenciones culturales. Sin embargo,el miedo a tocar las mercancías en los mercados, a rozar cualquier tipo de superficie, a saludar a otra persona con las manos o un beso, ha condenado a nuestra piel a una fría insensibilidad y a la resequedad extrema por el uso de tanto jabón, gel u otros desinfectantes que prometen asegurar cierta inmunidad. También, nos hemos abstenido en mayor o menor grado de reuniones presenciales con familiares, amistades y compañeros de trabajo, estudio o juego. Hemos pospuesto encuentros, fiestas tradicionales en los barrios, comidas familiares, posadas de los centros laborales y hasta los trabajos sociales para colaborar durante todo el año en lacontinuidad a muchas tradiciones. A pesar de todo, algunos han celebrado reuniones o encuentros para tratar de espantar el miedo con mayores o menores precauciones sanitarias o securitarias.
En general, el miedo al tacto ha puesto en jaque nuestras sociabilidades al menos en las formas que las conocíamos y practicábamos hasta ahora. Con el distanciamiento social impuesto forzosamente o autoimpuesto, se tramó una nueva geometría de las relaciones sociales y otra gramática de los vínculos y el estar juntos. Los procesos de mediación tecnológica han permitido vernos y escucharnos al compartir a través de reuniones virtuales algunas ideas, juegos, textos, chistes y comidas simultáneas, sin poder compensar las caídas en la desesperación, la ansiedad, la depresión y otros malestares. El ingenio humano nos ha permitido estar en contacto al teclear sin tocarnos físicamente, sin tomarnos de las manos, sin el roce de las mejillas al saludarnos con un beso, sin la clásica y políticamente correcta palmada en la espalda. Para ello se han creado nuevos emoticones que tratan de salvar las distancias y las más acentuadas diferencias de edad, sexo, género, raza, clase, etnia y lugar de residencia; mientras, las diferencias se expresan en muyagudas e invisibilizadas desigualdades sociales. Digamos que el trazado de estas distancias ha actualizado las diferencias y las desigualdades a partir del diseño de nuevas fronteras con bastantes dogmatismos que reproducen los límites de la modernidad, las trampas de la individualizacióny los reduccionismos de todas las comunidades operados porla comunidad política para legitimarse y autojustificarse. Ante los arbitrios de muchos gobiernos de varios signos políticos, hemos compartido la impotencia y el coraje que ha llegado a traducirse en algunos casos notorios en agencia de cambio al activarse en la esfera pública movilizaciones de protesta y participación en referéndums y procesos electorales con ajustes de cuentas históricos.
Las escalas variables de distancia y proximidad siguen mostrando la especial sociabilidad asocial del ser humano. La capacidad de interactuar entre actores diversos no se ha detenido, aunque discurre más por mundos digitales que, algorítmicamente, guetifican y hasta gentrifican los espacios para estar y encontrarse en la red. Este año emergieron abruptamente otras formas de localizarnos individualmente y de chocar o entrar en contacto. Nos empeñamos enreelaborar y reinventar las formas de ponernos al día, de dialogar. Seguramente hemos leído más y compartido más mensajes sobre nuestra salud, estados de ánimo, preocupaciones, decisiones laborales o políticas y cambios en la vida cotidiana. Con todos los mensajes intercambiados y todos los textos publicados, hemos intentado poner en cuarentena la impotencia, el coraje, el malestar y los excesos de racionalismo sobre la vida que se nos han ido imponiendo.
A pesar de nuestra intensa vida virtual, deseamos salir de las casas a cuenta y riesgo, queremos reunirnos con la familia y necesitamos participar en fiestas, rituales y tradiciones. Esto desde nuestros privilegios de poder elegir a diferencia de los/as que han continuado moviéndose por necesidad u obligación. Definitivamente el encierro no es bueno para seres sociales como los humanos. Asimismo, la fuga masiva hacia los espacios públicos tiene consecuencias fatales en medio de la indetenible pandemia que padecemos. Ambas cosas, encierros y fugas sine die, tienen consecuencias desastrosas. De ahí la obligación de ensayar “modelos nuevos” de vida social, de descubrir cómo nuestrassociabilidades no volverán a ser las mismas de antes y, al mismo tiempo, advertir que seguirán teniendo un valor extraordinario en nuestras vidas.
Este imperativo de época, el de generar distancias, límites yformas de clasificación social, reproduce la lógica dogmática de las fronteras de la modernidad capitalista. No obstante, las personas necesitamos generar otras distancias respecto al mundo habitual, a la rutina diaria, necesitamos las fiestas, las celebraciones y las posadas. Tenemos una necesidad rarísima de romper con la vida corriente, con las rutinas cotidianas, para dar cabida a la alegría, al banquete, al baile, al incidente chistoso y a las bromas. Necesitamos ver, oler y sentir el fino tacto de la mano querida. Nuestro movimiento existencial incluye a nuestros cuerpos y las emociones en espacios de sociabilidad, espacios que nos desintoxican, desoxidan y desfragmentan. Estos espacios de encuentro son sitios de liberación y vigorización de las alegrías y las tristezas de nuestros vínculos, así como ámbitos de expresión de tensiones, conflictos y violencias al irle a equipos contrarios, tener gustos disímiles, acumular dudas o resentimientos y compartir recursos. Nuestras vidasrequieren de los procesos reflexivos y liberadores que asegura la sociabilidad porque al discutir o reírnos juntos(as) se subvierten las distancias con proximidades, se invierte el orden de las cosas con ensoñaciones utópicas y se pone en cuarentena la seriedad, la angustia existencial, el traumapsicosocial y el miedo.
La nueva sociabilidad configura una nueva realidad donde la distancia y la proximidad tienen otras escalas. No podemos olvidar que la sociabilidad es un gran mecanismo de defensa para sacudirnos de la rutina, satirizar la política dominante, renovar tradiciones y, en general, hacer crítica social. La sociabilidad nos protege reflexivamente de las cristalizaciones temporales de la política, de sus excesos instrumentales y las acartonadas actitudes intelectuales, académicas o científicas. La sociabilidad es una fuerza social que nos relaciona y pone en con-tanto de manera tensa. Es el campo que nos permite reflexionar colectivamente sobre los límites y posibilidades del juego, de la vida, y nos posibilitaactualizar conocimientos y prácticas vitales para seguir siendo y existiendo. La sociabilidad es el espacio existencial donde se remueve y renueva la voluntad de poder ser, estar,sentir y hacer que configura las identidades sociales.
En medio de las actuales circunstancias, donde la muerte está por todas partes y el duelo es colectivo, nada ni nadie en su sano juicio debería impedir que celebremos con familiaridad nuestro obstinado apego a la vida, nuestra capacidad de resistencia y de lucha por re-existir. Eso sí, socialicemos y disipemos tantico el miedo a vernos de cerca con “tacto fino”, sin perder de vista el cuidado colectivo como una ineludible responsabilidad comunitaria y política. Sin duda, necesitamos poner en cuarentena a “Susana distancia” para poder seguir sobreviviendo.
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