Un año de reclusión y miedo
Ignoro si será cierto que todos estamos con un nivel de estrés como resultado de las políticas de confinamiento por el ataque de un agente minúsculo, pero letal para la vida de los humanos. Es verdad que ha sido muy largo el tiempo en que hemos permanecido voluntariamente recluidos en nuestras casas y a menudo aparece información en los medios de un incremento de la violencia doméstica. En lo que no parece haber duda es que la expansión del coronavirus ha sido implacable con cambios en nuestra vida cotidiana y en muchas otras esferas de nuestras actividades productivas. Se habla incluso de nuevas formas de relacionarnos y de cambios en el ámbito del trabajo.
Hace algún tiempo, el Dr. Jesús Kumate, secretario de salud en la fase final de priismo, pocos años antes de la alternancia en el gobierno federal, fue entrevistado por el también Dr. Arnaldo Kraus. Don Jesús era reconocido como un científico no solamente en su profesión de médico sino, particularmente, en el área de especialización que practicó en vida: la infectología.
En un lenguaje accesible y didáctico, el Dr. Kumate fue respondiendo todos los cuestionamientos de su interlocutor. Vale la pena recordar algunos pasajes de aquella memorable entrevista. Un primer cuestionamiento se dirigía a explorar en qué medida las epidemias pueden ser un buen momento no solamente para registrar el estado de salud de la sociedad sino, además, para saber cuál es la capacidad del Estado para afrontar y combatir los males que en este terreno amenazan a la población.
Suponiendo que las condiciones socioeconómicas hacen más vulnerables a los pobres en el terreno de la salud, esto no siempre ocurre de esta forma. El Dr. Kumate señalaba, por ejemplo, que las epidemias pueden atacar no solamente a esa parte de los habitantes de algún lugar, sino que sus consecuencias pueden ser mucho más amplias en términos de la población afectada. De este modo, las epidemias pueden desafiar hasta a los Estados más dotados de las condiciones materiales para un nivel óptimo de salud de sus ciudadanos, tal y como la experiencia nos lo ha demostrado con la pandemia del coronavirus. Las economías más poderosas no han podido doblegar o detener el número de contagios y aunque a veces parece estar bajo control, más pronto que tarde vuelven a incrementarse tanto el número de infectados, como de muertos. Entonces, estamos hablando de un agente biológico que tiene la capacidad de desafiar nuestro nivel de resistencia y su combate, al tiempo en que puede doblegarnos como humanidad, al menos por algún tiempo. Además, el covid-19 ha revelado su carácter democrático, puesto que no admite barreras sociales que le impidan contaminar personas sean estas pobres o acomodadas. Desde luego, quienes más recursos tienen podrán echar mano de las mejores condiciones para atenderse, pero esto no hace más que evidenciar la tremenda desigualdad existente en el mundo actual.
En su respuesta, el Dr. Kumate recordó los impactos de la influenza de principios del siglo XX y cómo esta avanzó por ciclos afectando a un número cada vez mayor de población. En ese entonces, dijo que una primera oleada de casos de influenza no “llamó mucho la atención porque no hubo muchos muertos, pero la segunda, que empezó en septiembre y duró hasta marzo de 1919, fue tan letal que se estima que murieron veinticinco millones de personas, no sólo en Estados Unidos y en Europa sino en Asia, África y Oceanía. Luego hubo una tercera menos agresiva”.
La actual pandemia producto del nuevo coronavirus sigue el mismo patrón como el que dibujara en su momento el Dr. Kumate. En efecto, el SARS CoV2 fue detectado la primera vez en la ciudad de Wuhan, en China, hace más o menos un año, cuando un médico empezó a detectar un inusual número de pacientes que presentaban graves afectaciones a su sistema respiratorio. Si bien las autoridades chinas intentaron ocultar en un principio los efectos que estaba teniendo la enfermedad de un virus no conocido en ese entonces, lo cierto es que en menos de un mes ya se sabía en todo el mundo lo que estaba ocurriendo y se prendieron las señales de alarma. De entonces a la fecha los contagios cobraron una dimensión literalmente global afectando gravemente a muchos países en todo el mundo, particularmente en Europa, América Latina y Estados Unidos.
¿De dónde viene y por qué este tipo de virus ataca a los seres humanos? Para el caso de la influenza aviar, el infectólogo mencionó que ese virus tiene como huésped a las aves acuáticas migratorias y en ellas el virus no provoca efectos negativos, ni muta. Este tipo de aves transmiten el virus mientras ingieren agua y de ahí contaminan a otros seres vivos que entran en contacto con el agua.
El propio Dr. Kumate se hace la pregunta de por qué el virus pasó a los humanos y la respuesta parece simple, pero al mismo tiempo reveladora. Resulta que los humanos a menudo tenemos contacto con animales domésticos que tienen el virus y sin reacciones adversas, pero al pasar al humano a este sí le afecta. Sin embargo, en este caso existe un dato interesante, pues para el caso de la gripe aviar resulta muy extraño que un “humano contagie su influenza aviaria a otro humano que no estuvo en contacto con el ave. Y es todavía más extraño que ese virus cambie de manera tal que no sólo se transmita al humano sino que lo haga rápidamente, anunciando una pandemia…”
A diferencia de la gripe aviar, el nuevo coronavirus destaca por su alto nivel de transmisión de humano a humano sin mediar contacto con el huésped original o con el animal en donde se mantiene incubado. Dado su alto poder contagioso, para combatir el SARS CoV 2 la mayoría de los países han aplicado como medida evitar al máximo los contactos entre las personas y la convivencia en espacios cerrados. No obstante ello, son los lugares más densamente poblados los que resultan más afectados y en donde resulta más difícil el control de los contagios. No es casual, entonces, encontrar que son precisamente las ciudades en donde mayor impacto tiene la transmisión del virus, dada la cercanía de las personas y la alta movilidad que observan cotidianamente.
Aunque la pandemia no ha tenido ningún tipo de frontera que limite su potencial maléfico, las condiciones y la actitud de los gobiernos del mundo ha sido diferenciada. Varios de los países asiáticos, por ejemplo, aplicaron políticas draconianas con el propósito de contener o romper las cadenas de contagio. En Europa, algunos países restringieron severamente la movilidad de las personas aplicando toques de queda, como en Italia, Francia o España. En otros lugares, como en los países nórdicos, fueron más flexibles pensando que la inmunidad de rebaño finalmente protegería al conjunto de la población. En América Latina, si bien han existido excesos como los del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, quien ha minimizado las consecuencias de la enfermedad, la mayoría de los gobiernos aplica políticas similares de contensión con mayores o menores restricciones. El país más poderoso del planeta, Estado Unidos, sufre los estragos de un sistema de salud dominado por el lucro que excluye a quienes no tienen dinero para pagar; mientras su presidente desdeña los peligros de la enfermedad.
Más allá de esto, lo que el covid19 nos ha mostrado crudamente es que ningún gobierno puede responder satisfactoriamente ante un ataque masivo de un agente biológico para el cual no hay una cura específica. Si bien hay avances importantes en el diseño de las vacunas para combatir la enfermedad, se llevará todavía un tiempo antes de su liberación y su aplicación masiva ocasionará problemas de logística que retardará su universalización. La población mundial ronda los 8 mil millones de personas ¿Cuánto tiempo necesita la industria farmacéutica global para la producción de la vacuna para esa cantidad de población? ¿Cuánto tiempo se llevarán los organismos públicos y privados para aplicarlas a todo ese conglomerado de personas?
Por otra parte, el ciclo de las políticas neoliberales aplicadas a lo largo de los últimos 40 años han minado la capacidad de respuesta de los sistemas sanitarios. Las condiciones de la infraestructura hospitalaria, la disposición de personal especializado y la falta de equipo, hacen más dramática las capacidades de respuesta ante la proliferación de los enfermos. El reto de los gobiernos ante esta circunstancia fue evitar la sobresaturación de los hospitales, de tal manera que no se terminara colapsando todo el sistema frente a una demanda incontrolable.
Vale la pena finalizar con el caso de México. Aunque el gobierno actual ha logrado contener la avalancha de críticas (cuando los medios se liberan y hay más posibilidades de enviar mensajes mediante las más modernas formas de comunicación, todos somos expertos) y ha evitado la sobresaturación de los hospitales, es verdad que a esta administración le ha tocado prácticamente levantar de los suelos un sistema de salud que se dejó caer deliberadamente. Es cierto que el número de muertos es alto y no parece detenerse, pero esto también se explica por el hecho que tenemos una población con una alta incidencia de enfermedades crónico-degenerativas e hipertensión, dos factores que nos hacen tremendamente vulnerables ante la enfermedad.
En sus últimos días preguntaron al Dr. Kumate ¿qué podría hacer México frente a una pandemia? Encomendarse a la Virgen de la Guadalupe, dijo. Su pesimismo se sustentaba en el reconocimiento de uno de los males endémicos del gobierno, la corrupción de sus funcionarios, justamente lo que la 4T ahora pretende erradicar. Como las vacunas, las medidas que ha tomado este gobierno tardarán un tiempo en hacer efecto.
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