Leonard Cohen: el canto como análisis de la condición humana
El pasado 7 de noviembre hará cuatro años que murió Leonard Cohen. Había nacido en un poblado llamado Westmount (la Montaña del Oeste) en la Provincia de Montreal, parte sajona de Canadá. Su familia venía de un contexto judío, muy religioso. Su madre era hija de uno de los rabinos más respetados, de origen lituano, mientras que su abuelo paterno fue un destacado dirigente judío emigrado a Canadá desde Polonia. Leonard Cohen asimiló ese ambiente religioso lo que se expresa en las formas espirituales no sólo de las letras de sus canciones, sus poemas, su forma de interpretar, sino hasta en el nombre religioso que adoptó: Eliezer ben Nissan Hacohen. Antes de la música, Cohen se dedicó a la poesía que le atrajo desde sus primeros días de estudiante en la Escuela Secundaria de su poblado natal antes de ingresar a la Universidad McGill (en un período que va de 1951 a 1955) en la que fue dirigente estudiantil. Terminó su formación en música y letras en la Universidad de Columbia, en la ciudad de Nueva York. Nuca dejó la poesía en el largo período en que estuvo activo, desde 1950 hasta su muerte el 7 de noviembre de 2016 en la ciudad de Los Ángeles, California. Cohen aprendió a tocar la guitarra con un joven español, al que se encontró en un parque de su pueblo. Siempre reconoció la influencia de ese primer maestro que además lo introdujo al flamenco. El ambiente religioso de su hogar y su familia seguramente influyó en su actitud espiritualista que denotan sus canciones y poemas. Fue un gran sociólogo a través de la música. Sus temas abarcaron a la religión, la soledad, la sexualidad, las emociones, la política. Fue un severo crítico de la desigualdad social. Sus canciones portan un halo de misterio que también transmitía a través de una voz muy singular, profunda, como rumor de lluvia que se convierte en catarata al interpretar Aleluya o Llévame al final de la Danza. Fue un artista plenamente reconocido. Su nombre está en el Salón de la Fama del Rock and Roll en los Estados Unidos y en el Salón de la Fama Musical de Canadá. Pero el reconocimiento mayor que recibió fue el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, en España, de manos de la Corona. El discurso que pronunció en aquella noche definió a la poesía como el arte sin origen y sin control. La poesía es un misterio en sí misma. Reconoció que llevaba a España en el alma y en su guitarra, una Gravina 7, de manufactura española. La poesía, como la madera, nuca muere dijo Cohen en aquella noche. El alma de España estará siempre presente en el universo humano. Un Leonard Cohen emocionado, agradeció al pueblo español y su espíritu creador y agregó: “Porque sé que un hombre no es un carnet de identidad y un país no es solo la calificación de su deuda”. Condenó al traidor Francisco Franco al recordar a Federico García Lorca y llamarlo la fuente de su inspiración, en las narices de la monarquía. Dijo Cohen que Federico García Lorca le había dado su voz. Federico García Lorca, el poeta asesinado por los esbirros de Franco, verdaderas personificaciones de la brutalidad y la ignorancia, mataron al poeta pero no acallaron su voz, misma que Leonard Cohen llevó en cada una de sus canciones. Nunca deben perderse ni la dignidad ni la belleza de pertenecer a la humanidad, algo que Franco y el franquismo nunca entendieron ni entenderán. En ese impresionante discurso, Leonard Cohen narró su aprendizaje de la guitarra en un parque de Montreal de manos de un joven español. Un joven judío aprende a tocar la guitarra con el espíritu de Federico García Lorca en un ambiente de universalidad cultural que se inició en su propio hogar. Es una historia no sólo fascinante sino plenamente humana. Aquel memorable discurso lo finalizó Leonard Cohen, diciendo, “Y por tanto, les agradezco enormemente esta cálida hospitalidad que han mostrado a mi obra, porque es realmente suya, y ustedes me han permitido añadir mi firma al final de la página”. El poeta, agradecido, descubre el origen de su voz en el seno del pueblo español.
Recomiendo disfrutar de la lectura del libro de Leonard Cohen, La llama, preparado por su hijo Adam Cohen y editado con traducción al castellano de Alberto Manzano, en la Editorial Salamandra, en Barcelona, en 2018. Es un libro de extraordinaria factura que además lleva la colaboración de uno de sus biógrafos mayores: Terry Berne. Sin duda, Leonard Cohen fue un alma que ardía a llamaradas cada vez que salía a un escenario a cantar. Su voz reproducía los sonidos, el grito que decía el poeta golpeado Allen Ginsberg, que anuncian los jalones de la vida a la que Cohen no sólo vivió, sino que enfrentó con el corazón, la inteligencia y la guitarra.
Ajijic. A 7 de noviembre de 2020.
P.D. En el actual escenario político de los Estados Unidos, en el que el pueblo norteamericano ha tenido que escoger entre el fascismo y la ambigüedad, y sin hacerse ilusiones, quizá lo más esperanzador es la presencia de Kamala Harris, hija de inmigrantes, que lleva en sus venas la pluralidad cultural y el respaldo que permite pensar en una influencia favorable a los inmigrantes y al pueblo profundo de Norteamérica. Veremos.
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