Tota

Voy a hablarles de una mujer que rompió los límites sociales. Una mujer que hizo de su lucha por la vida una historia ejemplar contra las desigualdades de raza, género, clase y hasta estatura. Una mujer que convirtió el encargo social del cuidado en una vocación y un compromiso con la vida de las personas. Quienes tenemos la dicha de conocerla le llamamos cariñosamente “Tota,” pero su nombre completo es María Josefa Echevarría García.

Tota nació en la ciudad de Pinar del Río, capital de la provincia del mismo nombre en el occidente de Cuba. En el seno de una familia de clase trabajadora, pobre, baja escolaridad y piel oscura por sus orígenes no europeos salvo el apellido impuesto por el amo a sus antepasados esclavos, nació esta mujer de apariencia muy atractiva pero diferente al código estético-normativo dominante que garantiza ciertos privilegios sociales. Frente a esa estructura de dominación asegurada a través de mecanismos de opresión como el racismo, la niña María pudo estudiar en una escuela para blancos porque su madre Digna García, “Chiquitica,” puso como condición a la familia blanca para la que trabajaba en el servicio doméstico, que su hija más pequeña tenía que ir a la escuela. Chiquitica creía en la educación para salir adelante y la familia Ferro, dueña de la prestigiosa marca de pasta de guayaba y otros productos alimenticios conocida como Conchita, accedieron y dispusieron hasta su carro con el chofer para los traslados de la niña que no podía hacerlos junto al resto de sus compañeros por el racismo de la época. Tota recuerda emocionada su infancia y guarda agradecimiento hacia los Ferro porque fueron generosos con su familia.[1]

Cuando Tota terminaba sus estudios primarios, llegaron las luces de la primavera revolucionaria. En plena revolución triunfante se promovió una fuerte movilización social. Fidel Castro anunció la necesidad urgente de formar médicos y, sobre todo, enfermeras.[2] En su discurso de octubre de 1962 ante cientos de estudiantes universitarios donde destacaba el entusiasmo de las de enfermería —algo que sedujo enormemente al joven y aguzado político—, Fidel hizo un especial reconocimiento a las enfermeras, siempre tan subordinadas al poder médico, subrayando el interés de la Revolución por “formar enfermeras revolucionarias” para atender las necesidades de salud del pueblo. Los aplausos fueron inmensos y significaron el inicio de un fuerte movimiento para sustituir al personal de la salud que migraba del país. Las noticias llegaron hasta los oídos de una adolescente en Pinar que sin dudarlo se enroló en los planes formativos de auxiliares de enfermería pediátrica recién inaugurados en la Sala de Pediatría del Hospital León Cuervo Rubio, trasladada al kilómetro dos de la Carretera a Viñales, devenida luego en Hospital Ciro Redondo (1966) y Hospital Pediátrico Provincial Docente Pepe Portilla (1971).[3] En Pinar del Río solo existían 50 enfermeras en 1959,[4] por lo que formar recursos humanos para luchar por la vida, fue de extraordinaria importancia. La gran vocación para el cuidado y dar amor al prójimo que Tota traía en su corazón, se encausó de la mano de instructoras como Clara Caveda y Ana Teresa Mitjans que fueron parte de esa proyección de gran trascendencia social para desarrollar la agencia humana necesaria para cubrir los servicios de salud gratuitos, universales y de calidad.

Zaida del Río, Evocación, Serie Pasos y Evocaciones, 2014, mixta lienzo 59x 79

La adolescente vivió su ritual edad de quinceañera formándose como enfermera. Una vez titulada fue enviada a realizar su servicio social a la pinareña localidad de Minas de Matahambre. Chiquitica firmaba los pagos mensuales de Tota por valor de 88.10 pesos porque no alcanzaba la mayoría de edad. Con 16 añitos, sola, en un territorio montañoso al noreste de su provincia y con la enorme responsabilidad de acompañar el parto de las mujeres, Tota no paraba de llorar. Ella recuerda que una mujer, como un ángel, salió del pantry y le dijo: “Ven, hija. Yo te voy a enseñar.” La auxiliar de limpieza Nena Franco le enseñó a Tota el arte de la partería.

A partir de su formación inicial como auxiliar de enfermería pediátrica, Tota hizo la especialidad técnica en obstetricia durante dos años. En un momento particularmente complejo para los servicios de salud en el país por la carencia de personal especializado, ella se incorporó a la unidad de salud de la más occidental cabecera municipal de San Juan y Martínez. Allí trabajó las 24 horas del día haciendo de todo, dando consultas, atendiendo y asistiendo amorosamente a muchos pacientes y formando un colectivo de trabajo muy comprometido. Allí tuvo el mayor encontronazo que recuerda con el poder médico hegemónico encarnado en un galeno asignado a la clínica para cumplir un periodo de castigo con servicios comunitarios antes de su salida del país. Cuando una compañera de trabajo embarazada se puso de parto, el médico tomó la decisión de intervenir invasivamente con instrumental que ponía en riesgo la vida de la muy débil paciente y de su bebé. Advirtiendo el peligro de tal arbitrio, la enfermera Echevarría sugirió poner un suero a la paciente y esperar la dilatación necesaria para un parto más seguro. El experto médico respondió de forma autoritaria y abusando de su poder la atacó diciéndole que ella “no era nadie” y “era una negra que no sabía nada.” La inminencia médica operó dejando clara la relación asimétrica de fuerza social y se olvidó de la paciente sin contar con otra fuerza, integrada por el ambulanciero de la Cruz Roja, la pantrista, la cocinera y la auxiliar de limpieza, que estaba siendo testigo del atropello contra la mujer que había acumulado largas jornadas desviviéndose y atesorando respeto y confianza. Todos apoyaron a la joven enfermera negra en una polémica donde intervinieron hasta la policía y el partido. Su valentía fue reconocida públicamente y, lo más importante, nada impidió el nacimiento de una hermosa niña, cuya madre quiso fuera bautizada por Tota. Esta ahijada estudió medicina y hoy ejerce su profesión en Brasil.

Zaida Del Rio, Mujer fabulosa, 2012, Acuarela sobre papel grueso, 40.6 x 53 cm.

Tota migró con su madre a La Coloma, un pueblo de pescadores del sur del extremo occidental de la isla.[5] El esposo de Chiquitica era un trabajador del puerto y le habían dado una casa en La Coloma. Entre los fuertes olores al cubanísimo tabaco, al salitre y a los frutos del mar, Tota trabajó en el Circulo Infantil atendiendo a los hijos e hijas de los trabajadores del Combinado Pesquero Industrial. Con toda la experiencia acumulada, se ganó un puesto como instructora y profesora en el Politécnico de la Salud Simón Bolívar fundado en 1975 y en la Facultad de Ciencias Médicas Dr. Ernesto Che Guevara inaugurada en 1968 en su natal ciudad de Pinar del Río.

Tota ha tenido una trayectoria formativa deslumbrante. Además de sus estudios en enfermería pediátrica y obstétrica, concluyó la Licenciada en enfermería en 1985 con Título de Oro y premios en todos los concursos extraordinarios de verano por lo que recibió gratis los libros de los años siguientes. Hizo cursos de administración y docencia, una Especialidad en obstetricia y una Maestría en salud pública, así como Diplomados en urgencias, atención a quemados, endoscopia y medicina natural y tradicional. Esta última área ha sido la más fascinante para ella en los últimos veinte años. Los aprendizajes, las cualificaciones y la profesionalización constante de Tota le permitieron acompañar el tránsito de un modelo de atención terapéutico a otro preventivo basado en la promoción de la salud y la prevención de enfermedades. También, ha sido jefa del Área de Genética del Policlínico Docente del Municipio Cerro donde brindó sus servicios a la comunidad por muchos años y ejerció la docencia compartida en la Facultad de Ciencias Médicas Salvador Allende. Después de 45 años de trabajo, se jubiló, pero continuó laborando en estas instituciones porque, por su liderazgo, compromiso y acción enérgica, le solicitaron un nuevo contrato para seguir formando a las nuevas generaciones de trabajadores de la salud. La acompañan una gran experiencia, un enorme prestigio y un tremendo respeto.

Tota tuvo una hija, Digna María, quien le dio tres nietos que son su mayor tesoro: Samuel, Camila y Juan Carlos. Ella ayudó a criar a su sobrino y a vecinos que la quieren como una madre. Es la madrina de muchos y de muchas que la adoran por encima de todo. Ella siempre tiene la mano extendida para quien necesite su ayuda. Siempre tiene un consejo, una orientación o una diligencia para acompañar. Con la generosidad y paciencia más natural del mundo, ella te lleva de la mano a dónde haya que ir, no solo te lleva, sino que te abre las puertas, consigue te reciban, te da ánimo, te cura el cuerpo y el alma. Cuando los problemas tocan a su puerta, se convierten en sus propios problemas, sin alardes ni ambiciones. Es una cuidadora, una curadora de cuerpos enfermos, una sanadora de almas que ayuda a resolver todas las situaciones de salud y de vida. Tota comparte de forma transparente y cómplice, construye relaciones recíprocas y trasmite gran confianza, seguridad y esperanza.

Antes de ese momento siempre complejo del fin de la vida laboral, Tota cumplió misión internacionalista en Bolivia, donde integró la brigada médica cubana que prestó servicios en ese país. Trabajó en el departamento de Santa Cruz de la Sierra, en el hospital de Montero, la ciudad capital de la provincia de Obispo Santistevan. Trabajó intensamente en las áreas de endoscopia, electrocardiograma y la administración y el control de los medicamentos. Aportó todo lo que sabe. Dio todo lo que pudo y lloró mucho. Lloró de la impotencia y el coraje por no poder ayudar a más personas, ante el sufrimiento humano y el desconsuelo de madres que llegaban a consulta con sus niños graves y salían con muchas recetas con prescripciones de medicamentos sin poder regresar porque, en ese tiempo, sus changos o bebés morían en sus mochilas, fulares o mantas multicolores. Esto pasaba con muchos pacientes que la vida no alcanzaba para cumplir todos los requisitos para ser internados en el hospital. Tota se ganó la confianza y el respeto de los montereños y las montereñas, y recibió un especial reconocimiento por su altruismo y liderazgo constructivo. El propio alcalde la convocó y, por acuerdo de todos los trabajadores, la nombró Jefa del Departamento de Endoscopia. Tras dos años muy intensos en la “hija predilecta” de Bolívar, Tota regresó muy enferma a la isla y convaleció por tres meses.

Hace nueve años Tota coronó santo, kari osha Oshun, la virgen de la Caridad del Cobre. La fe ha sido un asidero vital para muchas personas que lidian diariamente con la vida y la muerte, con recuperar la salud y superar muchas enfermedades y responsabilidades sociales. Abrazar la fe estaba en el destino de Tota porque su vida ha estado avocada a movilizar todas sus fuerzas y dar lo mejor de sí para ayudar a la otra y al otro, para ser co-madre e interceder por cualquiera, para cuidar y asistir sobre todo a las mujeres y la niñez. La protección, la ayuda, el contacto, la asistencia y la protección de orden mágico y religioso a los individuos, las familias y las comunidades más vulnerables, nacen de una fortaleza interior también bendecida por los santos y por su orisha tutelar: la madre de todos los cubanos. Una consagración religiosa bajo la tradición yoruba afrocubana, un renacer en la fe y un orgullo por sus orígenes africanos. Por eso, para ella vestirse de blanco y llevar su cofia como símbolo de paz y pureza ha sido un ritual cotidiano que, como buena cubana, acompañó mientras la salud lo permitió con un cigarro y un buen café, así como con el gusto por la buena música bailable. Tota podría bailar todo el día. Se trata de tiempos y espacios de profundo sentido para hablar bajito, mover el cuerpo libremente, reparar y restituir la comunidad de afectos, recuerdos y destinos.

El respeto a la vida y a la dignidad humana han sido claves en las actividades de Tota. Sus intervenciones profesionales siempre están basadas en principios científicos, humanísticos y éticos. Ella ha encarnado esa insistencia de las Organizaciones Mundial y Panamericana de la Salud en que, para un mayor bienestar de la población, los diferentes aspectos de la prevención de enfermedades, la promoción de la salud, la recuperación y la rehabilitación, requieren un enfoque holístico e interdisciplinario.[6] Tota ha sido comadre, comadrona, matrona o enfermera obstétrica. Ha prestado sus cuidados antes, durante y después del nacimiento. Ha sido partera de la historia de vida de muchas personas a través de las etapas rituales. Ha acompañado muchas vidas de mujeres y niños, las ha cuidado y las ha salvaguardado para que vivan con plenitud.

Aquella niña de Vueltabajo luchó con gran fuerza de voluntad por construir un futuro, por progresar. Logró estudiar, formarse, tener y dar estabilidad económica, reivindicar sus creencias, batear las opresiones racistas, sexistas, clasistas y médico-céntricas. Luchó a pulmón partido por salir adelante y, como dice mi suegro quien siempre la recuerda agradecido para referirse a su sacrificada vida, “ha pasado más trabajo que un forro de catre viejo.” Sembró en tierra fértil los mejores pensamientos, sentimientos y haceres con todas sus fuerzas humanas y la bendición de sus santos. A sus 69 años de edad, Tota se enfrenta al paso del tiempo y al edadismo, es decir, a la discriminación, los prejuicios y los estereotipos contra las personas debido a su edad. La sociedad le debe retribuir muchas cosas a mujeres como Tota porque tiene con ellas una deuda extraordinaria. No es solo cuestión de desenterrar una historia besable y querible o de agradecer con una jubilación digna. El problema es cómo llenar ese surtidor de amor, hermosura y fidelidad que hace del cuidado de los demás una vivencia entrañable para la preservación de la vida. Chiquitica debe contemplarte orgullosísima, Tota. Mientras, a este vecino tuyo no le alcanzan las palabras para trasmitirte los sentimientos de admiración, cariño y respeto de todos y todas los que te queremos tanto.

 

Citas y referencias

[1] Desde fines de los años 30 del siglo XX, los hermanos Ferro, liderados por Sixto, lograron convertir la tienda Hijos de Pio Ferro en Industrias Ferro S.A. a partir de su iniciativa para producir y comercializar su propia pasta de guayaba y, luego, otros productos alimenticios envasados en su fábrica en Pinar del Río. En plena Segunda Guerra Mundial se convirtieron en proveedores del ejército norteamericano lo que facilitó el crecimiento de su producción y la expansión del mercado de la exitosa compañía de alimentos. Tanto antes como después de 1959, su marca insignia ha sido “Conchita”, en homenaje a la madre de Sixto y sus 20 hermanos Elena María de la Concepción Martínez, dando nombre a Conchita Foods, Inc. en 1967 en Estados Unidos de América, mientras que en Cuba continuó produciendo la Fábrica de Conservas y Vegetales La Conchita. <http://www.conchita-foods.com/es/nuestra-historia/>

[2] Discurso pronunciado por Fidel Castro Ruz, Primer Secretario de la Dirección Nacional de las ORI y Primer Ministro del gobierno revolucionario, en la apertura del Instituto de Ciencias Básicas y Preclínicas “Victoria De Girón”, en Marianao, el 17 de octubre de 1962. <http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1962/esp/f171062e.html>

[3] Ver: <https://www.ecured.cu/Hospital_Pedi%C3%A1trico_Pepe_Portilla_(Pinar_del_R%C3%ADo)>

[4] Esperanza Pozo Madera et al., “Medio siglo de formación de enfermería en Pinar del Río (1961-2011).” En: Revista Ciencias Médicas, 16 (2), marzo-abril, 2012, pp. 20-37.

[5] Su toponímico se le atribuye al padre jesuita Lucio A. Columela asentado allí desde mediados del siglo XVIII hasta la expulsión de su orden en 1767. A ese puerto, otrora asidero de filibusteros por lo que se le conoció como El Flamenco, la corona española lo rebautizó como puerto de Las Llanadas o embarcadero de San Lorenzo por donde salían de tierra firme aromáticas hojas de tabaco, mieles y otros productos del hinterlandpinareño en el occidente isleño. El siglo XIX le reservó mejor suerte como centro nodal en las comunicaciones marítimas con vapores y balandras hacia la capital de la Siempre Fiel y, en el XX, un astillero y una economía pesquera florecieron para convertirse en el principal sustento de una población en pie de lucha contra críticas condiciones de vida. Hoy muy conocido es el Combinado Pesquero Industrial La Coloma donde se captura y procesa la langosta mundialmente conocida con la marca Caribbean Queen.

[6] Maria Antonia Martorell, Josep M. Comelles y Mariola Bernal (eds.), Antropología y enfermería. Tarragona: Publicacions URV, 2010.

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