Entretejer el cabello
Casi estaba por ocultarse el sol. El clima era agradable. El calor se había apaciguado. Esa tarde Gertrudis decidió darse un espacio para ella. Fue a su habitación, prendió un incienso y comenzó a escuchar la canción Reloj de campana. Tócame las horas para que despierten las mujeres todas. Se sentó en el piso, con las piernas cruzadas, con postura de flor de loto.
Soltó su cabello y comenzó a peinarlo con sus dedos, permitió que cada hebra se fuera dejando consentir. Hizo memoria, tenía mucho, mucho tiempo de no peinarse con conciencia. Entre las prisas y las actividades cotidianas solía peinarse con rapidez y ponía más atención en el peinado de Bianca, su pequeña hija, quien disfrutaba cuando le cepillaba el cabello, decía que la ponía contenta.
Gertrudis comenzó a entretejer su cabello en dos trenzas. Recordó ese peinado que solía hacerse su abuelita paterna, entrelazando listones en sus trenzas. Siempre le gustó cómo le quedaba, nunca se le ocurrió preguntarle cómo le hacía. Mientras iba formando sus trenzas Gertrudis tarareaba la canción de fondo, para que despierten las mujeres todas…
El peinarse era un pretexto para también ir sintiendo su respiración, tranquila y consciente. Mientras sus dedos iban formando las trenzas vino a su mente una leyenda que había leído hace algún tiempo sobre el significado de las trenzas en las mujeres. Según la leyenda cuando las mujeres se sentían tristes debían trenzarse para que al ir entrelazando sus cabellos ahí se quedará atrapada la tristeza y no corriera al resto del cuerpo porque podía enfermarlo. Se decía que los cabellos son tan resistentes y fuertes como las raíces del ahuehuete. Para soltar la tristeza había que soltar el cabello cuando el viento soplara para que la llevara lejos.
La leyenda le había gustado, por la metáfora de cómo atrapar la tristeza y no dejar que fluyera. La parte que más le había llamado la atención era la comparación de la resistencia del cabello con las raíces del árbol. Esa tarde ella no se sentía triste, más bien tenía ganas de consentirse y entretejer el cabello era la manera que le pareció más idónea. Se sintió relajada, agradecida con sus ancestras, con la naturaleza, con su cabello, sus manos… en ese momento la canción de fondo iba llegando a su fin y la terminó de tararear porque de sus hijas ella necesita, porque de sus hijas ella necesita que canten y dancen llenas de contento, que canten y dancen llenas de contento, invocando siempre los cuatro elementos.
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