DE AGRICULTORES Y NÓMADAS EN LOS MUSEOS DE MÉXICO
Escuchaba a Natalia Toledo, Sub Secretaria de Cultura, hablar en el transcurso de una de las cotidianas conferencias que ofrecen los médicos de la Secretaría de Salud, comandados por el Dr. Hugo López-Gatell. Con entusiasmo desbordado, Natalia Toledo explicaba los proyectos para hacer del añejo Molino del Rey, situado en la Ciudad de México, un gran Museo del Maíz. Zapoteca como es, Natalia Toledo habla de las “civilizaciones” de México, reduciéndolas a lo que Paul Kirchoff llamó “Mesoamérica”, es decir la región cultural de los cultivadores complejos anteriores al establecimiento del régimen colonial durante el siglo XVI. De hecho, desde el Presidente de la República hasta el más modesto funcionario de la Secretaría de Cultura, piensan en conectar el presente de México con un pasado seleccionado: la región Mesoamericana que va de la Ciudad de La Quemada, en Zacatecas, hasta el Golfo de Nicoya en Costa Rica, de acuerdo con el trazo original propuesto por Paul Kirchhhoff y por Wigberto Jiménez Moreno. Ni modos, como dijo la Tuxtleca. Pareciera un esfuerzo inútil discutir esa visión tan arraigada. Natalia Toledo hablaba de la alimentación, de la importancia de la milpa, de la preeminencia del maíz y las innumerables variedades de la planta y de la habilidad culinaria de los pueblos antiguos de lo que es México, para transformarla en protagonista de una gastronomía notable por su riqueza. Así es, y que bien que se hable de ello.
Pero en el llamado “México Antiguo” no sólo existieron pueblos cultivadores, agricultores de gran habilidad y conocimiento de sus medios ambientes asociados a una gastronomía variada y compleja que va más allá de sólo los tamales. En los que fue la Huey Chichimeca Tlalpan, “La Gran Chichimeca”, es decir, todo el vasto Norte de México con sus variados Nortes más el Sur Oeste de Norteamericana con sus variados Sur Oestes, florecieron pueblos que no solo vivieron fundamentalmente de la caza y la recolección sino que allí en donde se prestaba el medio ambiente, crearon ciudades y sistemas agrícolas complejos, como lo demuestra la gran ciudad de Paquimé en el Municipio de Casas Grandes en el estado de Chihuahua. En esa gran ciudad chichimeca hubo incluso una gran jaula para la guarda y cría de guacamayas que se transportaban desde el Sur de México, muy apreciadas por estos pueblos norteños. El paseo por Paquimé va revelando técnicas de construcción tan elaboradas que llegan hasta nuestros días las casas y las calles que antaño poblaron aquellos pueblos que han sido excluidos de las historias oficiales de México. Así como Natalia Toledo habla de un gran Museo del Maíz, lo que celebramos, debería de existir un gran proyecto museográfico para ilustrar al pueblo de México acerca de los nómadas complejos, que también conocieron la agricultura y la practicaron allí en donde el medio ambiente lo propició. El propio Museo de Sitio de Paquimé podría tomarse como la base para elaborar una muestra museográfica mucho más ampliada y mostrar la sabiduría de los pueblos del Norte y su compleja gastronomía. Es más, solo los especialistas saben que los Chichimecas formaron una miríada de pueblos y que fueron básicos en la articulación identitaria y cultural de los pueblos que habitaron a este México que es hoy un país. Por ejemplo, el caso de los Uacúsechas, pueblo chichimeca que fue básico en la forja de lo que vendría a ser el pueblo purépecha o tarasco, de Michoacán. Precisamente en ese bello texto que escribió Jerónimo de Alcalá, La Relación de Michoacán, (1540), se relata una conversación singular que tuvo lugar a finales del siglo X o en los primeros años del siglo XI, entre pescadores/agricultores sedentarios y los nómadas Uacúsechas procedentes de la Gran Chichimeca.
La conversación mencionada ocurrió a orillas del gran Lago de Pátzcuaro. El texto de La Relación de Michoacán, relata la llegada de Uacúsechas a las orillas del Lago de Pátzcuaro desde donde vieron a un pescador que desde sus barca lanzaba las redes para atrapar el codiciado pescado blanco, hoy desparecido. Los Uacúsechas le gritan desde la orilla: “¿Hendi taré?, es decir, qué haces. ¿A qué andas por aquí? El pescador respondió: Señores, ando pescando. Los Uacúsechas en respuesta, lo invitaron a que se acercara a las orillas desde la que estaban. Responde el pescador: Señores, ustedes son chichimecas y temo que me maten con sus flechas. Responden los chichimecas: ¿y por qué te habríamos de matar?. Finalmente el pescador es convencido ante un reto: los Uacúsechas le proponen comparar sabores entre el pescado y la caza que traían en sus morrales. El pescador se acercó a la orilla del Lago, desembarcó, y después de saludar, hizo una fogata para cocinar un delicioso “caldo de playa” mientras los chichimecas preparaban el tasajo de conejo para intercambiar. Todos se sentaron alrededor del caldo y mientras intercambiaban platos, se trenzaron en una larga conversación sobre la comida y lo agradable que es descubrir nuevos sabores, nuevas maneras de transformar el alimento. La tarde fue cayendo y el texto describe lo que devino en un festín que selló la hermandad pescadores/cultivadores sedentarios y los Uacúsechas cazadores que contribuyeron a forjar al gran pueblo Purépecha. Incluso, el pescador, en un momento, exclama entusiasmado: señores, esto es verdaderamente comida, es comida de verdad. La gastronomía uniendo pueblos, destinos, culturas. La Gran Chichimeca es además un término local, ancestral, y no el recurso de método de un etnólogo contemporáneo, que es válido, pero que ha sido deformado al grado de que hoy se habla de una “identidad mesoamericana”, sin pensar que “América” es un concepto traído por los Europeos. En cambio, Huey Chichimeca Tlalpan es un vocablo usado dese la antigüedad remota, como se consigna en la obra magna de Fray Bernardino de Sahagún, para nombrar el vasto territorio de los pueblos nómadas al norte de la Gran Tenochtitlan.
Ajijic, Municipio de Chapala, a 11 de octubre, 2020.
- D. No se pierda el lector el disfrute del texto completo que narra esta sorprendente conversación entre Uacúsechas cazadores y un pescador Purépecha. Lo narra Jerónimo de Alcalá en su Relación de Michoacán, con un estudio introductorio de Jean-Marie Le Clézio, Zamora, Michoacán, El Colegio de Michoacán, 2008 (página 29 en adelante). Por cierto, Jean-Marie Gustave Le Clézio es un escritor francés galardonado con el Premio Nobel de Literatura 2008. Pasó una temporada como investigador visitante en El Colegio de Michoacán, en Zamora. Parece que no fue del todo apacible aquella estancia a fuer de lo que narra Le Clézio en su novel Ourania, (Buenos Aíres, El Cuenco de Plata, 2007), en la que caricaturiza a los colegas del Colegio de Michoacán.
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