Vladimir González Roblero: historiador
Casa de citas/ 501
Vladimir González Roblero: historiador
Héctor Cortés Mandujano
Mi querido amigo Vladimir González Roblero –a quien conozco desde que era un joven estudiante y quien es ahora doctor en historia– tiene la generosa amabilidad de regalarme de cuando en cuando sus publicaciones. Me referiré a las tres que más recientemente puso en mis manos.
Señal y laberinto. Perspectivas académicas en torno al arte y las humanidades (Unicach, 2011) es un libro de ensayos coordinado por Julio Pimentel Tort y Vladi, quien además escribe la presentación (p. 10): “Señal y laberinto, como el lector podrá darse cuenta, no tiene unidad más que (en) el arte y las humanidades”.
En el variopinto contenido, Vladi publica “Necesaria y admirable: la identidad narrativa del Ejército Zapatista de Liberación Nacional”, que es (p. 117) “una reflexión de la Historia con mayúsculas, desde una de las modalidades de ficción de Ricoeur: la identidad narrativa”.
En esta modalidad, dice Ricoeur, citado por Vladi (p. 119), “la historia narrada dice el quién de la acción, la propia identidad del quién no es más que una identidad narrativa”; es decir (p. 123), precisa González Roblero, “el sujeto o la comunidad histórica cuenta su pasado a través de sus relatos. El contar su pasado implica contárselo a sí mismo o a otros”.
Centra su análisis en cuatro libros sobre el movimiento zapatista. La rebelión de las cañadas, de Carlos Tello Díaz, y La lucha por la tierra y la democracia en Chiapas, de Neil Harvey, pese a ser dos libros con distintas posturas autorales y a que los autores no pertenecen a la comunidad de la que cuentan (p. 126), “y a pesar de que Harvey se distancie de Tello, en el fondo construyen una historia de sino similar. Por un lado, relatan la organización campesina e indígena, y por otro, aunque con menos énfasis, la conformación clandestina del EZLN”.
El tercer libro es Una tierra para sembrar sueños, de Jan de Vos, que (p. 129) “narra la historia de un héroe: la selva”; el cuarto es uno que más bien busca ridiculizar: Marcos, la genial impostura, de Bertrand de la Grange y Maite Rico, pues (p. 137) “los narradores, dice Ricoeur, ponen ante los ojos del lector un mundo que no es éticamente neutro”. Y a veces se olvida: los historiadores no cuentan la verdad, sino su versión de la misma que, por tanto, está permeada por sus posiciones políticas, sociales, académicas…
Este ensayo de Vladi, que continúa una de las líneas marcadas en su libro El reino de la intriga. La construcción del pasado en ficciones históricas sobre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (Unicach, 2011), es una muestra de su bien hacer ante el lector, ya que concluye, después de esgrimir sus argumentos (p. 137): “Pertenece al lector, convertido una vez más en agente, en iniciador de la acción, escoger entre las múltiples proposiciones de lealtad ética transmitidas por la lectura”.
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Arte manifiesto (Unicach, 2019), de Vladimir González Roblero, Claudia Adelaida Gil Corredor y Amín Andrés Miceli Ruiz, es un libro de belleza también manifiesta: páginas de fino papel, ilustraciones inspiradas, tipografía agradable, tamaño y volumen manejables. No hay crédito del diseñador o la diseñadora que consiguió hacer tan lindo ejemplar (la/lo aplaudo hasta su anonimato), que contiene tres ensayos, tres capítulos de estos autores que integran el cuerpo académico Estudios sobre arte y cultura: pensamiento contemporáneo de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas.
La nota aclaratoria nos informa que, aunque cada ensayo está firmado por uno de ellos y ella, son de “autoría colectiva”, pues fueron discutidos en conjunto. Dada la materia del libro, Jesús Morales Bermúdez, en el prólogo, asienta sobre la obra de arte (p. 13): “El autor pudo querer algo, la obra es ella y dice más, menos algo diferente; el receptor experimenta lo propio y lo discute”.
En “Las fronteras del arte”, Vladimir González Roblero puntualiza, luego de abordar el concepto de frontera (p. 24): “El planteamiento que nos interesa sugiere los espacios fronterizos entre el arte y la ciencia en el contexto académico”.
Dice después (p. 31): “La investigación y la creación están implicadas en el arte y la ciencia, no separadas. El trabajo del investigador es creación”. El historiador llega al caos de los documentos, los ordena y luego “los configura, los convierte en relato, y con ello nos presenta un pasado, el que se imaginó. La historia ha sido creada”.
Y más (p. 32): “Las metodologías creativas son propias de la investigación/creación. Al menos tres podemos enumerar: La bitácora, la serendipia y la transdisciplina” [la serendipia nos dice, en un rapto de humor, es sinónimo de la (p. 33) “chiripa: un hallazgo fortuito, producto del azar, la casualidad, el accidente”].
El investigador y el artista, dice Vladi (p. 38), “no son tabula rasa. No comienzan de cero. El momento de la creación y de la investigación empieza en la experiencia; es decir, en observaciones”.
El segundo capítulo, “Arte y conocimiento en los albores de la modernidad: acercamiento comprensivo desde una perspectiva decolonial”, lo firma Claudia Adelaida Gil Corredor y se refiere al arte (digamos más bien a la pintura, a las artes plásticas) desde tres momentos históricos que buscan mostrar (simplifico) la relación entre el arte y el conocimiento, y también tratan de reconocer (p. 67) “los afectos y subjetividades a partir de la caracterización de los dispositivos de poder de cada época”.
Amín Andrés Miceli Ruiz llama “Creación artística: procesos y coincidencias (una mirada de búsqueda)” al tercer capítulo, que regresa a la idea planteada inicialmente por Vladi, aunque habla más de diferencias que de coincidencias (p. 79): “El artista se diferencia del otro (del investigador) que es objetivo porque su semántica no pretende ser objetiva y demostrar fehacientemente teorías y leyes, sino transmitir su sensibilidad”. Ahora bien, dice Amín (p. 92), “los lazos liminares entre la investigación científica y la investigación en el arte son tan cercanos y correlacionados que su presencia pasa inadvertida y hay quienes la piensan antagónica”.
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Paradojas de la política cultural. Arte, gestión cultural y patrimonio (Unicach, 2019), de Vladimir González Roblero, reúne seis ensayos y un comentario que el autor ha dedicado a los temas que se explicitan en el título. Uno de los intereses que puede tener un lector chiapaneco es que, luego de las teorizaciones, Vladi ejemplifica con ejemplos concretos de la política cultural ejercida por los órganos oficiales del Estado y del municipio tuxtleco. No son, pues, disparos al aire.
En “Cultura, política y gestión cultural” explica los conceptos de Ilustración (universalidad) y Romanticismo (pueblo), y plantea (p. 17): “Quienes diseñan y proponen políticas públicas están obligados a reconocer la dialéctica Ilustración/Romanticismo para construir estrategias de intervención para el consenso”. Y ante lo popular y lo masivo se pregunta (p. 20): “Si el mercado sostiene a lo masivo, ¿por qué el Estado debe proveer recursos para ello?”. El ejemplo ilustrador es el Cinema Sinfónico que el Consejo Estatal para las Culturas y las Artes de Chiapas financió en 2015 (y que siguió financiando). El éxito de este espectáculo (p. 21) “responde a la lógica del mercado, lo que habla también de los públicos ya creados al respecto”; entonces, “¿por qué el estado debe intervenir?”.
En los “Usos políticos de la cultura” apunta (p. 36). “El culto a la personalidad es parte de la cultura política y también de la política cultural”.
En “Paradojas de la política cultural” analiza varios ejemplos donde el gobierno (el Estado y el municipio) realiza actividades culturales donde hay público cautivo o sobreoferta: el centro de la ciudad; sin embargo (p. 58) “las colonias de la periferia o incluso aquéllas donde no se concentra la infraestructura cultural no son tomadas en cuenta como espacios para la realización de actividades”.
“Ciudades e industrias creativas” arranca con lo que será motivo de análisis (p. 79): “Según Richard Florida, una nueva clase ha emergido. Su capital no es la fuerza de trabajo, ni el dinero, ni las propiedades. Es su creatividad. Esta clase está compuesta por artistas, diseñadores, científicos”.
Son también interesantes los ensayos sobre “Arte, género y cuerpo”, el “Patrimonio cultural en disputa” y el “Comentario a la Carta Cultural Iberoamericana”, que complementan este breve tomo que nos muestra a un historiador con todas las herramientas afiladas (metodológicas, epistemológicas, hermenéuticas) y una postura crítica ante temas que o casi nunca se comentan o se les da la vuelta o se aceptan como males necesarios.
Conocí a Vladi, decía al principio, desde que era un joven estudiante. Y me da mucho gusto que haya crecido tanto como lo ha hecho porque, estoy seguro y es obvio, seguirá creciendo sin parar, reflexionando y escribiendo más y mejor.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
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