Papel en blanco
Quienes escriben de manera regular saben a la perfección lo que significa enfrentarse al miedo, al pánico que ocasiona comenzar esa tarea. Es común tener la imagen, extendida a través de la gran y pequeña pantalla, de hombres y mujeres encarados a una hoja en blanco. Pluma, bolígrafo, máquina de escribir y ahora computadoras escenifican las herramientas para ejecutar la labor o la pasión de escribir, y también se han convertido en las receptoras de las frustraciones, a veces violentas, del fracaso a la hora de conseguir el objetivo.
Falta de talento, abandono de la inspiración y un sinfín de elementos reiterativos se han instalado en el imaginario colectivo para pensar que quien escribe lo hace frente a un papel en blanco, o en una pantalla si se desea ser más actual y sin ese toque de nostalgia que también evoca una máquina de escribir. Hojas de papel a un costado y que se almacenan en la papelera después de ser lanzadas por el fracaso de la acción suelen complementar ese imaginario cinematográfico.
Ninguna persona que escriba o lo haya hecho, con cierta disciplina por verse obligada a redactar una tesis o porque su labor cotidiana así lo requiere, sabe a la perfección que esta tarea no se emprende sin contar con un trabajo previo de investigación. Quehacer propio de cualquier pesquisa científica y, aunque muchos lo desconozcan, también lo es de los narradores, noveles y consagrados. Reconocidos novelistas han contado como sus apuntes y pesquisas en archivos o a través de entrevistas, dependiendo del tema que aborden en su obra, son necesarios para la construcción de su trama narrativa. Al mismo tiempo que investigan también se conocen sus libretas, papeles, o cualquier cosa que sirva para anotar ideas, situaciones o anécdotas que les ocurren y que se pueden convertir en informaciones para un futuro libro.
Si los grandes narradores tienen esa necesidad, no cabe la menor duda que quienes se dedican a la investigación, y más en ciencias sociales, están obligados a no partir de cero, sino que la construcción de cualquier escrito se fundamenta en muchos materiales previos que ya sea por proceder de archivos, bibliografías u observaciones propias, conforman el punto de partida obligatorio para escribir.
Relatar vidas propias y ajenas; contar hechos sucedidos forma parte de nuestra construcción como seres humanos. Por ello en Chiapas, tierra de acendrados narradores orales, también cuenta con destacados escritores. Sin embargo, el escribir no siempre se solventa con la expresión del deseo de hacerlo. Muchas personas me han dicho que querían escribir; narrar su vida o, simplemente, contar anécdotas de ella. La respuesta no siempre es fácil. Además de sentarse durante muchas horas a hacerlo, que es el primer paso, tienen que conocer el oficio y la forma de trabajar de los que se dedican a tal tarea. De lo contrario el papel en blanco no solo será un reto, sino el mejor ejemplo de la impotencia a la hora de abordar lo desconocido.
Talento, inteligencia e inspiración pueden ser elementos necesarios para una tarea como la de escribir pero sin trabajo, sin las labores previas a la de enfrentarse a esa hoja en blanco, resulta imposible cualquier intento de escritura. Todo trabajo es honorable y por ello hay que aprender el oficio para llevarlo a cabo con dignidad; aún más cuando la ocupación implica transmitir ideas y profundizar en aquellas inquietudes y circunstancias que nos convierten en humanos.
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