Los caminos del corazón
Bianca revisó el reloj, faltaban 40 minutos para la cita de trabajo que tenía. Iba a buen tiempo, eligió la ruta menos congestionada para avanzar. Más valía esperar unos minutos que llegar después de la hora acordada.
Todos los semáforos le habían tocado en verde, hasta que llegó a uno que tuvo que esperar. Al detenerse observó la calle, tenía mucho rato que no pasaba por ese rumbo. La reconoció de inmediato, a media cuadra de ahí había vivido una de sus mejores amigas. Una a una a se fueron viniendo a la mente las anécdotas de los momentos compartidos, instantes de mucha felicidad y también de inmensa tristeza, una parte de su vida en ese espacio habitado, la calle.
El semáforo cambió a verde y Bianca siguió su camino. Mientras continuaba fue pensando en todas las historias que se tienen en los distintos espacios que conforman las calles, los senderos, las carreteras. Ella tenía sus calles favoritas, ésas que rememoraban la infancia, las salidas con sus primos y amistades de pequeña, las que eran caminos para ir de paseo con la familia, las que en complicidad con sus amigas ideaban los encuentros amorosos para que parecieran fortuitos, las que eran ruta de las tradicionales salidas para fiestas y reuniones, las que atemorizaban por ser espacios solitarios y peligrosos, las que conducían a espacios no gratos y que se resistía a recorrer.
No solo estaban las calles de su ciudad natal sino las de espacios foráneos, aquellas a las que había regresado en un segundo viaje y al recorrer iba recordando las experiencias y a la vez sumando nuevas, pero también las que, probablemente, no volvería a caminar y estaban llenas de los instantes vividos, como cuando se animó a bailar con sus amistades y cantar en una ciudad extranjera, o cuando se perdió de rumbo y repasó una y otra vez la misma ruta hasta hallar la dirección correcta.
Recordó los caminos pedregosos, senderos y veredas que había tenido la oportunidad de andar en sus travesías de estar en contacto con la naturaleza, algunos parecían estar llenos de mensajes ocultos en sus árboles, montañas, paredes rocosas. Cada camino estaba colmado de historias, memorias que se habían quedado no solo en la mente, sino en el corazón. Se avivaban en la medida que se les traía de regreso, en alguna charla, anécdota, experiencia compartida o como aquella mañana, al haber puesto un momento de atención en una de las calles que pasaba.
Los caminos del corazón, pensó y sintió cómo se humedecían sus ojos. Detuvo el coche. Había llegado a su destino. Observó su rostrofrente al espejo y secó suavemente las lágrimas. Sonrió. Miró el reloj, estaba 15 minutos antes de la cita. Bajó del auto, comenzó a caminar. Ésa se sumaría a una de las calles para su memoria.
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