Deportes y protestas sociales
Décadas atrás, el análisis del mundo deporte se consideraba irrelevante. En México, es al finalizar el siglo XX que se inician en antropología los primeros intentos por analizar qué pasa con los seguidores de equipos deportivos, por qué lo hacen, qué motivos los lleva a tener actitudes extremas en relación con un equipo deportivo, en cualquiera de las ramas de que se trate. No menos importante ha sido responder a la pregunta de cómo influye el deporte en la manifestación de las identidades. En general, el futbol ha acaparado la atención de los científicos sociales debido a la popularidad universal que este deporte alcanzó. Hoy en día, se reconoce ampliamente en el ámbito de las ciencias sociales que el análisis del mundo deportivo importa y que el deporte ha cobrado una importancia relevante en las culturas y sociedades contemporáneas. Justo en relación con ello, son muy importantes las manifestaciones que han ocurrido y siguen ocurriendo en los Estados Unidos a raíz del asesinato de personas afronorteamericanas a manos de la policía. Para comprender esos terribles sucesos-que nunca son justificados, por supuesto- es necesaria una mirada, así sea muy breve, a la historia de la formación de los Estados Unidos.
Los actuales Estados Unidos se configuraron al inicio del siglo XVIII al fundar un grupo de colonos pioneros una breve aldea en lo que es hoy Jamestown, Virginia. Eran 105 los miembros de este primer asentamiento del que sobrevivieron sólo 32 personas al morir de hambre 73. Pero el grupo persistió y a base de cultivar tabaco lograron asentarse e instalar un poblado permanente. En 1620 llegó un grupo de puritanos religiosos que cruzaron el mar en un buque llamado Mayflower, estableciéndose en el actual Plymouth, Massachusetts. Otra oleada de pobladores puritanos se estableció en Boston en 1630. Cinco años después, se inician las migraciones hacia Conecticut. A partir de la primera mitad del siglo XVIII empezó a configurarse una población variada desde aventureros de toda laya hasta maleantes, presos fugados, creyentes fervorosos, soñadores. Todos de procedencia europea occidental que acordaron el nombre de Nueva Inglaterra para los territorios que conquistaban a los pueblos nativos, a los que orillaron a vivir en las peores condiciones. Los grupos puritanos concebían a los nativos como criaturas diabólicas además de practicar una rígida moralidad que incluía castigar a los bebedores, a los adúlteros, a quienes violaban el séptimo día como descanso y por supuesto, a los herejes. Las mujeres no tenían derecho a nada. Votaban para decidir los asuntos comunitarios únicamente los miembros probados de la Iglesia. Quienes desconocían a estas reglas de extrema rigidez, decidieron emigrar y es a base de estas migraciones que se fueron configurando las poblaciones que llegarían a formar a los Estados Unidos.
En ese largo proceso el uso de las armas adquirió un papel central así como el racismo que se convirtió en un componente estructural de la identidad “americana”. Los pueblos nativos fueron conceptualizados como si no existiesen y los africanos fueron trasladados desde sus lugares de origen, para trabajar como esclavos, sobre todo, en las plantaciones pero también en el ámbito doméstico. La población “blanca” se abrogó el derecho de decidir sobre la vida y la muerte de indígenas y de esclavos como, por otra parte, lo ha mostrado el género de “películas de vaqueros” el “western” que difundió el cine norteamericano.
El asesinato por parte de la policía, a plena luz del día y con testigos, del ciudadano afronorteamericano George Floyd ocurrido el 25 de mayo de 2020, levantó una serie de protestas en las ciudades norteamericanas que aún no terminan. Por supuesto, no era el primer asesinato. En la historia norteamericana han ocurrido cientos de estos asesinatos tanto a manos de la policía como de organizaciones criminales toleradas, ejemplificadas en el Ku Klux Klan y la Jhon Birch Society. También no es la primera vez que la población afronorteamericana junto con sectores variados de la sociedad norteamericana, protestan ante estos hechos. En la misma olimpiada celebrada en México en 1968, el saludo del Poder Negro repercutió mundialmente. Tras ganar la carrera de los 200 metros, los atletas afroamericanos Tommie Smith y Jhon Carlos, medalla de oro y de bronce respectivamente, alzaron su puño envuelto en un guante negro mientras estaban en el pódium y sonaba el himno nacional de los Estados Unidos. Protestaban en contra del racismo estructural que caracteriza a los Estados Unidos y que es fomentado desde las más altas esferas del gobierno. Los atletas mencionados recibieron su castigo: la revista TIME mostró los anillos olímpicos en su portada con la leyenda, “Más Furioso, Más Sucio, Más feo” aludiendo a los corredores olímpicos. Fueron amenazados de muerte, no sólo ellos, sino sus familiares y amigos. La policía se dedicó a hostigarlos. Los atletas no cedieron y lograron salir adelante, incluso, como jugadores de futbol americano. Hoy son un antecedente importante de las protestas que el mundo deportivo en Norteamérica ha manifestado en contra del racismo. En la actualidad de estos días (valga la redundancia) los deportistas, gran parte de ellos afroamericanos, han intensificado sus protestas ante la evidente conducta racista de una fuerza policiaca que es protegida por el mismísimo Presidente de los Estados Unidos. Se han cancelado partidos de básquet, de beísbol, de futbol soccer. Tenistas negras que debían jugar las finales de importantes torneos se han negado, en protesta por el racismo galopante en los Estados Unidos. El silencio de todos estos atletas lleva un mensaje para el mundo: no más asesinatos por parte de las fuerzas del orden en los Estados Unidos. Que no se repitan los crímenes como los cometidos recientemente en contra de Jacob Blake, George Floyd, Breonna Tylor, Natasha McKennas, Philando Castiles, Michael Browns, Tamir Rices, Eric Garners, Aron Sterlings. No más dolor causado por el racismo embrutecido y embrutecedor.
Nuca había sido tan enfático en sus protestas el mundo deportivo de los Estados Unidos.
Tanto el deporte en si como la contribución afroamericana, ha aumentado su importancia en la vida cultural y social de los Estados Unidos y por esta razón, el impacto de las protestas del mundo deportivo ha sido más difundida y más intensa, con evidentes consecuencias en una sociedad que gira en mucho de su vida cultural alrededor del deporte. Las protestas de los deportistas han demostrado que para los afroamericanos y otras minorías despreciadas racialmente en los Estados Unidos, el deporte es un mecanismo de movilidad social que les permite escalar los peldaños más altos de la sociedad. Esa es la razón de que los sectores procedentes del mundo latino y del mundo afronorteamericano dominen el escenario deportivo norteamericano. A través del deporte profesional, miles de seres humanos despreciados por el color de su piel o la forma de sus ojos, alcanzan niveles socioeconómicos que muchos blancos quisieran y que demuestra la falacia de la inferioridad racial. Eso es cierto. Pero es también cierto que el racismo sigue y con mayor violencia. Las protestas son un llamado al mundo para que se repudie un sentimiento de tanta indignidad como lo es el racismo. Hoy, el silencio de los deportistas en Norteamérica ha hablado: alto al racismo, alto a los asesinatos, alto al dolor causado a cientos de familias por el odio irracional racista.
AjIjic. Ribera del Lago de Chapala. A 30 de agosto de 2020.
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