Un paréntesis autocrítico
En 1976, un historiador italiano, también filósofo e historiador de las ideas, Carlo Ginsburg, publicó un libro titulado El queso y los gusanos: el cosmos de un molinero del sigo XVI (Editorial Península, Madrid), que muy pronto no sólo se convirtió en un libro ampliamente leído y difundido, sino en una de las obras claves de la microhistoria, que en México cultivó con excelencia el historiador michoacano Luis González y González. En su libro, Ginsburg explora la vida de Domenico Scandella, un molinero cuya fecha de nacimiento es incierta, pero que se cree sucedió en el siglo XVI, en una región de Italia conocida como las Colinas del Freuli, hacia el norte del país. La fuente de información de Ginsburg son las actas del juicio inquisitorial que se impuso al molinero. En efecto, los inquisidores pusieron el grito en el cielo al saber que el dicho molinero negaba que Dios hubiese creado al mundo-lo que al decir de la Ciencia actual, es correcto-puesto que su origen estaba en un caos del que había resultado una suerte de masa, y que de esta, emergieron los ángeles y el propio Dios, a la manera de la que los gusanos salen del queso. Pero además, Ginsburg demostró que el Molinero en cuestión, tenía el hábito de la lectura además de pensar, lo que lo llevaba a elaborar mezclas entre lo que leía y la cultura popular de la que era partícipe. Es un caso de lo más interesante. En ello pensé al momento de releer el texto de mi autoría que se publicó en el Chiapas Paralelo del pasado miércoles 15. Recordé que en mi propio trabajo de campo, por ejemplo, en los Altos de Jalisco (en los años de 1973-1975) me encontré en los archivos parroquiales con documentación proveniente de juicios inquisitoriales sobre casos parecidos al del Molinero de Ginsburg. Es más, en el mismo Archivo General de la Nación, en la Rama de la Inquisición, uno puede leer juicios como al que se le hizo al “negro Francisco” por haber afirmado “que si Dios ha creado todas las cosas, también ha creado a las prostitutas”. A la hoguera fue a parar el pobre negro Francisco. Su razonamiento lo llevó a una conclusión que le pareció terrible a los inquisidores. Es decir, estamos ante raciocinios que se oponen a los dogmas y que tienen un contexto. Es al proceso de disenso y de pensar a lo que se impone un castigo. Así que no se puede afirmar que la ignorancia por si, es culpable de ciertas creencias y acciones, sin contextualizar, y me parece que ese error lo cometí en mi texto anterior, al comentar las actitudes de ciertas poblaciones que se niegan a recibir las medidas dictadas por el Gobierno para combatir al COVID-19.
En alguna ocasión, en el poblado de Tlayacapan, estado de Morelos, conversaba con un alfarero quien me aseguraba que los utensilios de cocina industriales “dan cáncer” y que lo que hay que usar, son los de barro, que surgen de la misma tierra. En San Fernando Las Ánimas, en Chiapas, en otra conversación, mi interlocutor me había descrito a los nahuales. Al finalizar su descripción, me dijo: “pero todo esto era en tiempos de la inocencia, hoy ya no se ve, ni se oye”. Y sobre los mismos nahuales, aunque en una visión diferente, un campesino de Tlayacapan, Morelos, me afirmaba: “Los nahuales y las brujas ya no salen porque chocan con las antenas de la televisión. Ya no pueden volar a gusto”. Estas no son expresiones solo de la ignorancia, sino de una visión del mundo que corresponde a culturas concretas que han pasado por procesos de dominación a los que han resistido. En los casos que cité, es claro que se trata de resistencias a una industrialización que niega a las culturas campesinas y sus ancestrales sabidurías, resultado de sus experiencias empíricas y el razonamiento de las mismas. Así, un campesino de Copainalá, me dijo: “Aquí vienen los de una escuela y nos quieren enseñar a sembrar injertos. Pero vienen en tiempos de seca y ya les dijimos que en esos tiempos no se puede sembrar injertos porque hay que traer el agua de muy lejos, cargando. Lo que pasa es que ellos aprenden de los libros y nosotros de las estrellas”. Aquí se exponen dos tipos de conocimiento: uno, que viene de las visiones escolarizadas y otro de las experiencias empíricas. El quid de la cuestión es articular ambos.
La ignorancia es relativa a, y tiene contextos. Por ejemplo, soy ignorante de cuáles son las corrientes literarias en Estonia o en Eslovenia. Pero tengo las capacidades para buscar la información pertinente y asimilarla. Y eso es lo que, a mi juicio, debería ser la tarea básica del sistema educativo, sobre todo en los años iniciales: enseñar a pensar, a discernir, a usar el sentido común, a buscar la información con propósito. Lo demás, es importante, y sería más eficiente su asimilación si se tiene lo esencial. Aun no logramos un sistema educativo que ayude a la población a discernir sobre la alimentación, la desigualdad social, la utilidad de las ciencias, y esa ausencia se traduce en consecuencias que pueden ser letales. Así, la brutal desigualdad social no se discute en el sistema educativo básico, sino hasta las universidades y aún en ellas, sólo en algunas de las licenciaturas en ciencias sociales. Justo ahora que existe un régimen orientado hacia el cambio social, México está en la oportunidad de llevar a cabo una revisión profunda del sistema educativo. Ello incluye acordarnos de los orígenes. Es necesario no perder la memoria de que el sistema educativo nació con un afán de asimilar y desaparecer la variedad cultural del país, que es nuestra mayor riqueza. El propio maestro Rafael Ramírez luchó con denuedo para que los pueblos indígenas abandonaran sus lenguas y lanzó una cruzada en contra de ellas. Necesitamos un sistema educativo que enseñe a los niños a manejar bibliotecas, a leer, a discernir. De aquí, podrán saltar a la tecnología digital, pero con un aprendizaje vital, con la experiencia insustituible de haber manejado un catálogo bibliotecario, de haber seguido una lectura en cadena, de ejercitar sus capacidades de discernimiento y análisis.
El que grupos de personas ataquen al personal médico que les está salvando la vida es una tragedia que debemos reflexionar. Es una falla impresionante de un sistema educativo que debería basarse en promover el sentido común y el pensamiento. Enseñar a pensar y enseñar a cómo usar la información, es básico. Lo demás es también importante, pero lo básico debería ser el núcleo del sistema educativo. Pero también es necesario investigar cómo se diseñó el sistema educativo en México, como un instrumento para afianzar el nacionalismo de Estado, excluir a la variedad de la cultura, y tratar de configurar una Nación a la imagen y semejanza del sector dominante de la población. En ese esquema, el promover la capacidad analítica y el discernimiento, el uso del sentido común, la comprensión de la variedad, fueron excluidos. Así, puede existir un cúmulo de información en las aulas, pero no se sabe qué hacer con ella. Aprender a discernir, a comprender y disfrutar la variedad humana, la capacidad creativa, el saber dudar para buscar respuestas, son elementos imprescindibles en un sistema educativo. Así que la ignorancia producto del miedo, es la que nos aqueja. Todo va enlazado. El miedo es a su vez el resultado inducido por los propios sistemas de poder junto con la desconfianza nacida de años de engaños y saqueos del país. Todo ello, en la coyuntura por la que pasamos, lo va descubriendo la propia pandemia. La tarea que tienen ante sí las ciencias sociales –sin excluir a las de la Ciencia en general- es titánica para al final, explicar qué es lo que ha pasado y qué consecuencias y resultados nos deja el COVID 19. Por lo pronto, ha confirmado la incapacidad del capitalismo de garantizar los más elementales derechos a la población además de dejar al descubierto la terrible realidad de la desigualdad social, el abandono de la salud pública, la rapacidad de las cleptocracias, la inequidad y la sin razón de que unos cuantos vivan de explotar el trabajo social.
Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 20 de julio, 2020.
P.D. Sugiero leer de Jenaro Villamil, Cleptocracia. El Nuevo Modelo de la Corrupción, publicado por la Editorial Grijalbo. Puede leerse en línea.
La pandemia no existe y dudo mucho que tu y yo, como otros millones mas, hayamos visto a alguien morir por una gripa sobredimensionada, a no ser que esa persona se descuide. Es la 1era. vez que veo se lleve una estadística que contabiliza los casos de contagio por esta enfermedad que en en el caso de México el patrón de mortalidad es del + – 10%. De acuerdo a lo que he observado y leído, la «pandemia» es un circo mediático globalizado que entre sus propósitos es: 1.- Ocultar la brutal recesión económica pronosticada desde hace al menos 10 años atrás y a la cual ningún gobierno neoliberal, incluyo al de la trans. de 4ta., no hicieron o no han hecho algo para resolverla. En min opinión esta recesión nos anuncia la terrible agonía del capitalismo que nos arrastra a una tragedia globalizada, causada por el círculo vicioso de concentración de riqueza sin límites y la negación sistemática de los mas elementales derechos humanos. 2.- La hipercomercialización de la gripe común que, con la propaganda mediática descontrolada, predisponen a millones a que con el menor síntoma acudan en tropel a atenderse en un contexto de hospitales públicos desmantelados en donde hasta el policía del acceso te diagnostica que acudas a un hospital privado. 3.- Las medidas «sanitarias» impuestas inconstitucionalmente por el gobierno tienden mas al control político de la población que a resolver la pandemia, lo cual sugiere que la crisis tiene un claro signo político-económico.
Soy administrador de varios albergues para migrantes, un sector poblacional que tiene altísimos riesgos de infectarse. En febrero pasado, el gobierno estatal, acordó de que seríamos capacitados, se nos proveería de insumos y personal paramédico para enfrentar posibles casos y canalizar a hospitales públicos, pero nunca cumplió. Lo que sí sucedió es que el gobierno municipal a través de la policía nos presionó para cerrar ya que somos «focos de infección» y detuvo ilegalmente a varios migrantes como a personal que labora en el albergue sin ninguna orden explícita, así como imponernos una multa hasta por 30 mil pesos, la cual nos podremos pagar, porque realizábamos actividades «comerciales» limitadas por el decreto gubernamental. Imagínate lo arbitrario de esta medida pues nosotros lo que pretendemos es ayudar no comercializar con la pandemia, cosa que sí realizan muchos establecimientos que su actividad comercial fue considerada esencial. Y ni hablar de los medios de comunicación que con desinformación crean un ambiente sicótico. Así las cosas……
Te platico ahora mi experiencia personal. La mamá de un amigo presentó problemas estomacales muy agudos, acudieron a un hospital privado por recomendaciones del médico que labora en los albergues. La señora fue controlada y NO se le diagnosticó COVID por lo que la dieron de alta. Al siguiente día recayó, pero ahora los familiares acudieron al IMSS, el diagnóstico fue COVID y durante 3 días la mantuvieron en cama sin que se le hiciera el tratamiento específico para esta enfermedad, el médico les tranquilizó diciendo que la señora estaba estable y en unos días la daría de alta. Mi amigo desconfió y tuvo que usar palancas para sacarla del IMSS. La llevó al hospital donde inicialmente la habían atendido y el diagnóstico fue una afección cardiaca agudizada por un cuadro de colitis pero no había COVID. Ahora la señora se recupera.
A diario asistimos a las conferencias del doitorcillo Gatell y nos expone una danza de cifras y números, muy retocados por cierto, que enervan los nervios de personas muy susceptibles y desinformadas porque se ve «clarísimo» que el covid avanza, pero avanza a un ritmo tan lento que contradice su mismo argumento que el covid es infeccioso en grado supremo y nos hace exclamar: Chale ¿A poco?