Resistir desde el amor
Celeste despertó, se asomó a la ventana, el paisaje aún estaba cargado de neblina densa, y como dijera coloquialmente, ni las luces del solecito. Miró el reloj, las siete de la mañana. Fue a la cocina, se preparó un café y se dispuso a beberlo mientras contemplaba el paisaje.
La semana había sido ardua, así lo percibía. Por instantes se había sentido abrumada, triste, abatida, algo así como estar gris. Con todo y que el gris puede ser un color lindo, para Celeste era el tono que definía parte de su sentir esa semana. El canto de los pájaros le hizo recordar que también estaban los destellos de esperanza y amor que había tenido. Se le vinieron a la mente los colores amarillo, naranja y verde para asociar a la otra parte de su sentir, colores de vida, motivación y alegría.
Mientras daba sorbos a su café seguía observando el amanecer, poco a poco se iba despejando. Le pareció que algo así era en la vida, cuando sentía no poder más porque había nubarrones que impedían ver, el universo enviaba señales a manera de luz en el camino, para recordar que la lucha debe ser constante, sin claudicar. Antes de darse por vencida, valía la pena luchar desde el corazón.
Se puso a reflexionar en una imagen que un amigo suyo le había enviado, el ojo de una ballena, al inicio le había causado incertidumbre, nervios, miedo. Después de varios días volvió a verla y con todo lo que había pasado, le halló otro sentir, más profundo, la importancia de la autobservación en la vida. Ejercicio que podría resultar complejo por implicar una vuelta al interior pero que podría ser muy útil para el día a día. Sobretodo si se hacía desde el amor.
Esbozó una sonrisa al recordar que, entre vicisitudes, la presencia de la naturaleza era uno de los regalos en esa semana, sus plantas eran destellos de luz, el canto de los pájaros que alegraban los momentos del día, así como el amor de sus seres queridos a quienes percibía a través de la distancia. Vino a su mente el poema que años atrás escribiera una amiga suya y le obsequiara, Si una rosa de oriente llorara.
Inhaló profundamente y exhaló, sus ojos se llenaron de brillo. El sol la saludaba con sus rayos matutinos. El café había estado delicioso; ese espacio de reflexión le había hecho sentir mucho mejor. Ahora había que seguir caminando y resistir desde el amor.
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