Perlas de la ignorancia
Desayunábamos con Nikito Nipongo una mañana en el restaurante del hotel en que nos hospedábamos en Mérida, Yucatán. Asistíamos a una reunión de institutos de cultura con intelectuales de diversas regiones del país, convocada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Éramos varios en la mesa en aquel desayuno, entre otros, el Ingeniero Federico Emery, Coordinador de la Región Sureste del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes en aquellos años iniciales de la década de los 1990. Nikito Nipongo era muy leído en el periódico Excélsior, en donde escribía una columna famosa titulada “Perlas Japonesas” en la que comentaba toda suerte de desatinos. Nikito Nipongo hablaba animadamente sobre algún tema que le apasionaba y de pronto se atragantó con una porción de comida y cayó como fulminado. Lo asistimos de inmediato incorporándolo y golpeando a su espalda hasta que el motivo de aquel potencial trágico incidente abandonó la garganta del buen Nikito. De todo ello me recordaba al leer en la prensa una serie de dislates que si no es porque los está uno viendo, son imposibles de creer. Así, en Chiapas, un pueblo entero quemó la casa de un habitante que resultó ser la progenitora del mismísimo Gobernador del estado, ¡porque no creen en el COVID 19! oponiéndose a las medidas de sanidad. Igual, en varios poblados a lo largo y ancho de la República, la gente salió a la calle para oponerse a que entraran los trabajadores encargados de sanitizar locales y calles. Gritaban que era al revés, que lo que se quería era eliminar a la población bajo el engaño de que había una pandemia. En otras noticias, se lee que hubo poblados en los que se atacó a las enfermeras o a los médicos porque “son los que llevan la infección”. Sencillamente ¡increíble! Pero no sólo en poblados suceden estos insólitos hechos. En la propia CDMX se han registrado ataques a los trabajadores de la salud. En Guadalajara se registraron varios de esos ataques. ¡Con que facilidad se logra un Fuenteovejuna! en este país que es México. Todos a una, a atacar a quienes arriesgan su vida cuidando a los enfermos. Acudí a un OXXO para hacer un depósito dado que los bancos están cerrados en la Ribera de Chapala, y al interior la gente ni guardaba la distancia ni portaba tapabocas. Comenté en voz alta que aquello estaba mal y me respondieron que no “creían las mentiras del gobierno y que no había pandemia por ningún lado”. ¡Que impresionante! en un país que ya rebasa los 34,000 muertos y en donde el número de contagiados va en aumento. Pero lo que me hizo recordar a mi buen amigo Raúl Prieto de la Loza, Nikito Nipongo, fue un texto de Facebook que me mostraron, en el cual una persona expresa: “El calentamiento de la tierra es porque es plana y nosotros vivimos arriba mientras abajo está el infierno lleno de almas de pecadores hirviendo y eso es lo que produce el calor”. No es creíble me dije y comenté a quien me enseñaba el texto. Pero esta persona es de los que saben manejar la tecnología actual y me demostró que el texto era real. Es más, la persona que lo escribe es religiosa, miembro de alguno de los cientos de grupos que ahora fragmentan el escenario religioso de México. Creo que todos estos dislates son resultado, por lo menos en buena medida, del fracaso del sistema educativo mexicano, sobre todo, en los niveles básicos. Habría que hacer un muy detallado trabajo para saber a cuánto asciende el analfabetismo en México, no sólo entre quienes jamás han pisado una escuela sino entre quienes lo han realizado pero pasaron sin darse cuenta de en dónde estaban. Más todavía, urge averiguar el porcentaje de analfabetos entre los profesores, porque estoy seguro que existen. En fin, la tarea de revisar el sistema educativo en todos sus ángulos es titánica, pero hay que hacerla. De otra manera, seguiremos viendo letreros imposibles como aquel en una pared de una casa en San Fernando Las Ánimas: “ay si ay se bende petróleo”. O más trágico: el que existan sectores de la población que estén convencidos de que la pandemia que nos flagela es un invento del Gobierno o que el calor de la Tierra, que además la suponen plana, lo producen los que se queman en el infierno. Ha llegado a tales extremos el analfabetismo, como el de aquel periodista que no sabía leer y cuyas notas se las dictaba a su esposa, que las escribía como bien le daba a entender su escaso conocimiento del idioma. Como plática de cantina, es para morirse de risa, pero como conciencia de una realidad, es triste y lamentable. El analfabetismo llega a tal grado, como ponerle a una escuela el nombre de ¡Victoriano Huerta! quien no sólo asesinó a Francisco I. Madero, sino al propio Belisario Domínguez, en cuya tierra natal existe una escuela con el nombre de aquel usurpador. El analfabetismo no se restringe a no saber leer, sino a no tener ni idea de nada, del mundo, del país en el que se vive, de la historia. ¿Cómo es posible que en México existan personas que creen que la Tierra es plana? ¿Cómo es posible que en México se ataque a los trabajadores de la salud achacándoles que ellos portan el virus? ¿Cómo es posible que en Chiapas una escuela oficial lleve el nombre de quien asesinó a Belisario Domínguez? Llevará años recomponer el sistema educativo, pero hay que hacerlo y eso urge.
Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 12 de junio, 2020.
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