Los dislates del secretario de Salud en Chiapas
Después de tres meses de conferencias diarias sobre la contingencia provocada por el coronavirus, el secretario de Salud en Chiapas, José Manuel Cruz Castellanos decidió apagar los micrófonos y dedicarse al “barrido” de colonias y pueblos en la entidad para “encontrar” contagiados de la enfermedad.
Su salida de escena, cuando es más alto el contagio, se debe sin duda a las derrapadas constantes en sus declaraciones. La primera patinada del secretario de Salud fue al inicio de la cuarentena cuando convirtió a los médicos en aspirantes a taqueros. Denigraba a unos y a otros. Una metida de pata, creíamos, podía sufrirlo cualquiera. Pero no. El médico no se contuvo.
Sobre la arena del Sahara, ese fino polvo que amenazaba con complicar la salud de los chiapanecos, dijo: “la llegada de ningún extranjero, de ningún mexicano, de ninguno de los que vienen a Chiapas puede vulnerar porque tenemos el gran filtro del aeropuerto, y lo que llegue es revisado de todas formas; los filtros sanitarios se establecieron para eso”.
Sobre la festividad de San Juan, que en Chamula reunió a cientos de personas sin ninguna protección y sin que se respetara la sana distancia, dijo que la gente de ese lugar “es muy fuerte”, y que si llegaba el 1 de julio y no se multiplicaban los casos “bendito Dios”; pero “estamos apostando en que esa zona no resulte vulnerada, porque es muy fuerte”.
En la conferencia informativa del miércoles 24 de junio, ante el cuestionamiento de la periodista de Meganoticias, Liz Leyte, sobre la presumible disminución de casos de coronavirus en Chiapas y la confusión que pudiera generar entre los habitantes, el funcionario contestó:
“Te cuesta entenderlo; interpretar también cuesta cuando uno no tiene su mente muy clarita en lo que está uno haciendo, como veo en tu caso, que no te quedó claro. Toma nota, velo bien para que te quede tu cabecita bien grabada y grábalo, para que no vengas tampoco con cuestionamientos absurdos”.
El insulto provocó la reacción solidaria de un grupo de comunicadores que exigieron que el funcionario se disculpara. Y lo hizo, pero a medias, sin reconocer el atropello.
Es preocupante porque las cifras proporcionadas Cruz Castellanos parecen manipuladas y difieren de lo que sucede en nuestro entorno. Del 24 de mayo al 7 de junio, en que el número de contagio diario rebasaba las cien personas, disminuyeron al 50por ciento de un día a otro. El 7 de junio tuvimos 179 contagios, pero el 8 de junio, 68. A partir de entonces la cifra no ha rebasado los cien casos, es más se ha reducido a 50.
El baile de los números tuvo como fin ubicarnos rápidamente en el semáforo naranja; y lo estuvimos por unos cuantos días, pero a partir de julio la Secretaría de Salud federal nos reclasificó en el semáforo rojo.
¿Por qué, a pesar de esas declaraciones atropelladas, misóginas y con medias verdades, el secretario de Salud se mantiene en su puesto? Porque pertenece al círculo de poder de Tabasco.
Sus lazos con Chiapas son muy débiles. En el estado vecino es donde ha hecho su carrera como médico y como político. En 2015, contendió como candidato a diputado por el sexto distrito bajo las siglas del Partido Verde, cuando fue derrotado por el candidato priista con una diferencia de tres mil 651 votos. En esa campaña conoció a Rosalinda López Hernández, esposa del gobernador Rutilio Escandón, quien perdió por escaso margen la alcaldía más importante de Tabasco: Villahermosa Centro.
Ambos se inconformaron ante el árbitro y el tribunal electoral. La candidata de la coalición PVEM-PAN señaló que se habían vivido las elecciones más sucias de Tabasco, maquinadas desde el poder por el gobernador Arturo Núñez. Ahí se estrecharon más los vínculos de José Manuel Cruz Castellanos con las familias López Hernández y Escandón López.
Al secretario le falta cordura. Le falta morderse la lengua. Debe ser un médico que en sus intervenciones públicas hable a los ciudadanos, a los familiares de pacientes, y no a los periodistas, ni a sus jefes. Debe convertirse en un especialista que emita a una consulta pública que oriente el actuar de las personas.
Dice que a él no le importa la crítica, que a diario se unta “aceitito” para que se le resbalen todos los cuestionamientos, así sean de periodistas, de personal médico o de pacientes. Más que ponerse aceite, le falta quitarse las cerillas de los oídos y escuchar a los ciudadanos, a las enfermeras, doctoras y los que luchan al frente de esta guerra, para conocer sus necesidades y atenderlas. Ojalá que cambie de estrategia; que escuche y atienda. Sin duda, un cambio así nos beneficiaría a todos.
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