Campeones en consumo de refrescos embotellados

En su visita a Chiapas, Hugo López-Gatell, subsecretario de Salud en México, criticó el alto consumo de refrescos embotellados y de alimentos chatarra.  “¿Para qué necesitamos el veneno embotellado, el de los refrescos? ¿Para qué necesitamos donas, pastelitos, papitas que traen alimentación tóxica y contaminación ambiental?”, se preguntó.

Insatisfecho, seguramente, por los resultados de su estrategia para enfrentar la pandemia, el epidimiólogo pasó la responsabilidad a los ciudadanos, pero le faltó agregar que ha sido desde el gobierno que se ha alentado el consumo de refrescos, con facilidades para el establecimiento de embotelladoras, como es el caso de Coca Cola que produce más de 120 mil litros diarios de agua azucarada en San Cristóbal de Las  Casas.

El resultado ha sido que la zona indígena ostenta el récord mundial en consumo de refrescos, con aproximadamente 2.25 litros al día per cápita, unas tres mil 285 tazas de 250 mililitros al año, según ha documentado el investigador Jaime Tomás Page-Pliego. En esa numeralia, Estados Unidos aparece con 400 tazas y nuestro país con 600.

Una persona de una zona indígena consume entre dos mil 246 y tres mil 190 kilocalorías, el problema es que entre 856 y mil 70 kilocalorías provienen de los refrescos embotellados, agrega el investigador. Además, se sobrepasa la cantidad necesaria de calorías, que debería ser entre mil 500 y dos mil.

En la cultura indígena el refresco embotellado se ha compenetrado tanto que sirve para estrechar lazos de amistad, para festejar un matrimonio, para ahuyentar malos espíritus, para arreglar un pleito, para deshacer agravios y hasta para pedir votos para los candidato.

La llegada de la Coca Cola en los sesentas a las comunidades indígenas fue visto como un triunfo sobre el alcoholismo y el paganismo. Los grupos evangélicos se sumaron después a los parabienes de una bebida que no emborrachaba, y que no provocaba peleas directas. Es más, un partido de basquetbol era motivo para apostar una reja de refrescos.

Anuncio de Coca-Cola a la entrada de la cabecera municipal de San Juan Chamula. Foto: Marcos Arana

Coca Cola abrió caminos para llevar el producto con camionetas, bicicletas, caballos y mulas. En Puebla, una comunidad de difícil acceso de Chenalhó, dice el doctor Rubén Ángel Díaz, “falta todo, menos refrescos embotellados”.

Después de los refrescos, llegaron otros productos industrializados: Sabritas, Barcel, frituras variadas, jugos enlatados, dulces y gomitas. También otros artículos que facilitaron la vida: huevos de granjas y tortillas de máquina.

Hoy, la condición de salud en los pueblos indígenas es muy similar a la del resto de Chiapas y de México: En 1993, el 3.7 por ciento de los mexicanos padecía diabetes mellitus; doce años después, era el 7 por ciento, y actualmente es de más del diez por ciento. Se estima que en el país hay entre 6.5 y 10 millones de personas que viven con este padecimiento, y en nuestro estado la cifra oscila entre las 350 mil y las 400 mil personas aquejadas por este mal.

La obesidad también nos golpea. Más del 70 por ciento de los habitantes tenemos sobrepeso y el 25 por ciento registramos hipertensión arterial.

Por esta situación, que no es solo atribuible a nuestra responsabilidad sino también a la del gobierno, somos más vulnerables ante el covid. Sin embargo, es se puede cambiar esta realidad con leyes más severas para la industria refresquera y con campañas masivas sobre nutrición.

No es posible que en Aldama no se pueda conseguir un garrafón de agua, pero sí tener al alcance de la mano una Coca Cola, una Pepsi o un Gugar, que si bien mitigan la sed, también multiplican las enfermedades cardiovasculares, como lo ha dicho López-Gatel en su gira política por Chiapas.

 

 

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