¡Entre la precarización y la necesidad! Ser repartidor en tiempos del COVID-19 en Chiapas

   

Foto: Iván Porraz

Iván Francisco Porraz Gómez[1]

Un estudio de la Organización Internacional del Trabajo detalló que una de cada seis personas menores de 29 años y en edad de trabajar ha dejado de hacerlo desde que apareció la COVID-19; aquellos que conservaron sus puestos de trabajo han visto cómo su jornada se reducía en un 23% como media (Animal Politico, 27 de mayo de 2020). Esta es una realidad que viven miles de jóvenes en numerosos estados de México; en Chiapas por ejemplo, los que se dedicaban al sector de servicios turísticos fueron despedidos, otros más se fueron a sus casas sin salario alguno, pero eso sí, bajo la promesa de que sus empleadores les guardarían el puesto de trabajo y volverían a laborar al terminar la contingencia.

La precarización laboral, la desigualdad, y también la necesidad de sobrevivir de la población joven en Chiapas se evidenció aún más con la pandemia. El oficio como repartidor de comida, bebidas, y/o medicamentos aumentó en numerosos municipios del estado, la mayoría de quienes ahora se emplean en este campo son jóvenes, hombres y mujeres, que realizan su trabajo en motocicletas o en bicicletas. En San Cristóbal de Las Casas y en Tapachula existen pequeñas empresas que ofrecen servicio a domicilio, la mayoría de estas no pertencen a cadenas trasnacionales como Uber Eats, Rappid, Postmates, entre otras. Por el contrario, son iniciativas locales que se comenzaron a gestar en estas ciudades hace algún tiempo derivado de la demanda.

La pandemia mundial nos muestra expresiones en las que pesa una relación desnuda entre el capital y el trabajo, una relación sin mediación alguna que proteja la vida y los derechos fundamentales de miles de trabajadores, para el caso particular, las vidas de muchos jóvenes repartidores. Juan nos comenta sobre su experiencia: “Yo trabajaba de mesero en un restaurante en el centro de San Cristóbal, pero cerraron por esto del virus y me quede sin chamba, un mi amigo me dijo que acá había trabajo de repartidor y de hacer mandados, así que pues acá estoy, lo que se me complica es que no conozco mucho las calles de la ciudad y a veces se me van las cuentas, porque nosotros cobramos a los clientes y luego llevamos el dinero al patrón. Por viaje se cobra dependiendo de la distancia, entre 40 o 35 pesos, no más, y de eso ya nos dan un porcentaje, porque acá tiene que salir para la gasolina de la moto, y pues en la chamba solo me dieron mi cubrebocas y la moto, el casco y el impremiable yo lo conseguí, pero para estar sin trabajo, esto ya cae para la papa”.

Alberto, un joven originario de un municipio cercano a San Cristóbal nos cuenta: “Pues yo estudio en la prepa 2, allá por la salida a Comitán, ahora no hay clases y solo nos dejan hacer algunas tareas, por esto del virus que anda matando a la gente. Tengo un primo que trabaja en un restaurante que hacen hamburguesas, y me dijo que sino quería trabajar por las tardes para repartir los pedidos que hacen los clientes, que consiguiera una bici o comprara una para poder trabajar, así que acá estoy, a veces hay varios pedidos, otras solo tres, yo me encargo de los más cercanos, se cobra $30 pesos por el viaje, de acá me dan 20 pesos y le doy 10 pesos al dueño, y a veces la gente me da propina extra, pero pues eso sí tengo que estar pilas con el cambio, sino yo pierdo. Me va bien pero es cansado, a veces los perros te salen a correr o la gente se enoja si llegas tarde o está fría la comida, pero la necesidad es la necesidad, me doy cuenta que hay varios chavos en esto…”.

Estas experiencias pueden ser similares a las de muchos jóvenes repartidores en la Ciudad de México, Monterrey, Guadalajara, entre otras. La precarización laboral es una constante, y los peligros en la vía pública aumentan para muchos de ellos; saben que también pueden contagiarse de COVID-19 pero prefieren no pensarlo… Éstas son las tremendas contradicciones de ese México real, de los que no pueden quedarse en casa, pero también de lo que esta pandemia ha dejado y dejará sin un empleo y un salario para sobrevivir, “sino me mata el virus, me mata el hambre”, es una frase que es referida y vivida por miles de mexicanos(as). O ser “empresarios de nosotros mismos” (Vázquez, 2005).

Juan y Alberto son parte de esos otros héroes anonimos que están poniendo el cuerpo y la vida en medio de este caos, por necesidad y para sobrevivir, a ellos, a ellas y a los miles de repartidores de México y del mundo, sólo queda decirles gracias…

 

Animal político, ‘La generación del confinamiento’: COVID dejó a uno de cada seis jóvenes en el mundo sin trabajo: OIT. 27 de mayo de 2020.

Vázquez García, Francisco (2005). “Empresarios de nosotros mismos. Biopolítica, mercado y soberanía en la gubernamentalidad neoliberal”. En Javier Ugarte Pérez (coord.), La administración de la vida. Estudios biopolíticos. Barcelona: Anthropos.

[1] Investigador de ECOSUR-Tapachula, colaborador del Observatorio de las Democracias: sur de México y Centroamérica (ODEMCA).

No comments yet.

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Leave your opinion here. Please be nice. Your Email address will be kept private.