Cuando lo íntimo se hace público
En su obra, El escándalo político, John B. Thompson se propone descifrar los contenidos de un escándalo con una prosa mounstruosamente diáfana que nos permite comprender no solamente la naturaleza de ese fenómeno sino, también, dilucidar alguna posible respuesta a la interrogante que flota en el ambiente de la política ¿Por qué en las circunstancias que rodean el campo de la política en la actualidad, sus personajes protagónicos transitan la delgada línea que los conduce con frecuencia al escándalo?
Con la destreza de un cirujano, Thompson traza los vectores por los que ha de pasar el bisturí analítico que permita mostrar la naturaleza del escándalo, de otros fenómenos asociados pero que no alcanzan notoriedad. Después de explorar los orígenes del vocablo, Thompson establece cinco características del escándalo: se trata de un hecho que trasgrede ciertos valores o códigos morales; se teje un manto protector que implica una acción de ocultamiento; quienes no son participantes directos del escándalo pueden sentirse ofendido por las acciones implicadas que, por definición, constituyen una violación de ciertas normas o reglas; quienes no participan pueden no solamente ofenderse sino que, también, realizar denuncias públicas del hecho; la publicitación de los acontecimientos puede dañar la reputación de las personas directamente involucradas.
Por su parte, el escándalo político tiene la particularidad, obviamente, de involucrar a personajes importantes en las disputas por el poder. Por lo tanto, se trata de conflictos que ocurren en la esfera política, con personajes que compiten por el poder en sus múltiples dimensiones. En la época en que los medios se convierten en instrumento imprescindible para llegar a la mayoría de la población, resulta entonces que ellos se convierten en mecanismos con un potencial enorme en el que se escenifican las luchas por el poder. Encontrar y, en su caso, revelar lo que se pretende ocultar tanto de la vida privada como pública de un político, resulta la antesala de un escándalo político que puede arruinar carreras enfocadas a la búsqueda del poder.
Uno no deja se sorprenderse con lo que sucede a diario. En un hecho inusitado por su forma telenovelezca, un par de jóvenes no han podido subsanar sus conflictos íntimos y escenifican un auténtico zafarrancho por calles céntricas de la capital chiapaneca. El hecho podría quedar solamente en las páginas del anecdotario de los incidentes y conflictos de pareja que en la época actual son cada vez más frecuentes, por cierto.
El escándalo que escenificaron la hija del gobernador de Chiapas y el abogado, Juan Carlos Armendáriz Sánchez, con quien la primera ha sostenido un relación marital que, ahora nos hemos enterado, aparentemente ha llegado a su fin. Este hecho no es propiamente un escándalo político porque la única figura de este tipo es el señor, Rutilio Escandón Cadenas, jefe del ejecutivo del Estado de Chiapas. Sin embargo, puede convertirse en un escándalo político si el gobernador comete algún error que a la luz de la opinión pública implique abusos en función del cargo que ostenta. Para fortuna del gobernador, inmediatamente después del escándalo protagonizado por sus familiares, aunque alcanzó cierta notoriedad incluso a nivel nacional, pudo diluirse o porque el terremoto ocurrido en las costas de Oaxaca cobró mayor relevancia mediática.
Como se recordará, el sábado pasado 20 de junio, la pareja Armendáriz-Escandón decidió subir el tono de sus diferencias y escalar un conflictos que irremediablemente los llevará a los tribunales. Mediante un video subido a sus redes sociales, el Lic. Armendáriz señaló que había sido perseguido por su ex pareja y sus guardias de seguridad. En una de las tomas se observa que el señor Armendáriz es amagado por un guardia de seguridad y en función a esto, aquel decide descender de su vehículo. Una vez en la calle, ambos se propinan insultos, pero el guardia trae en su mano derecha un arma, misma que en segundo acciona propinándole una herida en la pierna al abogado. Al mismo tiempo, se ve que la policía (probablemente municipales y estatales) ya han hecho acto de presencia. Como puede, el Lic. Armendáriz logra ponerse de pie y arremete con una carretera de insultos en contra del guardia de seguridad e incluso de los policías. Durante los pocos minutos que dura la reyerta los policías parecen simplemente invitados de piedra, puesto que no actúan a fin de desarmar al guardia de seguridad, quien se pasea por la calle con el arma desenfundada sin que nadie lo someta. Esos son los hechos que sucintamente pudimos ver a través de las imágenes difundidas.
Más allá del incidente propiamente dicho, considero que se trata de un asunto de interés público no solamente por la torpeza o el descontrol de la pareja que hace de dominio público sus querellas con sus actos. Tampoco se trata de un tema de interés porque alimente la chismografía de los medios, siendo la vida privada de personajes relevantes de la vida social y política de la entidad. Resulta una tema de interés público porque hay una autoridad implicada representada en esta caso por los supuestos guardianes del orden. Y lo que el caso nos muestra palmariamente es la gran incapacidad de nuestras policías por atenerse a los protocolos que en estas situaciones deben aplicarse. No está mal que quienes representan a la autoridad pretendan, como se dice coloquialmente, calmar las aguas, es decir, procurar una suerte de conciliación sin necesidad del uso de la fuerza. Pero cuando se trata no solamente de gente armada como el guardia de seguridad de la hija del gobernador que, además, ha accionado la misma con el propósito claro de hacerle daño a una persona, deben accionarse los protocolos de seguridad que permitan no sólo restablecer el orden, sino asegurar la vida de las personas implicadas y de los transeúntes que circunstancialmente tránsiten por la calle.
Ahora bien, sí el guardia de seguridad se pone en ese estado de descontrol absoluto de sus impulso con personas que sabe perfectamente que están ligadas al poder, ni imaginarse lo que puede hacer con ciudadanos que no poseemos las relaciones de quienes estuvieron implicados en este acontecimiento. Para los guardias de seguridad, también existen reglas a las cuales deben atenerse en circunstancias como estas. Es obvio que el señor que supuestamente protege a la hija del gobernador o bien las desconoce, o resulta fiel seguidor de la tesis de para qué discutir si las diferencias pueden arreglarse a balazos. Por lo pronto, la autoridad debe estar consciente que un personal de este tipo resulta más un riesgo que una protección en sentido estricto. El guardia de seguridad cometió un ilícito y como tal debe ser sancionado. No obstante, si se opta por mantenerlo en el oficio, con urgencia debe ser capacitado para que tenga el mejor adiestramiento y pueda superar circunstancias de esta naturaleza sin poner en riesgo a las personas, las que en teoría protege y los ciudadanos que ni la deben, ni la temen. Nosotros no tenemos por qué pagar el precio de sus funestas incompetencias.
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