Coronavirus y “gran confinamiento”

Primero fue la pandemia del Coronavirus y luego lo que ya se conoce como el “gran encerrón” o confinamiento.  Siempre en anteriores crisis parecidas que ha sufrido la humanidad, cerrar las actividades económicas era consecuencia inevitable de la pandemia. Ese cierre es es duro y duradero. Hasta el momento, el tamaño y la durabilidad del impacto económico son desconocidos.

Con todo y el desconocimiento de los niveles de la caída económica, tal vez esta pudo ser mucho más profunda de no ser por las tecnologías que permiten el trabajo remoto. Una realidad laboral que la pandemia nos deja para el futuro.

China, Corea, Japón, Alemania y los Estados Unidos, algunos de los países que resultaron primamente afectados, son países que sostienen las cadenas globales de valor. El “contagio económico” comenzó allí, por lo que al confinar a sus ciudadanos, afectaron la cadena de suministro en prácticamente todas las naciones. Ahora mismo, el epicentro de la pandemia es América Latina.

La diferencia con lo que ahora vemos respecto a las anteriores crisis económicas mundiales que el mundo ha experimentado a lo largo de su historia es que ese cierre y “confinamiento” fue una decisión tomada deliberadamente por las naciones del mundo. Porque no hay recursos hospitalarios suficientes, ni equipamiento. Esa realidad le estalló a todos los países del mundo y por ello, la receta primaria fue la cuarentena.

 

En México, de nueva cuenta como siempre nos sucede en cada desastre natural, nuestra desigualdad -sin que ese lastre nacional se resuelva- nos vuelve a estallarnos de frente. Hay mexicanos privilegiados que pueden confinarse y hay mexicanos que requieren salir a la calle porque necesitan no parar de trabajar para llevar el sustento a sus casas.

Hay laceración económica, pero también en acceso a los servicios de salud. Un aspecto que en muchos estados del país esa falta de acceso de debe al abandono de la infraestructura hospitalaria. La población más vulnerable, la que vive al día; no puede darse el lujo de por ejemplo pagar un seguro médico. Las condiciones de desigualdad económica nacional están visibles.

 

En el fondo; la pandemia además de la tragedia humana que representa la pérdida de vidas, demuestra también que muchos países -incluido México- no tenían un estado-nación fuerte. La corresponsabilidad institucional ha fallado. En nuestro país, los estados le piden a la federación recursos porque no generan ingresos, los municipios se acercan a los ejecutivos estatales porque de ellos dependen para el fondeo.

 

Además, sin resolver esa corresponsabilidad que la nación les pide a los estados y los municipios, esta pandemia, sus rebrotes y las que vengan, nos seguirán lacerando. Tanto en materia de salud pública, atención médica universal como en materia económica. Y como siempre; habrá ganadores y perdedores. Solo es necesario voltear a ver a China, en donde los rebrotes obligan a nuevos cierres.

La pandemia y el “confinamiento” nos deja crisis de salud pública, deficiencia en la infraestructura hospitalaria, replanteamiento de los métodos de trabajo y enseñanza educativa, en la relación entre producción y consumo y, muy probablemente nos dejará también crisis política por la falta de liderazgos.

Dicen los expertos en epidemiología que cuando se configura una pandemia, siempre; al principio de ella muchos creen que se exagera y se crea alarmismo, pero que después todo parece insuficiente. A ello habrá que sumarle la desconfianza social en las autoridades.

En ese contexto de “confinamiento” de paralización de las actividades económicas, de la tragedia humana de pérdida de vidas y de la falta de corresponsabilidad entre los tres niveles de gobierno; el FMI proyecta una caída de una 10.5% de PIB en México en 2020. Es decir, se espera una caída de dos dígitos en la economía mexicana.

Esa caída del PIB sugiere que la política de austeridad promovida por el gobierno federal es errada. Es claro que se necesita parar los excesos de las elites burocráticas mexicanas, pero al mismo tiempo se requiere que se protejan los puestos de trabajo y que se pueda compensar a la población por la pérdida de los ingresos y el empleo. Entonces es necesario una política anticíclica.

 

Sin embargo, en nuestro país, la oposición no tiene la fuerza suficiente para pasar más allá del debate nacional en los medios con una propuesta de política anticíclica. No puede imponerse en las cámaras del Congreso de la Unión y, por si fuera poco; siempre, el gobierno federal descalifica a las voces críticas.

El “gran confinamiento” ha sido económicamente devastador. Se cree que el 80 por ciento de la fuerza laboral mundial ha ido a la cuarentena. Incluso el período posterior al encerrón no será uno de recuperación fuerte, porque las actividades económicas seguirán siendo severamente limitadas por los brotes que se esperan puedan suceder en el futuro, hasta que se pueda descubrir una vacuna o un tratamiento médico efectivo.

En consecuencia, la mayoría de las economías emergentes como la mexicana tendrán necesidades financieras que serán difíciles de satisfacer en el corto plazo. En primer lugar, necesitan solucionar el hoyo que habrá en sus ingresos fiscales y también; al mismo tiempo, reactivar la economía y fortalecer la infraestructura hospitalaria.

Es necesaria entonces la cooperación internacional y el consenso con los organismos internacionales, especialmente los de financiamiento para ayudar sobre todo a los países en desarrollo, puesto que además esta crisis obligará a estas naciones a reestructurar su deuda previa a la pandemia del Coronavirus.

 

En contraparte, es posible que la crisis actual impulse el concepto de sostenibilidad y los lazos sociales de cooperación. Finalmente, el consumidor tiene importancia vital. De pronto las empresas, las personas y los empresarios, se han dado cuenta de que las economías nacionales dependen a la vez de consumidores y productores.

La pandemia y el confinamiento no desaparecerán la globalización, pero ese fenómeno tendrá que ser más resiliente, menos agresivo con los vulnerables y con más herramientas para combatir la desigualdad. Los avances tecnológicos que han reducido drásticamente el costo del transporte y la comunicación no van a esfumarse. Son herramientas de integración global que permanecerán.

Finalmente, la pandemia y el “gran confinamiento” deben de llamar a la reflexión ciudadana sobre el rumbo del debate político nacional: ¿queremos una sociedad más igualitaria o no?.

Correo: geracouti@hotmail.com

Twitter: @GerardoCoutino

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