Necesaria la igualdad, equidad y sostenibilidad en un mundo pospandémico

El consenso es amplio; la pandemia del Coronavirus cambiará la historia mundial. Con cruda dureza los ciudadanos del mundo -con sus excepciones- estamos comprendiendo que no estamos a salvo del Coronavirus, que nos puede afectar a todos y que tenemos que informarnos lo más verazmente posible.

La historia nos demuestra que una pandemia es un evento letal y global porque tiene un impacto sobre la salud de la sociedad; y ese impacto es duradero en la economía. El Coronavirus saltó de manera muy rápida de China a casi todas partes del mundo. Lo hizo en solamente cuatro meses.

La pandemia nos llega en un momento en que los países del mundo promueven un nacionalismo a ultranza que -si eso no cambia- pesará sobre la futura y deseada cooperación internacional y por supuesto, sobre la ansiada recuperación económica esperada luego de la emergencia sanitaria.

Ante la pandemia, una de las preguntas fundamentales es ¿qué gobiernos están logrando -o buscando- un equilibrio entre proteger a los ciudadanos con acciones de salud pública sin que ese proceso vulnere la economía y las libertades individuales y colectivas?

Primero es la salud evidentemente pero incluso los sistemas de sanitarios de las naciones del mundo están rebasadas por la pandemia. La situación -porque también se resiente un impacto económico por la pandemia- entonces sugiere un rediseño institucional a un entorno biológico, social y económico que cambió.

México, como otros países con sus características de desarrollo, se estrelló afrontando la pandemia con una nula o vulnerable o incompleta protección social ante el impacto económico del Coronavirus. Se necesitaba que la población se mantuviera en su casa en cuarentena. Pero la población que no lo hizo es porque el estado-nación no puede garantizarle un ingreso temporal para resistir el impacto.

Por todos lados nos pegó la pandemia, en el regreso de los migrantes a sus lugares de origen, en la caída de los indicadores turísticos, en la interrupción de nuestras exportaciones y obviamente, en la salud de la población, la cual está en riesgo.

Además, todavía nos falta por ver la “ruralización” del virus que ahora, según la evidencia se concentra en los centros urbanos. Esa “ruralización” impactará todavía en un Chiapas en donde la inmensa mayoría de sus más de 20 mil localidades son rurales y que por ende, se encuentran alejadas de la infraestructura de salud.

 

El Covid-19 ha llevado al mundo a una caída económica de proporciones sin precedentes. Más allá de las crisis inmediatas en atención médica, tratamiento e investigación científica; el mayor impacto es en el empleo y en el ingreso presente y futuro de las familias.

El cierre de negocios, la paralización de las líneas de producción y el consecuente despido de trabajadores conllevará precisamente a un rediseño de las instituciones del estado-nación; pero desde ahora se avizora más presencia e intervención en la economía de cada uno de los gobiernos mundiales.

Ante la necesaria reactivación económica la pregunta es ¿Cuál será el tamaño y el alcance del papel de cada uno de los gobiernos mundiales en la economía de la recuperación?

Una cosa es segura; las anteriores crisis nos han demostrado que si solamente se rescatan empresas, los resultados no son óptimos. Entonces la tarea de los gobiernos mundiales -incluido México- es doble: hay que rescatar empresas y también a los trabajadores.

Hoy -y sucesivamente si hay nuevos brotes del virus- algo tiene una urgencia extrema: proteger el ingreso de los trabajadores, tanto formales como informales. Si ello significa salvar a las empresas; ¿Cuál sería el problema? Estaríamos resolviendo prioridades.

 

Las autoridades tienen que recordar que si bien la pandemia nos trajo una crisis en los sistemas de salud pública, sus efectos van para largo pues también; en materia económica somo vulnerables a los choques externos. En una economía abierta como la mexicana, habrá que estar atentos a los impactos económicos que sufran nuestros socios comerciales.

Cuando termine la pandemia; la política económica deberá replantearse en torno a una revisión y transformación de los objetivos y las metas de los instrumentos de política económica y de las instituciones. Un nuevo contexto político, social e incluso ambiental es lo que tendrán enfrente los propósitos nacionales e internacionales de lograr el crecimiento económico.

Lo ideal es que en el mundo pospandémico, las políticas públicas tengan énfasis en la igualdad, la equidad y la sostenibilidad. No solo por un asunto de justicia social, sino también para aspirar a una verdadera estabilidad social y salud pública total. Pero, ese énfasis ¿será posible?.

 

El Nobel de economía Joseph Stiglitz dice que la crisis del coronavirus ha sido “un poderoso recordatorio de que la unidad política y económica básica sigue siendo el estado-nación”.

En ese sentido, una preocupación no menor radica en la gobernabilidad. La amenaza a las libertades políticas colectivas e individuales. En un país como el nuestro, presidencialista y por ello con instituciones débiles que redundan en una democracia también débil, el autoritarismo acecha.

Antes de la pandemia, en México la protesta social se elevaba. Por ejemplo, las protestas contra la violencia de género llegaron a un clímax nunca antes visto y hoy está en un impasse, pero eso no significa que estén olvidadas. Los regímenes políticos pueden ver a la pandemia como una oportunidad para para aprovecharse del miedo de la sociedad y condenar la protesta social.

 

Si el escenario de brotes futuros es probable, la pandemia probablemente también acelerará la reevaluación de los costos y beneficios de la globalización y ello posiblemente promueva el aislamiento político de la naciones, lo cual beneficia a los regímenes establecidos.

El problema es que si no hay un rediseño institucional en materia política, de salud, de economía; las condiciones de desigualdad que encontró la pandemia se pueden incrementar. En México eso es poco crecimiento y baja productividad, pero también instituciones débiles que dependen de la voluntad de quien detenta el poder político total; es decir el presidente de la República.

Ante la pandemia hay peligros y oportunidades. Los peligros son sobre todo en materia política, más enraizamiento de los regímenes políticos establecidos aprovechando el miedo social, cuando la situación pospandémica sugiere cooperación internacional. Pero también las oportunidades para el futuro son únicas; más inversión en ciencia, en educación, más conectividad, el replanteamiento de las jornadas laborales y un largo etcétera que poco a poco se irá descubriendo.

Twitter: @GerardoCoutino

Correo: geracouti@hotmail.com

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