La túnica albugínea
Casa de citas/ 481
La túnica albugínea
Héctor Cortés Mandujano
Hay muchas enseñanzas en Las preguntas de la vida (Editorial Ariel, 1999), de Fernando Savater, pero hay dos que no resisto compartir (p. 230): “¿En dónde reside la ‘fuerza’ de los artistas? Sin duda en su habilidad para producir placer, el cual es junto al dolor –como ya hemos indicado– el instrumento por excelencia de la formación social de las personas”.
Y ésta, genial (p. 279): “Todos hemos derrotado ya a la muerte una vez, la decisiva. ¿Cómo? Naciendo”.
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Es un lugar común hablar de lo grande que fue como artista Diego Rivera. Lo constato leyendo y viendo el libro de gran formato Los murales en la Secretaría de Educación Pública (SEP-1986), que además de incluir fotografías cuidadas, agrega, entre otros textos fundamentales para entender las circunstancias del trabajo mural de Rivera, un “Ensayo crítico” de Luis Cardoza y Aragón; el “Discurso inaugural del edificio de la Secretaría”, pronunciado por José Vasconcelos (quien contrató a Rivera);“Los primeros murales”, escrito por Diego Rivera, que arroja luz sobre esta obra; una “Introducción”, de Antonio Rodríguez, además de una multitud de notas que aclaran y explican las fotografías de los murales, que son el quid del libro.
Una de ellas te comparto lector, lectora.
En una parte del mural un minero sale a la luz, pero lo esperan los verdugos que lo esculcan y vejan. Dice la nota (p. 38): “En la superficie del mural, transcribió el artista un poema de Gutiérrez Cruz que decía: Compañero minero, doblegado bajo el peso de la tierra,/ tu mano yerra/ cuando sacas metales para el dinero./ Haz puñales,/ con todos los metales,/ y así,/ verás que los metales/ después son para ti.
“Controvertido por José Vasconcelos, este poema dio motivo a violenta polémica entre el pintor y el ministro. Diego Rivera aceptó borrar el poema, pero lo escribió en un papel, lo guardó en un frasco y lo envolvió en el aplanado del muro donde se conserva”.
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En una conversación radial transcrita en El amor a la vida (Paidós, 1983), de Erich Fromm, entre éste y Hans Jürgen Schultz, cita el último a Flaubert (p. 163): “No leo para aprender, sino para vivir”.
Dice Fromm (pp. 234-235): “Hay muchísimos hombres que nunca han experimentado la felicidad. No hay ninguno que nunca haya sufrido, aunque se esfuerce encarnizadamente por reprimir la conciencia de su sufrimiento. […] Lo que se llama amor a un solo individuo, resulta ser a menudo únicamente un vínculo de dependencia; quien sólo ama a un hombre, no ama a ninguno”.
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Leo y veo El gran libro del cuerpo humano. La guía visual definitiva (DK, 2010), de la doctora Alice Roberts, y es de veras grandote y también muy visual. Acompañan a la Dra. Roberts muchos doctores, investigadores, asesores, editores, ilustradores y demás.
Leer este librote y observar la mucha información visual es meterse al fascinante conocimiento de nuestro cuerpo con fotografías, resonancias magnéticas, esquemas, dibujos y un montón de explicaciones científicas, médicas. En algún momento, cuando recorrí sus casi 500 espléndidas páginas, me sentí emocionado, como si estuviera leyendo a Shakespeare. ¡Cuánto ignoramos de nosotros mismos, de lo más básico!
Comparto contigo lector, lectora algunas cositas. En la página 306 se dice que “la teoría actual describe cinco tipos de memoria”: 1). la memoria de trabajo, que permite retener información a corto plazo para luego olvidarla (cierta puerta en un aeropuerto, por ejemplo); 2). la memoria semántica que retiene fechas y hechos históricos que no nos competen;3). la episódica, en tanto, recupera sucesos y situaciones desde la perspectiva personal (aquel cumpleaños, aquel amor); 4). la procedimental, que atañe a acciones motoras aprendidas y muy practicadas como andar, montar bici o atarse los cordones de los zapatos y 5). la implícita, que inconscientemente nos hace creer que algo es cierto si ya lo hemos oído antes.
Ya lo sabía, pero me recuerda la autora que (p. 352) sólo hay cinco sabores: dulce, amargo, salado, ácido y umami.
Me llamó la atención lo sutil del nombre de la capa resistente que envuelve a los testículos (p. 373): túnica albugínea.
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Leo en mi lector electrónico La voz a ti debida (publicada originalmente en 1933), del poeta español Pedro Salinas, miembro de la generación del 27. Los poemas son pasionales y aunque el romance que le dio origen estuvo escondido mientras el poeta vivía, los chismes históricos descubrieron la identidad de la mujer con quien Salinas vivió esta experiencia sexual, amorosa, que lo hizo escribir este libro, cuyo título (lo informa el epígrafe) fue tomado de del Égloga III, de Garcilaso de la Vega: “Mas con la lengua muerta y fría en la boca/ pienso mover la voz a ti debida”.
Te comparto, lector, lectora, algunos versos.
Qué síntesis para hablar de la experiencia erótica; sólo dos líneas (p. 35): “Qué alegría, vivir/ sintiéndose vivido”.
Salinas pide lo que piden los amantes (p. 38): “Que me dejaras/ tu cuerpo al marcharte, huella/ tierna, tibia, inolvidable./ Y que contigo se fuese/ sobre ti, mi beso lento”.
Hasta lo bueno es malo, lo malo es bueno si nos lo da el ser amado (p. 40): “La luz lo malo que tiene/ es que no viene de ti./ Es que viene de los soles,/ de los ríos, de la oliva./ Quiero más tu oscuridad”.
Nunca nada es suficiente en la pasión (p. 47): “De ti salgo siempre, siempre/ tengo que volver a ti”.
Certera imagen (p. 68): “Distánciamela, espejo;/ trastorna su tamaño./ A ella, que llena el mundo,/ hazla menuda, mínima./ Que quepa en monosílabos,/ en unos ojos”.
El amor, la pasión terminan, y dice el poeta (p. 79): “No quiero que te vayas,/ dolor, última forma/ de amar”.
El fin es doloroso, ¿cómo recordar el amor? (p. 82): “No te mires al alma,/ a la sombra, a los labios./ Mírate bien la palma/ de la mano, vacía”.
Salinas nos hace recorrer el amor, el deseo, su consumación, su extinción, su recuerdo: todo un recorrido emocional de su vida, de su experiencia. Una maravilla.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
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