Relaciones de Clase/Relaciones Étnicas.
Respondiendo a una invitación, el pasado jueves 27 de marzo dicté una conferencia por medios digitales para discutir el concepto de “Colonialismo Interno”. Me llamó la atención la buena concurrencia, el interés y las nutridas intervenciones y preguntas. Además, no deja de ser importante el que en Chiapas se tengan discusiones a fondo acerca de la articulación entre relaciones de clase y relaciones étnicas, dado que la población indígena en el estado es significativa como notoria e importante su presencia en la vida de la entidad.
El concepto de colonialismo ha servido para analizar el dominio de una sociedad sobre otra. Es un hecho de corte internacional. Una sociedad ejerciendo el dominio sobre otra que se localiza fuera de sus fronteras. Es el colonialismo clásico o formal, es una situación en donde la sociedad dominadora ejerce su control sobre la dominada a través de la conquista militar y las imposiciones culturales y sociales de variada índole. Al surgir los Estado Nacionales que resultaron de los movimientos de independencia, se acuñó el término de “neocolonialismo” para explicar la situación en que las sociedades dominadoras ejercen su control sin necesidad de la ocupación militar, sino por medios políticos y económicos. De esta situación surgió en América Latina la Teoría de la Dependencia gestada hacia los años 1960-1970, años en que también surgió la teoría del colonialismo interno. Al lector interesado en estudiar el surgimiento de la Teoría de la Dependencia le sugiero revisar el libro de Theotonio Dos Santos, La Teoría de la Dependencia. Balances y Perspectivas. Madrid: Plaza Janés, 2002. Fue una generación a la que pertenecieron Andrés Gunder Frank, Ruy Mauro Marini, Enzo Faletto, Vania Bambirria, Fernando Henrique Cardoso para mencionar sólo a algunos. Justo el período de 1960-1970 es en el que también surge la Teoría del Colonialismo Interno al publicar Pablo González Casanova en 1963 un texto titulado “El Colonialismo Interno” en la Revista América Latina número 3, editada en Brasil. En el siguiente número de la misma Revista publicó Rodolfo Stavenhagen su conocido texto, “Clases, colonialismo y aculturación” que después fue editado como folleto por el Seminario de Integración Social Guatemalteca. La teoría del colonialismo interno sostiene que en los Estados Nacionales de América Latina existen colonias internas, es decir, sociedades bajo el dominio de la sociedad clasista como un conjunto. Las relaciones étnicas desiguales mantienen a las sociedades en este caso indígenas, bajo un dominio que es posible por la situación de coloniaje a la que están sujetas las sociedades indígenas. En lugares como Chiapas o Guatemala, ese dominio se da entre la sociedad dominante ladina y las sociedades indígenas dominadas. En Perú, esa misma situación aparece entre el Cholo y los indígenas. Según los teóricos afines, el colonialismo interno sólo se localiza allí en donde hay grupos indígenas conviviendo con la sociedad de clases, la “sociedad mayor”, según Guillermo Bonfil. La teoría del colonialismo supone la existencia de una sociedad dual expresada entre aquella dominada y aquella que es dominante. La sociedad dominante, dirá González Casanova, está localizada en las ciudades, allí en donde existe un ámbito cultural cosmopolita: periódicos, cines, teatros, estaciones de radio, cafeterías, restaurantes de postín, círculos intelectuales, universidades, librerías, galerías de arte, museos, en fin, aquello que caracteriza a la urbanización metropolitana. De todo ello carece la sociedad bajo dominio colonial interno. Dado que en México y en la mayoría de los países latinoamericanos existió la llamada “política indigenista” y una institución que la llevaba a la práctica, el Instituto Nacional Indigenista, los teóricos del colonialismo interno bautizaron a este último como “el Ministerio de Colonias Internas”.
Gonzalo Aguirre Beltrán, el más reconocido teórico indigenista, refutó la teoría del colonialismo interno con el argumento de que el Estado Nacional, por lo menos en México, no busca la perpetuación de la condición del indio, sino su pase a la sociedad nacional, a la sociedad de clases. El propósito del indigenismo-dicho por Aguirre Beltrán- es lograr que desaparezcan las comunidades indígenas para que emerjan las personas que se integrarán a la sociedad de clases a través de las estructuras del trabajo social y en esa condición, contribuirán a la transformación de México. Aguirre Beltrán opuso su concepto de Regiones Interculturales de Refugio a la teoría del Colonialismo Interno. Reconoció, como lo hacen González Casanova y Rodolfo Stavenhagen, que en estas “Regiones de Refugio” existen las relaciones de tipo colonial, pero sólo en esos ámbitos y no en toda la sociedad mexicana. Es decir, ambas teorías se tocan aunque se contradigan. Como es ampliamente conocido, en 1970 se publicó un libro firmado por Arturo Warman, Mercedes Olivera, Guillermo Bonfil, Margarita Nolasco y Enrique Valencia titulado De eso que llaman antropología mexicana, bajo el sello editorial de Nuestro Tiempo, propiedad del maestro Alonso Aguilar Monteverde, famoso economista marxista mexicano. El libro tuvo una amplia recepción, siendo muy comentado y discutido por los estudiantes de ciencias sociales, antropólogos, intelectuales en general, que en su mayoría coincidían con la crítica al indigenismo como política de asimilación de los pueblos indígenas a la sociedad de clases. En ese sentido y en términos de revisar ese período, es útil leer de nuevo el libro del Doctor Jacinto Arias Pérez, El Mundo Numinoso de los Mayas, que se publicó en la colección SEP-Setentas, por ser además el primer texto escrito por un antropólogo tzotzil que analiza la situación de los pueblos indígenas en un país como México. En 1970 habían pasado solo dos años antes del Movimiento Estudiantil, de manera que la sensibilidad a estos problemas seguía a flor de piel. Años después, en 1987, Guillermo Bonfil publicó su México Profundo, el libro más leído escrito por un antropólogo en México, aunque a mi parecer, no es el más importante del autor. Pero el recibimiento de la obra mostró la sensibilidad que había en el país hacia la situación de los pueblos indígenas, por lo menos, en amplios sectores de las clases medias, incluyendo a los intelectuales. En ese libro, Guillermo Bonfil vuelve a la noción del control cultural que ejerce una sociedad sobre otra, un México Epidérmico, superficial, que desde la sociedad de clases, domina a la sociedad indígena, que representa al México Profundo. Digamos que esta tesis es discutible, pero no cabe duda que produjo una amplia discusión en todo el país acerca de la situación de los pueblos indígenas. Recordemos que años antes de la publicación del México Profundo hacia el año de 1972, Bonfil dio a conocer su texto “El concepto de Indio en América: una categoría de la situación colonial” que fue reproducido en el Tomo 1 de sus Obras Escogidas en el año de 1995 (páginas 337 a 359).
Personalmente me quedo con la hipótesis de las Regiones Interculturales de Refugio pero agrego “Asimétricas”, es decir, desiguales. También, me parece que no existe una sociedad indígena como tal en México, sino grupos etnolingüísticos, pueblos desde mi perspectiva, como lo proponen Miguel Alberto Bartolomé y Alicia Barabas, viviendo bajo condiciones de dominio. A esos pueblos no se les tiene porqué generalizar con el apelativo de indios, sino nombrarlos con sus propios apelativos: tzotziles, tzeltales, choles, tarahuamras purépechas, zoques, mixes, zaporecoas, tecuexes, pai-pai, pápagos y un largo etcétera. La discusión está abierta. Debe terminarse el paternalismo, el tutelaje, las injusticias, el racismo y la voluntad de asimilar a estos pueblos a una supuesta homogeneidad de rasgos culturales que tipificarían “lo mexicano”. Lo característico de México es la variedad cultural, el configurar a una sociedad política variada culturalmente. Pero eso es otra discusión.
Ajijic, Ribera del Lago de Chapala. A 30 de marzo, 2020.
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