Gardenias, jazmines y sicqueté
Eloísa había terminado de hacer sus compras en el mercado, la emergencia sanitaria hacía que algunas personas como ella realizaran sus actividades de manera rápida en la calle. En la medida de lo posible trataba de quedarse en casa, solamente salía para abastecer la despensa por varios días.
Iba de regreso a casa cuando vio una señora que llevaba envueltas en papel periódico flores de coyol, propias de la temporada de Semana Santa. Las reconoció de inmediato, por la textura y también por el dulce aroma que estas flores desprendían. Pensó por un instante en comprar algunas para llevar y colocar en casa, buscó rápidamente con su vista y no halló.
Caminó unos pasos más y una deliciosa mezcla de aromas de flores hizo volver su vista, ahí estaba una señora y dos niñas vendiendo flores de jazmín, gardenias y collares de sicqueté. Eloísa había olvidado que era la temporada en que vendían las flores de sicqueté en forma de collares, así como las ensartas de flores de mayo. Aunque no vio estas últimas a la venta en el único puesto ambulante de flores.
No pudo resistir la tentación de comprar unos ramitos de gardenias, el aroma era tan agradable, que le hacía evocar la naturaleza, la frescura del campo y le dio una sensación de alegría. También se animó a llevar collares de sicqueté, estaban muy fresquitas, eso avivaba el color naranja y el tamaño pequeño de sus flores.
Mientras le envolvían sus gardenias Eloísa observó a la señora vendedora y a sus niñas, tenían sus bandejas con flores, listas para partir por si las autoridades las llegaban a mover del lugar donde estaban vendiendo. Ninguna usaba cubrebocas. La vendedora pidió a una de las niñas, Lupita, que pusiera los collares de sicqueté en una bolsita. Lupita, una niña con no más de diez años, estaba ataviada con un pequeño mandil de cuadritos donde colocaba las monedas de las ventas, tenía una sonrisa que le transmitió alegría, paz y entusiasmo a Eloísa, quien les agradeció los productos y se fue.
Rumbo a casa vino a su mente la imagen de Lupita y su familia, sin duda, no podían hacer caso a la petición de quedarse en casa, eso era un lujo. Y aunque quizá sabían que se exponían, necesitaban salir y vender para obtener ingresos, así como ellas, había muchas personas más. Agradeció la oportunidad de haber aportado al menos con un granito de arena en la economía de aquella familia.
Llegó a su domicilio, se lavó muy bien las manos, dejó las bolsas con el mandado y fue a colocar las flores de gardenias en un jarrón. Los collares de sicqueté los puso alrededor del jarrón y cerró los ojos para percibir de nueva cuenta el aroma de gardenias, jazmines y sicqueté.
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