La lujuria de la perdiz
Casa de citas/ 474
La lujuria de la perdiz
Héctor Cortés Mandujano
Leo el eBook La diosa blanca, volumen dos, de Robert Graves. Cada línea, cada página es pródiga en datos y hay que leer con atención, con detenimiento, pero cuánta riqueza nos trae a la inteligencia, al corazón.
Set, el dios asno, fue vencido por Osiris o Dioniso; para burlarse del derrotado se hizo costumbre ponerse orejas de burro en Navidad y a quien lo hacía se le nombraba “el tonto de Navidad” y era muerto por su rival (p. 39): “Esto explica la de otro modo inexplicable relación de los asnos y los tontos en Italia así como en la Europa septentrional, pues los asnos son animales más inteligentes que los caballos”. Me llamó la atención esto, porque yo, que conviví, entre muchos otros animales en mi infancia, con caballos y asnos, estoy convencido de que éstos son mucho más listos que aquéllos.
Algo más sobre asnos y caballos (pp.40-41): “El caballo era un animal puro para los órficos, así como el asno era impuro, y la continuación de esta tradición en Europa se pone muy de manifiesto en España, donde caballero significa gentilhombre y donde a ningún hijo de caballero se le permite cabalgar en un asno, ni siquiera en una emergencia, para que no pierda su clase social. La antigua veneración de los españoles no nobles por el asno se pone de manifiesto en la palabra carajo, el gran soporte de sus juramentos, que se emplea indistintamente como sustantivo, adjetivo, verbo o adverbio. […] Carajo significa ‘falo de asno’ ”.
[Mi querido amigo, el poeta Efraín Bartolomé, quedó impactado con la lectura de este libro. En “Crin de la yegua bajo el cuarto creciente”, de su libro Música lunar (Oficio: Arder. Obra poética 1982-1997, UNAM, 1999) retoma lo dicho por Graves, con las naturales cursivas, y lo vuelve un bello tríptico amoroso. Dice Graves (p. 49): “La de venado es la mejor carne que corre, la de faisán es la mejor que vuela”; dice Efraín (p. 231): “El venado es la mejor carne que corre/ El faisán es la mejor carne que vuela/ Ella es la mejor carne que ama”.]
La poesía, dice Graves, no debía ser clara, tan al alcance de cualquiera, tan sin secreto (p. 52): “Por ejemplo, si un poeta preguntaba a otro en público: ‘¿Cuándo volveremos a vernos?’, esperaba una respuesta en la que se empleaban elementos de varios alfabetos cifrados…”. Y el otro podía responder: “Cuando una corneja de plumaje pardo se pose en el abeto debajo de la fortaleza de Seolae. Esto expresaría la palabra latina CRAS, ‘mañana’ ”.
Me encantó el poema, transcrito por Graves, llamado “Solicitud de los chacales a Isis”. Me gusta que los animales hablen a los dioses. Dicen los primeros dos versos (p. 71): “Concede esto a los hijos de Anup./ aullar contigo, Reina Isis”.
Habla de la cojera y la lubricidad de la perdiz, de la cuichi, como le dicen en Villaflores (p. 84): “Según Aristóteles, Plinio y Eliano, la perdiz hembra puede ser preñada por el sonido de la voz de la perdiz macho, o por su olor llevado por el viento. Plinio dice que ‘ningún otro animal tiene tal susceptibilidad para las sensaciones sexuales’ ”.
La estirpe se seguía antes, dice Graves, de manera matrilineal. Lo importante era la reina, no el rey (p. 91): “Originalmente el rey moría violentamente tan pronto como realizaba el coito con la reina, como muere el zángano después de acoplarse con la abeja reina. Posteriormente, la castración y la cojera sustituyeron a la muerte; y más tarde todavía la circuncisión sustituyó a la castración y el empleo de coturnos a la cojera”.
En busca del origen del primer nombre de la diosa Atenea (Palas), se hace un recorrido por los nombres históricos de Palas y se halla uno muy peculiar (p. 114): “Palas el Titán, que era hermano de Astreo (‘estrellado’) y de Perses (‘destructor’) y que se casó –sea lo que fuere lo que eso significa– con el río Estigia en Arcadia”. ¡Casarse con un río, gran idea!
No sólo los poemas, sino también las celadas eróticas debían estar ligadas al misterio (p. 174): “Gaster, en sus anécdotas del Targum judío, recogidas en toda Europa, habla de una mujer que, cuando su regio amante la sometió a una prueba de amor, a saber, que se presentara ante él ‘ni vestida ni desnuda, ni a pie ni a caballo, ni por agua ni por tierra seca, ni con un regalo ni sin él’, se presentó envuelta en una red, montada en una cabra, con un pie arrastrando por la cuneta y soltando una liebre”.
Me gusta la entrada del “capítulo XXIII. Animales fabulosos”, que luego se refiere a cómo el poeta debe concebir, recibir la poesía (p. 181): “Los místicos indios sostienen que para pensar con completa claridad en sentido religioso uno debe eliminar primeramente todo deseo físico, inclusive el deseo de seguir viviendo”.
Cuando habla de la relación que hay entre el viento y la diosa blanca, dice Graves que hay una creencia antigua de que los cerdos y las cabras pueden ver en él y (p. 215) “que las yeguas pueden concebir únicamente volviendo sus cuartos traseros hacia el viento”.
Las palabras tienen el poder que su creador decida (p. 225): “Shakespeare menciona su poder de ‘matar ratas con la rima’, pues había oído en alguna parte que Seanchan Torpest, el maestro ollave irlandés del siglo VII, descubrió un día que las ratas habían devorado su comida y pronunció esta aer vengativa:
“Las ratas tienen hocicos afilados
“pero son malas combatientes…
“lo que mató a diez de ellas al momento.”
Otra enseñanza (p. 226): “La palabra ‘siniestro’ ha llegado a significar más que izquierdo porque en la época clásica las aves augurales vistas al lado izquierdo presagiaban la mala suerte”.
Habla de la religión (p. 265): “Los diccionarios dicen que su etimología es ‘dudosa’. Cicerón la relacionó con relegere, ‘leer debidamente’, y de aquí ‘escudriñar o estudiar’ el saber divino. Uno cuatro y medio siglos después san Agustín la derivó de religare, ‘volver a atar’, y supuso que eso significaba la obligación piadosa de obedecer la ley divina; y éste es el sentido en que ha sido entendida la religión desde entonces”.
Y sigue (p. 270): “El mito de la Madre y el Hijo está tan estrechamente vinculado con el año natural y su ciclo de acontecimientos repetidamente observados en los reinos femenino y vegetal y animal que ejerce escasa atracción sentimental en los inveterados habitantes de las ciudades que se enteran del paso de las estaciones solamente por las fluctuaciones de sus cuentas de gas y electricidad o por el peso de su ropa interior. Son caballeros con las mujeres, pero piensan solamente en prosa; la única variedad de la religión aceptable para ellos es una variedad lógica, ética y muy abstracta que apela a su orgullo intelectual y su sensación de hallarse separados de la naturaleza salvaje”.
Sobre la inspiración, escribe Graves (p. 283): “Ningún poeta inspirado adquiere conciencia de la Musa sino por medio de su experiencia con una mujer en la que la Diosa reside hasta cierto punto”.
El poeta pregunta a otro si no ha encontrado en el camino a su amor, que le ha abandonado. ¿Por qué lo hizo? (284): “Durante mi juventud toda la he amado, pero ahora he envejecido y al amor no le gusta el fruto caído ni el árbol marchito”.
Es una experiencia abarcadora, intensa, emocionante, leer La diosa blanca. Ojalá te sientas lector, lectora, tentada, tentado a hacerlo.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
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