El miedo
El poblado de Ajijic situado a unos 60 kilómetros de la ciudad de Guadalajara, hacia el sur, ha sido recipiente de población norteamericana desde hace más de medio siglo. Desde veteranos de las guerras en las que se involucra el Estado Norteamericano-Corea, Vietnam-hasta los pensionados de las clases bajas-bajas de los Estados Unidos, son habitantes de este lugar, perteneciente al Municipio de Chapala. En años más cercanos, han incrementado su presencia los pensionados canadienses y en menor medida, los alemanes y los suecos. Junto con la población mexicana, minoritaria hasta este momento, el poblado de Ajijic es un lugar en donde la población norteamericana impone sus modos de ser, los horarios de comida, la lengua, y ahora, también el miedo. Dice el diccionario de la Lengua Española: “Miedo. 1. Perturbación angustiosa del ánimo debido a un peligro o un riesgo real o imaginario; 3. Miedo cerval: El muy grande o excesivo.” La sociedad norteamericana se caracteriza por el miedo. La manipulación de esa “perturbación angustiosa” ha caracterizado a los Estados Unidos. Desde el Estado o desde lo más alto de la desigualdad social, se infunde el miedo. Miedo a los comunistas, miedo a los enemigos del “mundo libre”, miedo al Islam, miedo a los inmigrantes, miedo a lo desconocido, miedo y más miedo. Si se hiciera un cálculo de lo que han ganado los grandes centros comerciales y los bancos en los Estados Unidos manipulando a la población a través del miedo, las cantidades de dinero rebasan cualquier imaginación.
Un 30 de octubre de 1938, un día domingo de Halloween, un joven locutor llamado Orson Wells emitió en directo una adaptación de la novela de Herbert George Wells escrita en 1895 y titulada “La Guerra de los Mundos”. La trama de la novela relata la invasión de la Tierra por alienígenas que venían a exterminar a los terrícolas. Desde su pequeña cabina, Orson Wells, creando efectos especiales, hizo creer a la población de Grover`s Mill en Nueva Jersey, que la invasión era real, creando un pánico generalizado. La sociedad norteamericana recién había salido de la Gran Depresión además de que era recorrida por el miedo a una invasión de los alemanes nazis. La radio era en aquellos años pre televisión, el medio masivo de comunicación que más escuchaban los norteamericanos y el de mayor credibilidad. Orson Wells y su equipo narraban de tal manera los hechos ficticios, que lograron que la gente creyera que había una lluvia de meteoritos sobre la Tierra, que en realidad, eran platillos voladores transportando marcianos. Se transmitió una voz que se hizo creer era la del Secretario de Estado de los Estados Unidos, llamando a la unidad nacional y a la lucha contra los invasores. El episodio de la Guerra de los Mundos dejó en claro la facilidad con la que se puede manipular a un pueblo que vive bajo el miedo.
En años recientes, Michael Francis Moore, un cineasta crítico, ha documentado cómo funciona el miedo en los Estados Unidos actual. Los documentales de Moore han demostrado que la fuerza que hace creíbles las mentiras de los políticos en los Estados Unidos es el miedo. Por ese miedo, la sociedad del rifle sigue en pie, manteniendo legal la venta de armas y municiones que cualquier persona puede comprar en las tiendas de departamentos. Es increíble que uno pueda adquirir como “despensa” una caja de balas y el arma para dispararlas. Los resultados están a la vista: crímenes masivos en restaurantes, escuelas, reuniones públicas, que le convienen a la sociedad del rifle porque se mantiene el negocio más lucrativo: la venta de armas y municiones.
En el pequeño universo de Ajijic, volvió a operar el miedo. La población norteamericana abarrotó Walmart para vaciarlo de productos. Compraron todo el papel higiénico existente, y no contentos, vaciaron las pocas farmacias de ese producto más alcohol, gel para las manos, pasta de dientes, y cuanto alimento enlatado había en las tiendas. Había que ver el rostro demudado por el miedo y cubiertos con tapabocas, que por cierto, no sirven de nada. Pero a una población con miedo, ni la información más objetiva los convence. El miedo al Coronavirus desató las compras de pánico. El miedo es una fuerza y convierte a las multitudes en masas irracionales. En contraste, los cientos de tapatíos que cada fin de semana abarrotan las enormes cantinas situadas a la orilla del lago de Chapala en un lugar que se llama “Piedra Barrenada”, colmaron, como siempre, las mesas repletas de cervezas y de tequila. Eso sí, el encuentro entre las Chivas Rayadas del Guadalajara y los Rayados del Monterrey se llevó a cabo en un Estadio vacío, sin alma, sin el grito de victoria, sin el público que es el verdadero animador del espectáculo.
El gobierno de México ha informado puntualmente acerca del Coronavirus. Lo hace todos los días el Secretario de Salud durante las mañaneras y en un programa especial que se transmite diariamente a las 7 de la noche por varios canales de televisión. Las explicaciones son amplias, con ilustraciones y explicaciones que si se siguen, mantienen al día al que escucha. No hay justificación para las compras de pánico, fomentadas por quienes quieren provocar desabasto e inflación, para salir con la nueva de que somos Venezuela. Calma y sentido común, aplicación de las medidas higiénicas de siempre, no dejarse avasallar por el miedo, dominar el pánico y estar atento a las indicaciones de la Secretaria de Salud, es lo que necesitamos y no provocar el miedo irracional que conduce a conductas desesperadas.
La disidencia política no sólo es válida sino normal en una democracia. Lo que no debemos permitir es la manipulación a través del miedo, difundiendo noticias falsas y politizando lo que debe ser una lucha común contra una pandemia. Los especialistas son los que saben de ello. No juguemos a ser médicos. Más bien, hagamos caso de los informes y directrices que emanan de los expertos.
Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 16 de marzo, 2020.
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