Los discursos gubernamentales

Hace año y medio voté por Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y ahora lo volvería a hacer. No soy un arrepentido ni nada que se le parezca. En este espacio escribíamos en el día del triunfo que, por supuesto, no iba a ser fácil, ni siquiera en seis años pudieran cambiar radicalmente las cosas. Quien lo viera así, simplemente sería alguien parecido a un creyente de magia o de un prestidigitador donde, desde la chistera, sacara las soluciones, así como así. Hacer una transformación como la del calibre pretendido forma parte de una ruptura mayor, desde los cimientos, y no se hace de la noche a la mañana, como cualquiera con elemental lógica sabría.

AMLO es un dirigente hecho de calle. Sabe como nadie manejar el timming de los hechos políticos; sabe leer los sentimientos masivos con respecto a la justicia y equidad y conecta con arraigo en las clases populares y los lenguajes fáciles de digerir. Su tendencia a eso que llama “austeridad republicana” hizo que el gran dispendio y saqueo del país realizado a lo largo de casi cien años por la clase política fuese un deporte nacional…para esa gente, para los que se volvieron millonarios en casi tres generaciones de corruptos.

En el documental de Netflix, 1994, vemos en un capítulo el ritual de la unción del nuevo Tlatoani en turno, después de la toma de posesión del priista Ernesto Zedillo. Literalmente un faraón, una parafernalia digna de autócratas bananeros: confeti a raudales, miles de personas acarreadas lanzando vítores, comentaristas y periodistas extasiados al describir su figura, decenas de guardaespaldas corriendo, trajeados y encorbatados, al lado del nuevo Señor en turno.

Todo eso, afortunadamente, se acabó. Se agradece la omisión de ese acto de la ignominia de los otrora dueños del país.

Una vez leí por ahí que AMLO era un gran orador, pero pésimo comunicador. Exactamente así es. No es un político improvisado, pero el contenido de su discurso rara vez se generaliza como el de cualquier jefe de Estado debe hacerlo. Van cuatro ejemplos.

Cuando dice que el movimiento feminista está siendo cooptado por la derecha y los conservadores, tiene razón. En la lógica del golpeteo constante que MORENA y AMLO tienen y tendrán a lo largo de su permanencia en el poder, cualquier indicio de una acción fuera de la órbita gubernamental forma parte de la estrategia de choque contra el gobierno. Por eso, algunas figuras “conservadoras” se han subido al tren feminista. Solo basta ver el video que el senador Javier Lozano ha subido a las redes sociales para denostar a AMLO (que no al gobierno) no ser parte de la lucha de las mujeres. Ex panista, después priista, nunca se pronunció ni por asomo por el feminismo. Con voz impostada, ojos llameantes, patética compostura, llama a acudir el llamado del 9 de marzo. Otro: Diego Fernández de Ceballos, sí, leyeron bien, el mismo panista que en 1994 dijo “el viejerío” cuando hablaba de las mujeres, ahora pontifica por la “digna causa” de las mujeres y así estar en contra de AMLO (que no del gobierno).

Tiene razón AMLO pero no lo dice así. En cambio, generaliza (“hay mano negra de la derecha” en la convocatoria feminista) y minimiza la capacidad de convocatoria de las mujeres (“los conversadores están promoviendo el movimiento”).

Dice el presidente que los delincuentes son también humanos y merecen nuestro respeto. Está en lo cierto. Entra en la lógica internacional de los Derechos Humanos y pregona un humanismo sin cortapisa. Pero eso no se menciona en la hora de la conmoción nacional del asesinato de una niña de siete años, Fátima, cuando ni siquiera ha hado las condolencias a la familia.

Menciona que no habrá persecución a ultranza de la delincuencia, para no seguir en la línea del “ojo por ojo” y continuar con el derramamiento de sangre en el territorio nacional. Todos de acuerdo. Nadie en su sano juicio quiere mas muertes y nota roja permanente. Pero deja de decir la otra parte: ¿cómo se le combatirá, entonces? ¿0 ya no habrá sanción para quien delinque la ley?

Cualquiera que hay estado en el ISSSTE o en el IMSS en los últimos años sabe bien del desabasto de medicinas. Hace tres años, un amigo mío pagó todos los medicamentos y cuidados de su madre en el Seguro Social. Casi como en un hospital particular, me dijo. La carencia de medicamentos no es nueva ni del gobierno de MORENA, pero si el discurso de respuesta de ese problema solo se queda en mencionar la inmensa corrupción que había en las licitaciones de antaño, sin decir cuál sería la rápida y eficiente reacción gubernamental, algo pasa en al aterrizaje del mensaje. No llega a todo el mundo de igual manera, y esos vacíos se llenan fácilmente de la diatriba de mucha gente que, entre otras cosas, están ávidas de que este gobierno fracase y el país se llene de incertidumbre, para decir, como cualquier oportunista, “ya ven, yo se los dije”.

 

 

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