Todo cambia para seguir igual
Los primeros días del año no parecen sorprendernos gran cosa y aunque uno quisiera ser optimista la realidad se empeña en moderar nuestros ímpetus. No hay muchas buenas noticias que comentar, salvo la estabilidad del peso frente al dólar y el incremento al salario mínimo aprobado desde finales del año pasado e inercialmente tendrá sus mayores impactos en el transcurso del presente. Los grandes proyectos de este sexenio despiertan un entusiasmo desbordado en algunos y enconadas oposiciones en otros. En este y otros aspectos aun no encontramos la moderación más adecuada para construir los consensos sobre los cuales deberá construirse el futuro de las próximas generaciones de mexicanos.
No me adscribo al grupo que sostiene la tesis del país dividido por insulsa y arrogante. Los medios están llenos de profetas intelectuales y políticos buscando la gloria, pero la realidad resulta más huidiza que sus sesudos y audaces lances retóricos en el espacio público. Ese resulta ser el discurso ordinario de la clase dirigente y las elites con poder en nuestro país, pero sostengo al menos como hipótesis que existe una suerte de acuerdo tácito en la base de la sociedad mexicana acerca de lo que ya no se quiere y, por esa razón básica, fue que las elecciones del 2018 dieron un vuelto copernicano poniendo en la silla presidencial a alguien que por igual despierta simpatías y antipatías, pero se le observa como líder prácticamente único que podía no solamente enarbolar los deseos de cambio reprimidos, sino quien posee el talante para realizarlos, ante el desastre moral del conjunto de la clase política tradicional del país.
Fiel a la costumbre que ha instaurado, el presidente López Obrador inició desde el día 2 sus conferencias mañaneras, pero aunque quisiera divulgar buenas noticias a todo un país sometido a los estragos de años de indolencia gubernamental, estos primeros días hemos amanecido con las frecuentes matanzas que puntualmente se vienen registrando en los medios de comunicación. En este sentido, destaca por el número de muertos los hechos ocurridos en un penal federal de Zacatecas que no hace más que evidenciar el control de esos espacios por parte de los grupos criminales, con la complicidad o la indolencia de las autoridades encargadas de estos.
Más allá de este hecho de por sí preocupante, lo cierto es que la violencia sigue imparable en algunas entidades del país. Hasta el viernes pasado se contabilizaban poco menos de 130 homicidios en el país, pero estos se concentraban en entidades como Tamaulipas, Guanajuato, Baja California, Jalisco, el Estado de México, Chihuahua, Puebla e incluso la Ciudad de México. De modo que, en términos de la violencia e inseguridad en el país, las noticias no son muy buenas que digamos.
En el plano internacional destaca la expulsión de la embajadora de México en Bolivia y los recientes ataques del ejército norteamericano en la enésima escalada de violencia contra Irán. En este último caso, una de las víctimas como objetivo expresamente declarado para el exterminio fue un militar de alto rango del gobierno iraní. Las sospechas o las evidencias que originaron la acción militar americana fueron las acciones desplegadas por, Qassem Soleimani, en teoría dirigidas a agredir al cuerpo diplomático y militar en la región.
En el primer caso, es el precio que el gobierno de la república paga por haber dado refugio temporal, casi efímero, al expresidente Evo Morales. Considero que, con los vaivenes de la política exterior mexicana, la protección del expresidente boliviano por parte de nuestro gobierno fue correcta frente a la ruptura del orden constitucional de aquel país y que significaba, al menos, el encarcelamiento del expresidente Morales; cuando más su desaparición a cargo de las instituciones militares de aquella nación. Con esta acción, el gobierno mexicano vuelve a tomar cierto liderazgo en la política internacional orientada a la distensión y la solución pacífica de los conflictos en el contexto latinoamericano.
En lo interno, esta política, tanto como la que se despliega para la aprobación del TLCAN, coloca en una posición destacada al canciller, Marcelo Ebrard. Los buenos oficios del secretario le permiten ser pieza clave en el ámbito internacional, pero igualmente esto tiene impactos políticos en el ámbito doméstico. Aunque su propensión a figurar como un político moderado y, sobre todo, eficaz no está exenta de riesgos. Por ejemplo, en el caso del asesinato de algunos integrantes de la familia LeBaron en Chihuahua apenas en noviembre del año pasado. Es cierto que se trata de ciudadanos con la doble nacionalidad, mexicana y americana, pero ¿qué tiene que hacer nuestro canciller en un tema básicamente judicial? Como lo han señalado algunos miembros de esa familia, aunque ha existido disposición del gobierno federal actual, hasta la fecha no hay avances significativos en el caso; cosa que compromete a los involucrados si no se resuelve el multihomicidio de manera pronta y transparente, pero sobre todo creíble, llevando ante la justicia a los responsables de la masacre. De lo contrario, todos los funcionarios involucrados pagarán el precio del éxito o el fracaso en este tema, incluido el canciller.
Para completar el cuadro de semejante horror, apenas en el mes de diciembre, en la víspera de la nochebuena, fue arrestado el comandante de la policía del municipio de Janos, Chihuahua, donde ocurrieron lo hechos, por su presunta participación si no en el atentado, al menos se le involucra en la protección de algunos de los grupos delictivos que operan en la zona. Esto no hace más que evidenciar lo que es vox populi, que existe un nexo indisoluble hasta el momento entre las asociaciones criminales y las autoridades estatales encargadas de combatirlos. El tema es hasta dónde llegan estos vínculos. Por lo pronto, con la detención en Estados Unidos de Genaro García Luna, exsecretario de Seguridad Pública en el administración de Felipe Calderón, podemos hipotetizar que los pactos de impunidad escalaron hasta la cúspide del poder en México. He ahí uno de los grandes retos de la actual administración federal y, dado la debilidad del Estado mexicano en los planos locales, se requiere una transformación real y profunda de todo el sistema de justicia nacional y el fortalecimiento de los gobiernos subnacionales que a menudo resultan parte del problema.
Irónicamente y para nuestra desgracia, no es el gobierno actual quien, pese a sus esfuerzos por combatir la corrupción en el país, no solamente procede en contra de García Luna por su probable vinculación al cartel de Sinaloa, sino el gobierno de los Estados Unidos quien regala la joya envenenada a la administración del presidente López Obrador, demostrando la gran incapacidad y las grandes limitaciones de nuestro sistema de justicia o su extremada vulnerabilidad a las prácticas de la corrupción. Estoy seguro que el presidente López Obrador es genuino en cuanto a la eliminación de la corrupción en las esferas del gobierno, pero conservo dudas respecto a su postura de la que día con día vulnera a la ciudadanía o al pueblo, como él prefiere hablar. Un sistema de justicia que afecta a todos no solamente por corrupción o indolencia de quienes deben impartirla, sino porque a menudo resultan incapaces e incompetentes. Peor aún, esta situación a quien más afecta es precisamente a los pobres a quienes, vale reiterar, el presidente intenta proteger y estimular a fin de superar sus condiciones de vulnerabilidad.
En el segundo caso, resulta una historia larga de conflictos abiertos y subrepticios entre los intereses del mundo occidental y algunos de los países del cercano oriente. Los principales argumentos que se han hecho públicos han sido, por un lado, el retiro de Irán de los acuerdos sobre armamento nuclear y, por otro, algún tipo de hostilidad hacia personal militar y diplomático de gobiernos occidentales, particularmente de los Estados Unidos.
Hay que decir, de entrada, que se trata de una de las regiones del mundo más productivas de petróleo. Se calcula que alrededor del 20% de los hidrocarburos a nivel mundial se extraen en esa zona. Por lo tanto, resulta una región que, de suyo, es extremadamente importante para los intereses geoestratégicos de occidente. Sobre el Estrecho de Ormuz transita cada año una cantidad importante de buques petroleros que son asediados frecuentemente tanto por los países árabes, como por las bases militares que ahí conservan los americanos, principalmente en Qatar, y sus aliados en la región. En pocas palabras, se trata de una región de muy alto potencial de recursos petrolíferos cuyas riquezas se disputan las potencias occidentales y los países árabes de la zona.
Se habla muchísimo menos de que un conflicto militar, en el contexto electoral de los Estados Unidos, puede estar motivado por razones de política interna o, al menos, algo de ello se busca a fin de apuntalar una figura presidencial como la de Donald Trump, no solamente muy criticada sino, además, porque ha recibido golpes políticos del partido demócrata a raíz de la indebida intervención del presidente para tratar que un gobierno extranjero (Ucrania) desacredite al más fuerte candidato demócrata a la presidencia, Joe Biden.
Con todo, los analistas son escépticos respecto del impeachment que se le sigue al presidente Trump, puesto que aún con su aprobación en la Cámara de Representantes dominada por los demócratas, muy difícilmente esa medida pasaría por la Cámara de Senadores donde son mayoría los republicanos.
En este escenario, no sería ninguna sorpresa que el principal objetivo del gobierno norteamericano sea de índole doméstico, pero resulta una estrategia altamente riesgosa no solamente por los impactos humanos que ya se tienen como consecuencia de semejantes medidas sino, además, por los recursos dilapidados y los desastres ambientales que esto traerá como resultado. Por ello mismo, los gobiernos de algunos países, como Francia y Alemania, hacen llamados a la prudencia porque, además, resultan los más vulnerables dada la presencia significativa de población árabe en sus propios territorios. Es como atizar el fuego con petróleo.
Bajo estas condiciones, francamente hay muy pocas buenas noticias en este inicio de 2020. Esperemos que las cosas al menos no empeoren en los días subsecuentes.
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