Las reinas magas
El aire gélido de la tarde y el concierto de los pájaros que buscaban cobijo en los árboles eran los acompañantes de Rosalba que, animadamente, acomodaba los regalos que la gente de su barrio le había obsequiado en la colecta que ella y sus amistades del grupo de danza habían organizado para compartir a la niñez en el día de los reyes magos.
Mientras iba guardando los regalos en bolsas, imaginaba las sonrisas y rostros de gusto con que niñas y niños los recibirían; estaba agradecida, la gente había sido generosa. Y aún faltaba sumar los regalos que los demás habían colectado.
Entre los propósitos de esa actividad, las amistades de Rosalba y ella, habían acordado obsequiar regalos sencillos, tratando de que se retomara el uso de juguetes tradicionales. El reto parecía difícil pero lo habían conseguido. Al día siguiente harían la entrega en la plaza del barrio.
Las envolturas de los regalos eran diversas, desde las comunes hasta las creativas hechas con materiales de reuso. Una de ellas la hizo volver tiempo atrás, a su niñez, tenía detalles con flores de diversos colores y era muy linda.
Se remontó a las veces que sus hermanos y ella esperaron con ansias el 6 de enero para recibir con emoción los regalos que les habían traído los reyes magos. Solían madrugar y lo hacían de manera voluntaria. Con el tiempo se percató que no solo había reyes magos sino también reinas magas, las mamás eran esas reinas.
Hizo memoria las veces que su mamá les sorprendía con hacer magia en casa, no solo en el día de reyes sino para hacer malabares en las diversas actividades que hacía en el trabajo, en la casa, en la economía, en el ser psicóloga cuando sus hermanos o ella tenían situaciones adversas.
Se quedó pensando para sí: ¡Vaya qué si las mamás son unas reinas magas todos los días! ¡Cuántas historias habrían de contarnos de la magia que hacen y que pasamos por desapercibido!
Mientras estaba en eso se percató que ya tenía cinco bolsas grandes que estaban llenas de juguetes, iba por la sexta y última, en un rato más Julia y Antonio pasarían por ellas para llevarlas al centro de acopio de regalos.
Rosalba lucía contenta, en esas donaciones había muchos juguetes que pronto serían obsequiados, varias de ellas eran producto del trabajo y esfuerzo de las reinas magas del barrio quienes, en su deseo de compartir con la niñez que necesitaba , se habían sumado a la propuesta de la colecta.
Afuera de casa el aire soplaba con fuerza, el canto de los pájaros había cesado. A lo lejos Rosalba escuchó el timbre, Julia y Antonio habían llegado.
Sin comentarios aún.