En los extremos de Nuestra América
Mi tan querido maestro Guillermo Bonfil solía referirse a América del Sur como “el Coño Sur”, expresión que en sus términos era una referencia a la lejanía relacional, y no solo geográfica. Con Brasil, por ejemplo, vivimos “espalda con espalda”-decía Bonfil-similar a la relación entre España y Portugal. De Chile y Argentina sabemos poco, aunque compartimos rasgos culturales básicos, amén de los orígenes coloniales de nuestras sociedades. En la actualidad, con el desplazamiento de los gobiernos de izquierda (en su más amplia acepción) en América Latina, quedan Argentina y México, los extremos de Nuestra América, como gobiernos de izquierda, aunque muy diferentes entre sí, amén de las distancias con Cuba.
En estos días, en Argentina, se comentaba el hecho de la importancia de que México haya asumido la presidencia de la CELAC. La prensa Argentina, periódicos como Página 12, publicó diferentes columnas en las que se discutían los significados de esa presidencia mexicana. Se acogió con beneplácito el que “por prudencia mexicana” se postergaran para discutirlos en otro momento, situaciones tan complejas como las de Chile, Bolivia o Venezuela. En cambio, se acogió positivamente el hecho de que México, desde la Presidencia de la CELAC, impulse el examen de la educación superior, el futuro de la ciencia y de los científicos y los proyectos aeroespaciales.
En general, tanto en Argentina como en sectores de la izquierda en Uruguay o en Chile, se reprueba el papel que está desempeñando la OEA, “por dedicarse a crear crisis políticas” en Latinoamérica a conveniencia de los Estados Unidos. Recordé aquella consigna repetida en las calles de la Ciudad de México, durante las marchas estudiantiles de los años 1960, “con la OEA o sin la OEA, ganaremos la pelea”. En efecto, Nuestra América requiere una OEA leal a los países latinoamericanos, abierta y comprometida con los principios y valores de la democracia. Es obvio, y así se recalca también en Argentina, que la OEA ha colaborado para que el actual escenario latinoamericano sea el de países fragmentados, sin proyectos sólidos de integración y mucho menos, con espacios disponibles para la discusión de los grandes problemas que afronta la macro región. Para colmo, América Latina es el continente más desigual del mundo, según varias fuentes de información, entre las que se encuentra el mismísimo Banco Mundial. Lo peor es que la desigualdad se profundiza. Veremos en las publicaciones de diversos organismos, qué dicen los pronósticos para el año que se inicia. Pero lo que se observa en este momento, es que Nuestra América afronta como problema más grave el de la desigualdad social con sus secuelas de pobreza, gobiernos cleptócratas y dependencia externa. Por esta razón, por lo menos en los extremos de América como Argentina y Uruguay, se observa con interés lo que sucede en México, la Frontera Latinoamericana con los Estados Unidos, como lo recalcan los flujos migratorios actuales.
En Uruguay existe desconcierto ante lo que ha sucedido en las recientes elecciones. Varios sectores de la población, especialmente entre los trabajadores, se preguntan cómo, después de un gobierno como el de Pepe Mújica o incluso el que recién terminó de Tabaré Vázquez, el país regresa a la derecha. Aunque la derrota en las urnas del Frente Amplio de Pepe Mújica fue por muy escaso margen, lo cierto es que en la llamada “República Oriental” regresó la derecha que tomará las riendas del gobierno el próximo febrero. Es una lección para México. Recordemos a Brasil, a lo acontecido con Lula, a lo que representa hoy el gobierno de Bolsonaro.
Otro aspecto que realza la importancia de los extremos latinoamericanos, es que la macro región ha quedado, de nuevo, en medio de la “nueva guerra fría” promovida desde la Presidencia de los Estados Unidos. Esta situación atrae problemas políticos, económicos, culturales, amén de profundizar la dependencia de nuestros países. Ante un panorama tan difícil, lo que parece más urgente, es el diseño y puesto en práctica de un proyecto en cuyo contexto sea factible articular la pluralidad latinoamericana. Por supuesto, el primer problema para lograrlo es que el organismo que podría llevar a cabo esta tarea, la OEA, está bajo el control de intereses externos a los latinoamericanos. En ese contexto, México está en la mira y sortea un contexto de extrema dificultad, que se manifiesta también al interior de los círculos políticos en el poder. No cabe duda que las decisiones que tome México tendrán amplias repercusiones en toda la América Latina, incluyendo su acercamiento o alejamiento, de gobiernos como el que se inicia en Argentina.
Ajijic, Ribera del Lago de Chapala. A 25 de enero de 2020.
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