Ser ex pandillero y solicitante de refugio en algún lugar de la frontera sur de México

El mural de la esperanza, Suchiate, Chiapas, Mexico. Foto: Iván Francisco Porraz Gómez

Por Iván Francisco Porraz Gómez[1]

 

Soy un país moribundo

Me nació el hijo entre la pólvora

me nació en la trinchera escondida en el beso de la muerte

Me nació el hijo en el escondite

en la alambrada inerte que tejimos como barricadas

Me nacieron los hijos muertos

estrellados

mutilados

Corriendo hacia el abismo que les ofrece el nuevo siglo

Me nacieron los hijos sueltos

volátiles como el suspiro de un disparo

Me nacieron los hijos desaparecidos como el pulso de un latido tuerto

Como la práctica onanista de un país que se pudre

De un país que se queda mudo

con la garganta cercenada de disparos

Me nacieron los hijos ciegos

Me nacieron los hijos mudos

Agonizantes

cabizbajos

cohibidos… (Luis Borja, El Bello Legado, 2014)

 

La Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR), señala que entre Enero a Octubre de 2019, 62 mil 299 migrantes de diversas nacionalidades han iniciado los tramites de solicitud de refugio en el país, de los cuales, el 65 por ciento se ha realizado en las oficinas de Tapachula. Detrás de esas miles de solicitudes hay también miles de historias que narran los dramas del desplazamiento forzado en Centroamérica, Haití, varios países de África y otras latitudes. Cada historia tiene diferentes rostros, subjetividades, biografías marcadas o “identidades desacreditadas”, como dicen algunos autores. Esto se puede observar desde Tapachula, Chiapas, un lugar que para muchos migrantes centroamericanos y de otros espacios es un infierno, un limbo o simplemente el lugar “donde se puede hacer un poco de vida”.

En este repertorio de historias y esperanzas que se narran desde este pequeño espacio llamado “La perla del Soconusco”, encontré a un joven salvadoreño oriundo de la capital, San Salvador, que residió más de 10 años en Los Ángeles, Estados Unidos, lo llamaré Carlos para proteger su identidad. El acercamiento con Carlos fue una casualidad. En un encuentro fortuito en una avenida de la ciudad, lo conocí cuando me preguntó donde quedaba ACNUR, mientras conversamos un par de minutos y le daba las indicaciones que necesitaba, me preguntó la razón por la cual yo traía el cabello largo en un lugar tan caluroso como Tapachula, le contesté bromeando que era para “cubrirme del calor”, y le conté que estaba haciendo algunas encuestas para un proyecto; le pregunté si le interesaba responderla, me dijo que si, que nos reuniéramos por la tarde, pero que lo buscara cerca de un parque que está por la antigua estación del ferrocarril al sur de la ciudad. Paso por mi cabeza la idea de no ir al encuentro pues pensé que Carlos no llegaría y que solo había aceptado responder la encuesta por compromiso o estaba bromeando; en todo caso llegué a la hora convenida, fue grata mi sorpresa cuando lo vi sentado sobre las gradas de la cancha de basquetbol con su pareja.

Carlos contestó la encuesta, y también me relató sus vivencias en El Salvador y Estados Unidos, me comentó que su madre es de San Miguel, al este de la capital salvadoreña, que a su padre no lo conoció y que su única hermana vive en Estados Unidos pero no la visita hace mucho tiempo. Se asume como ex integrante de la Mara Salvatrucha 13 (MS13), su clicka y el lugar donde están no lo menciona. Su historia es similar a la de miles de jóvenes centroamericanos que ingresan a las maras, “pandillas” o se unen con “los muchachos”: falta oportunidades, pobreza, pero también porque “uno es loco y le gusta la adrenalina”. Su corporalidad es distinta de la que nos han mostrado en imágenes los medios de comunicación, tiene apenas dos tatuajes: uno con el nombre de una ex pareja, el otro con las iniciales de la pandilla de la que fue parte. Delgado y de mediana estatura, Carlos no parece el típico personaje atemorizante que los medios de comunicación y ciertos reportajes locales nos muestran sobre los migrantes centroamericanos que han pertenecido a alguna pandilla, y que con regularidad utilizan para imponer miedo y caos. Él se asume como una persona tranquila, sabe que ha “hecho cosas malas también”, pero ahora “busca otra vida diferente”. Pensativo medita sus palabras, y baja la cabeza mientras clava su mirada en el asfalto.

Su pareja, una joven de 24 años, y él llevan tres meses en Tapachula, ambos son solicitantes de la condición de refugio. ¿Por qué saliste?, y ¿qué quieres hacer ahora?, fueron preguntas necesarias; las respuesta conllevaron instantes de incertidumbre, un sin sabor al saber qué decir en una mezcla de miedo y perplejidad:

– “Ya me cansé de esta vida, te repito que hice cosas malas vos, tampoco lo puedo negar, pero ahora quiero estar con ella y quizás otra vida, también tener hijos, quisiera ir de nuevo a Estados Unidos o Canadá, pero así como esta, hasta he pensado en quedarme en México, pero menos en Tapachula, acá me pueden encontrar, además no tienen nada bueno acá y ni trabajo para uno que es migrante, ¡uy! y si les digo que soy ex pandillero hasta me van a querer matar.

Carlos suelta una risa nerviosa, él y su compañera tienen unos ahorros, pero sólo les alcanza para unas cuantas semanas, están buscando que ACNUR les brinde el apoyo económico para pagar la renta de su cuarto en la ciudad. Ambos esperan que les den el estatus de refugiados o protección complementaria

“Esperamos que nos dejen pasar pronto, acá hay muchos de otras naciones, ya hasta parece una ciudad de Estados Unidos acá en Tapachula, pero lo que no queremos es que nos deporten, eso podría ser malo para nosotros, primero porque ya no quiero estar allá y segundo porque si regreso seguro me van a matar por desobedecer las ordenes de la pandilla y del palabrero”.

La historia de Carlos pone de presente dos cuestiones la primera, es que existen ambivalencias, paradojas y aporías que definen el pensamiento y las prácticas sobre el fenómeno de la violencia en Centroamérica, se visibilizan cuando se trata de definir el carácter de víctimas y victimarios de las y los jóvenes. En su carácter de víctimas, el dato es frío, cuando no invoca la sentencia de que los jóvenes pandilleros se matan entre sí, se invoca también una irresponsabilidad difusa de la sociedad como un todo. En su carácter de victimarios es visible, desde las figuras de la Mara Salvatrucha (MS13) y el Barrio 18, el extenso repertorio de actos y prácticas violentas de las que se les acusa, al grado de parecer ser los actores directos de toda la violencia en países como El Salvador y Honduras. Las evidencias mediáticas en Centroamérica y Tapachula son tan potentes que tienen la capacidad de construir representaciones e imágenes que alteran el entramado intersubjetivo de la sociedad para clamar medidas militarizadas y emitir consignas tan escalofriantes como la de “liquidémoslos” (Kinosian,Albaladejo y Haugaard).

La segunda es sobre el refugio en una ciudad como Tapachula; en México, muchos de los solicitantes de refugio emigran para ganar sus derechos, pero también para alcanzar el llamado “sueño americano”. La multiplicidad de barreras que les son impuestas a los sujetos migrantes rebasa lo humanamente permitido. Deportación, expulsión violenta y criminalización son los dispositivos que están detrás de las políticas migratorias, no sólo en EEUU, sino en México y otros países. Si ni aquí ni allá, entonces, ¿dónde tienen lugar los refugiados en la actualidad? La historia de Carlos es una de tantas realidades que exigen respuestas y posibilidades de acción, es crucial para entender qué es la inclusión social, qué es la tolerancia y cómo entender y dialogar con ese llamado “otro”…

Referencias

Bourgois, Philippe, 2005. «Más allá de una pornografía de la violencia. Lecciones desde El Salvador» en Jóvenes sin tregua editado por Francisco Ferrándiz y Carles Feixa, Anthropos, Barcelona, pp. 11-34.

Kinosian, Sara, Angelika Albaladejo, Lisa Haugaard. La violencia en El Salvador: no hay una solución sencilla. Center For Internacional Policy, Latin America Working Group Education Fund, 2016.

León, Emma. “La templanza y el silencio discriminante”. Virtudes y sentimientos sociales para enfrentar el desconsuelo. Madrid: UNAM-Sequitur, 2012. 17-43.

[1] Investigador de ECOSUR-Tapachula, colaborador del Observatorio de las Democracias: sur de México y Centroamérica.

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