No todos los caminos llevan a Disneylandia
Casa de citas/ 459
No todos los caminos llevan a Disneylandia
Héctor Cortés Mandujano
Desde enero de 2019, fuera del “propósito de año nuevo”, decidí levantarme muy temprano y trabajar por lo menos una hora y media (antes de bañarme, desayunar e ir a mi labor) en sembrar, trasplantar, regar y cuidar las plantas y los árboles del patio de mi casa.
Me reciben, cada que abro la puerta, mis dos perras (la Martina y la Atenea) y mi gordo gato (Zapata); ladran, gañen, brincan para que las acaricie las cánidas y me maúlla, con distintos tonos, el minino: no sé si me pide comida o me reclama alguna desatención.
La Marti está conmigo por unos minutos y luego se va a hacer su rondín para ver si todo está en orden; la Ate, en cambio, se echa a mi lado si estoy haciendo un hoyo, cuando termino huele la tierra y, si cabe, se mete para realizar quién sabe qué estudios, y va adonde yo vaya; el Gordo, que ha vivido con nosotros los más de 18 años que tenemos viviendo aquí, me pide tomar agua de la manguera cuando riego y pasa entre mis piernas para que no me olvide de acariciarlo como corresponde a su augusta personalidad, que reclama constantemente la atención de sus súbditos.
Me rodean muchos trinos y veo que, detrás o delante de mí, las aves están atentas a mis labores y bajan a la tierra que he mojado o removido para hallar, supongo, algo para enriquecer su buche. Y aparecen y desaparecen, veloces y voraces, dos ardillas pequeñas. Cada día me depara la sorpresa de una nueva flor, un retoño tímido, la constatación de que una planta sentó sus reales en la tierra, la explosión de árboles que me regalan en exclusiva la maravilla de su florecimiento.
Mi mujer me llama y entonces mis perras, mi gato y yo vamos, como una misma manada, hacia la puerta donde sabemos nos espera la amorosa mano que va a darnos de comer…
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Aunque tengo libros lujosos con la poesía de Rubén Darío, ahora que arreglé mi biblioteca me hallé con un librito comprado en esas “librerías de banqueta” (Editorial Zafiro, sin año de impresión) que con precios muy, muy baratos te venden lo mejor de la literatura universal. Nomás no te pongas remilgoso con la impresión, con las líneas chuecas, con las páginas inclinadas. Supongo que este libro, Cantos de vida y esperanza, lo debo haber comprado hace mucho.
Me vuelvo a encantar con Darío y te comparto lector, lectora, algunos de esos relámpagos de asombro (p. 11): “Quise encerrarme dentro de mí mismo,/ y tuve hambre de espacio y sed de cielo/ desde las sombras de mi propio abismo”.
Y certezas de equilibro universal (p. 12): “La eterna vida sus semillas siembra/ y brota la armonía del gran Todo”.
En la famosa “Letanía de nuestro señor Don Quijote” dice algo que hay que repetir para que funcione (p. 55): “De las epidemias, de horribles blasfemias/ de las academias/ líbranos, Señor”.
Es linda la primera línea de su “Filosofía” (p. 67): “Saluda al sol, araña, no seas rencorosa”.
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Crear es seleccionar
Sergio Pitol
Supongo que la he leído en partes, en los muchos libros que de él he leído, pero cuando lo vi como un volumen nuevo (es su Autobiografía precoz, de 1966), revisado, no resistí el impulso de comprar y leer Memoria 1933-1966 (Era, 2011), de mi admirado Sergio Pitol.
Me gusta no sólo como escribe, sino como piensa (p. 61): “Me interesa todo lo que estimule no tanto la llamada polarización de las masas, la cual es engañosa (los casos del stalinismo, del nazismo, de las masas fanáticas de Mao Tse-tung valen por sí mismos para ahogar la esperanza ciega e indiscriminada en la voluntad de los pueblos), sino su liberalización, la madurez colectiva para comprender y analizar racionalmente los fenómenos y situaciones políticas”.
Habla de Garzón del Camino, traductor que conoció en editorial Novaro (p. 71): “De él aprendí que el mejor estímulo para un escritor se lograba acercándose a las épocas de mayor esplendor del idioma. Por eso habría que tener a la mano a los clásicos mayores”.
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Con selección y notas de Édgar Ceballos, Hugo Argüelles, estilo y dramaturgia (INBA-Grupo Editorial Gaceta, 1994) es un largo y documentado análisis sobre la obra de este brillante dramaturgo mexicano, nacido en Veracruz y muerto en la Ciudad de México (1932-2003).
Dividido en cinco partes (Ensayos, Artículos, Testimonios, Entrevistas, Historia visual) a mí me interesaron especialmente los tres últimos apartados.
En “La libre elección de un vértigo”, José Antonio Alcaraz cita a Argüelles: “La agonía puede ser también una forma de gozo”, y sobre ello escribe Alcaraz (p. 25): “Podría hablarse incluso de la agonía como manifestación del erotismo último. Ya se sabe que los ahorcados eyaculan. Una vez más: Eros-Tánatos”.
De los testimonios me gustó mucho el de una de sus alumnas consentidas y ahora, desde mi punto de vista, nuestra mejor dramaturga: Sabina Berman (p. 610): “No todos los caminos llevan a Disneylandia –decía Argüelles con sorna, cuando algún alumno hacía desembocar un conflicto dramático en una conciliación color de rosa”.
Carlos Olmos, chiapaneco, también su alumno, da un testimonio muy divertido. Vivió en casa de Argüelles y fue su secretario; un día llegó Matilde Landeta, directora de cine, a comer y, dice Olmos, vio (p. 618): “con horror mi indumentaria narcisista leninista de joven estudiantino teatrero”.
En la entrevista que le hace James R. Fortson, declara Argüelles (p. 656): “El teatro deberá ser siempre capaz de entretener. ‘Quien no es capaz de entretener –y esto lo dice el propio Brecht– no es capaz de escribir teatro.’ […] Schiller dijo: ‘Quien sabe conmover y descubre cómo entretener lo sabe todo’. Logradas estas dos formas, todas las implicaciones que pueda haber a nivel social son las que el autor quiera jugar”.
En la semblanza que escribe Myriam Moscona, Argüelles cuenta de la vez que vio a Gabriela Mistral (la considera una de sus primeras maestras) con los ojos cerrados y las manos entrelazadas; le preguntó que hacía y ella le dijo (p. 670): “Busco adentro de mí. De ahí saco las palabras y las ideas. Todos tenemos un mar interior. Hay que aprender a escucharlo. Cuando uno lo capta encuentra muchos seres. De vez en cuando uno de ellos te revela algo”.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
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