Entre pinos y piñitas
Desde pequeña me gusta observar y estar en convivencia con la naturaleza, es de las cosas que disfruto mucho cuando tengo la oportunidad de hacerlo. Recuerdo que, desde mi niñez, me agrada ver en esta temporada decembrina, las representaciones que hacen de los nacimientos y los elementos que las decoran.
Me emocionaba observar las piñitas que estaban pintadas en tonos dorado o plata, piñitas es como aprendí a llamarles a los frutos de los árboles de pino. Tenía la intención de tener varias de ellas y poder decorarlas, me parecían como pequeños tesoros que atrapaban mi atención y solo podía percibirlas al final de año.
La primera ocasión que vi las piñitas colgando en las ramas de los pinos fue de lejos, desde la carretera, rumbo a San Cristóbal de Las Casas. Me causó asombro y gusto. Tiempo después tuve la fortuna de observarlas de cerca, de caminar entre los pinos que nos regalan estos frutos y que además, me obsequiaran muchas de ellas, en diferentes tamaños y de diferentes regiones donde hay pinos.
A partir de ahí aprendí a apreciar su tono natural, me parecen muy lindas y me encantan las que tienen rasgos de musgo en su corteza. El olor a bosque se percibe en ellas, además que algunas tienen restos de resina que entremezclan los aromas, dándoles un toque muy especial y agradable al olfato, a naturaleza viva. Y qué decir de sus formas, semejando pequeños pinitos, entre alargados o robustos, altos o pequeñitos.
Las piñitas tienen su encanto, ahora sé que no solo para temporada navideña; una especie de magia sucede con ellas, bueno para mí es así, cuando alguna piñita pequeña cae del árbol y la llevamos a casa, si nos detenemos a observar los cambios que presenta, con el paso de los días, nos percataremos que va transformándose. Parece como si se fuera esponjando poco a poco, hasta que alcanza su tamaño específico. Su tonalidad se oscurece un poquito más y los rasgos de sus formas alcanzan más definición.
Hoy tengo la oportunidad de convivir en espacios donde hay piñitas casi la mayor parte del año. Entre pinos y piñitas, sigo observando con gusto cuando están en las ramas de los árboles, también cuando caen en el piso y puedo tomar alguna. Me entristece que cada vez hay menos árboles de pinos porque son talados.
Aún no cumplo la intención de decorar las piñitas, he de compartirles que ahora me parecen más bellas sin pintura, al natural; sigo con la inquietud y el entusiasmo de recolectar algunas y decorarlas, de otra manera, respetando su naturaleza, con algún accesorio de re-uso que acompañe o realce su belleza, porque en cada una de ellas hay un pedacito de bosque que nos recuerda la importancia de la vida, del cuidado, de su preservación. Así que les invito a que cuando tengan la oportunidad de cuidar o plantar un árbol lo hagan, sea de pino o del que ustedes gusten. Lo importante es aportar un granito de arena para preservar la naturaleza, las piñitas también se los agradecerán.
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