COPtar el discurso del capitalismo verde
Como cada año desde 1995, expertas y expertos sobre cambio climático se reúnen en una ciudad del mundo a discutir las acciones que deberían ser tomadas para detener la crisis ambiental que estamos viviendo. La COP25 se celebra estos días en Madrid, las discusiones de fondo se apegan fuertemente al solucionismo tecnológico cuando el problema principal es político.
Estamos ya en un momento en el cual ninguna propuesta que no ponga en el centro el sostenimiento de la reproducción de la vida es incompatible con una idea de ‘futuro’. Y el sistema de consumo en el que vivimos no hace más que externalizar pasivos [ambientales, humanos, culturales] mientras habla con buenas prosas sobre cómo enfrentarán una crisis civilizatoria sin cambiar un ápice sus formas de producción, transporte y consumo a costa de la explotación.
En esos discursos se enmarcan también los grandes corporativos tecnológicos que fundamentan su modelo de negocios [de los más rentables del mundo en la actualidad] en la falta de transparencia sobre sus usos y derroche de materias primas, por ejemplo.
Mientras las GAFAM [Google, Apple, Facebook, Amazon, Microsoft] hablan una y otra vez de energías renovables, invisibilizan su modelo de economía en la ‘nube’, basado en el consumo de energía en grandes centros de datos, que trae aparejado. Esos grandes espacios que se promueven como soluciones a la abundancia de información que generamos en la actualidad [no solo a través de nuestro complejo de diógenes digital que ‘necesita’ almacenarlo todo para la posteridad, sino también aquellos datos que generamos más allá de nuestras decisiones conscientes] son también grandes centros de consumo.
El diseño actual de las tecnologías además, está basado en el modelo lineal de las economías modernas: extracción, transformación, uso, desecho. Hoy en el mundo hay más basura electrónica que personas. Y eso se lo debemos a la obsolescencia programada tanto como a la obsolescencia percibida. La cadena de producción muchas veces comienza y termina en los mismos lugares geográficos sin acercarse siquiera a ser un círculo. Los más importantes centros de extracción de minerales base para la elaboración de dispositivos de uso corriente [celulares, tabletas, computadoras, etc] usan coltán extraído del Congo mientras que los desechos se depositan en grandes vertederos tecnológicos como el de Ghana. Tanto el inicio como el fin de esos procesos [y procesamientos] traen aparejados contaminación del ambiente y enfermedades para quienes trabajan allí [no por placer, sino por pura y dura necesidad].
Las conversaciones alrededor del clima tienen una deuda enorme con las sociedades al centrarse en discutir en torno a lo que grupos defensores del ambiente llaman ‘falsas soluciones al cambio climático’. Acciones que proponen pequeños cambios para no cambiar nada de fondo. Ese es el tren en el que se suben las tecnológicas con sus discursos verdes y sus emisiones cero carbono: el pago por servicios ambientales, por ejemplo, podría resumirse en seguir consumiendo al ritmo actual mientras quienes históricamente han acumulado capital pagan a otras personas y grupos en lugares alejados de los centros de poder para que ellas y ellos limpien la basura que no dejarán de emitir.
Una vez más necesitamos Repensar el uso de metales frente al modelo extractivo. Necesitamos abrir la mirada, tomar acciones concretas que involucren a todos los sectores, sobre todo pensar local, con quienes habitan los territorios que se juegan cual casino en las mesas de negociaciones. Si abrimos los ojos [y la emoción] a la historia, veremos con claridad que las propuestas de vidas vivibles, espacios habitables, futuros posibles, han venido de la mano, la voz y las acciones de grupos pequeños [antisistémicos].
Las manos, voces y acciones que producen los alimentos que alimenta no son tan disímiles de aquellas que producen tecnologías pensadas para durar, abiertas y colaborativas que ponen ante todo la reproducción de esas otras esferas de vida desde donde también elegimos vivirnos. Redes alternativas, que se vinculan de forma federada, verdaderos nodos autónomos pero compatibles y solidarios. Los procesos de resistencia y propuestas están hoy cada vez más cerca, y más interconectadas. Es solo cuestión de abrirnos a escucharnos.
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