Celebremos la vida
Era una tarde gélida, de ésas que caracterizan la entrada del invierno y que son propicias para sentarse a conversar en familia. De fondo se escuchaba el canto de villancicos que Felipe había puesto, Rosalie sabía que a su hijo le encantaba ponerse a tararearlos principalmente en esta época. Antonieta, la hermana mayor de Felipe, era aficionada a que su mamá les contara historias. Así que aprovechando el clima frío y que estaban juntos en casa le pidió a Rosalie les compartiera cómo celebraba ella las fiestas decembrinas cuando era pequeña.
Rosalie colocó tres tapetes en la sala, llamó a FeIipe y Antonieta, antes de iniciar la contadera de historias les preguntó qué significaba para ellos festejar la Nochebuena y la Navidad. Los ojos de ambos se iluminaron más de lo normal, sus rostros reflejaban alegría, a manera de coro exclamaron, – ¡¡regalos!! -. Rosalie recordó que cuando era niña esos destellos también estaban presentes en su cara y que, al igual que ellos, los regalos eran lo que más le atraía.
Cómodamente sentados, Rosalie inició recordando que, desde pequeña, solía ir a muchas posadas, algunas iba con sus papás, otras con sus primos. Las tardes se enmarcaban para entonar los cantos para pedir y dar posada, las velitas y luces de bengala eran de los ingredientes principales para que los niños acudieran con gusto, las serpentinas decoraban las casas. Después que entraban los peregrinos no faltaban las bolsas de dulces del repartido, las charolas con las galletas, hojuelas, vasitos con mistela – que reservaban casi siempre para la gente adulta-. En el barrio se organizaban con quienes participaban en el equipo que colaboraba en la iglesia y los vecinos solían ser unidos. Ahora eso era menos frecuente.
Continuó diciéndoles que la convivencia con la familia siempre era importante, muchos integrantes habían partido y eso le daba un sentido de nostalgia a las fiestas de fin de año, pero también se habían sumado nuevos integrantes, era el transcurrir de la vida y también eso era parte de la celebración. Antonieta y Felipe escuchaban con atención a su mamá, quien por instantes hacía pausas cuando se le entrecortaba la voz.
Les compartió las veces que con gran emoción esperaba el momento de amanecer para abrir sus regalos, siempre madrugando para correr a descubrir las sorpresas. También les dijo que con el paso de los años las fiestas decembrinas habían tomado otro sentido para ella, la esencia de estas fiestas no estaba en los regalos materiales que recibieran, ni en lo costoso o sofisticado que estos fueran. Lo más bello era estar con los seres amados, compartir instantes desde el corazón, darles apapachos, consentirlos desde lo más sencillo pero a la vez más valioso, hacerles sentir el amor que se les tenía.
Con el rostro sonriente Rosalie finalizó su compartir, invitando a Felipe y Antonieta a descubrir qué era lo que más les movía de las fiestas decembrinas, más allá de los regalos… eran pequeños aún y todavía había camino que andar, mientras tanto – les dijo- celebremos la vida no solo en fin de año sino todos los días.
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