Aroma a copal
La última de las clases del ciclo escolar dejó gratos recuerdos para Pilar, el cierre había permitido que ella y quienes integraban su grupo interactuaran en contacto con la naturaleza, justo una mañana previa al inicio del invierno. Era la primera ocasión que Pilar compartía actividades así con sus compañeras y compañeros del salón. Recordó que era afortunada en haber vivido experiencias parecidas en otros espacios y le alegraba tener esa convivencia ahora con su grupo escolar.
La actividad que organizó el equipo de Alfredo, Julián, Rosita y Maritere se había salido de la rutina de las clases, eso era el detonante principal para que todo el grupo se trasladara a un espacio fuera del aula. La cancha de fútbol se convirtió en el escenario que cobijó la interacción grupal. Estaba bellamente tapizada por el pasto natural, rodeada por muchos árboles de pino que dibujaban sus sombras sobre el pasto, amortiguando con ello los fuertes rayos del sol, además de tener a su alrededor montañas que semejaban ser las guardianas de la escuela. Todos estos elementos fueron testigos de ese encuentro de voces y sentires.
El inicio de la actividad fue con un saludo al Sol, se integraron en círculo, sintiendo el contacto de sus rayos, percibiendo el aroma de los pinos, escuchando el canto de los pájaros y dejando que el aire frío acariciara los rostros y las manos. Al centro del círculo estaba un incensario, las brasas ardían y antes de iniciar la meditación Julián le agregó copal, el aroma que desprendía era sumamente agradable.
Posteriormente, se sentaron en el pasto, ahí con los ojos cerrados permitieron escuchar las voces de Alfredo y Rosita que guiaron una meditación, acompañando con música tradicional de tambor y carrizo.
Pilar fue sintiendo que su cuerpo se iba relajando, el cerrar los ojos le hizo estar más en contacto con la naturaleza, escuchó el silbido del viento que mecía las ramas de los pinos. A medida que las voces de Rosita y Alfredo los guiaban iba concentrándose en su interior, el aroma copal estaba presente, le trajo recuerdos de su niñez, escuchaba también el sonido de las brasas que seguía desprendiendo fuego. Recordó el compartir de un marakame huichol que señalaba la importancia del abuelo fuego. Y justo Pilar lo tenía presente, el fuego estaba ahí y percibía su calor en sus manos y pies.
El ritmo de la música cesó, Maritere invitó al grupo a volver al momento presente, poco a poco cada integrante fue abriendo los ojos. Pilar observó que los rostros se veían relajados, diferentes, sonrientes. Ella misma se sentía así. Tocó el turno de compartir la palabra sobre lo que habían sentido con la meditación. Cada compañera y compañero fueron expresando sus sentires y pensamientos. Tenían elementos en común, el principal era el agradecer al equipo la organización y realización de la actividad, porque a través de ella habían compartido más allá de lo escolar, recordando que el contacto con la naturaleza es parte esencial en la vida de cada persona.
Mientras escuchaba con atención a sus compañeros de grupo, Pilar seguía percibiendo con gran deleite el aroma a copal, ése que la remontaba a las experiencias con sus seres queridos, a sus amistades y familia del corazón, al tiempo que desde su interior agradecía por esos momentos en colectivo, honrados por la naturaleza.
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