Abril y Sam: el dolor inabarcable
Hay cosas inexplicables en la vida o nuestras capacidades perecen exhaustas al no encontrar una explicación satisfactoria de nuestros comportamientos. De esas cosas que uno carece de capacidades para entender por qué llegan hasta nosotros, sucede que en estos días de muerte, entre lecturas y la música infaltable, descubrí a Sam Cooke. Perdido en uno de esos registros que ofrece una de las páginas de música que a menudo frecuento, me encuentro una canción de Sam Cooke interpretada magistralmente. Quien no logre que las emociones enternecedoras fluyan por su venas es que ha dejado de pertenecernos, ha dejado de sentir las pasiones de que estamos hechos los humanos.
Ignoro si Sam Cooke solamente interpretaba las canciones que él mismo escribía. Pero lo que escasamente he podido indagar es que, en efecto, era prolífico componiendo, quizás estimulado por su condición racial y la muy cercana adoración a dios muy común entre los negros americanos. No es descabellado pensar que haya pasado por los coros de alguna iglesia o templo, lo cierto es que a la escasa edad de 19 años era ya un cantante de gospel, aunque alcanzaría su máxima proyección poco tiempo después cuando comienza componer canciones al ritmo blues, más específicamente a lo que se conoce como el Rhytm and blues.
El éxito de Sam Cooke como compositor e interprete fue tal que se convirtió en un cantante muy popular en Estados Unidos entre los 50 y 60 del siglo pasado. Otros cantantes más cercanos a nuestros tiempos violentos le han rendido tributo póstumo haciendo interpretaciones propias de las canciones de Sam. Amy Winehouse, por ejemplo, realizó su muy personal interpretación de Cupido, escrita por Cooke en aquellos años en que era un cantante muy popular.
De Cooke también hay que resaltar su condición de activista por los derechos civiles, demandas que enarbolaron personajes tan importantes e incansables luchadores por los derechos de las minorías como Martin Luther King, entre muchos otros activistas que se convirtieron en leyendas por su valor y entereza moral frente a la discriminación.
El asesinato de Sam Cooke está rodeado de misterio y muchas especulaciones alrededor del crimen que cegó su vida a los escasos 33 años. No deja de ser perturbador que una de sus melodías lleve por título Wonderfull world frente a los actos muy humanos que cegaron su existencia. En un hotel de poca monta, Sam ingresó con una mujer después de haber estado en un restaurante en el que habían departido juntos. La encargada del motel aseguró que Sam llegó buscando a la mujer que había ingresado con él, pero la discusión se salió de control y, según ella, éste la agredió, de manera que repelió a su agresor con una 38 super con un certero tiro en el pecho que cercenó en pedazos el corazón de Samy. El juez decretó que la muerte había ocurrido en defensa propia y, por tanto, el caso estaba cerrado para el sistema de justicia.
La familia, por supuesto, se opuso siempre a estas versiones que manchaban el nombre de Sam Cooke. Asimismo, gente cercana que había estado en los funerales del cantante y que vieron el cuerpo antes de ser sepultado, aseguraron que no daban crédito de la brutalidad que se reflejaba en el cuerpo, el rostro prácticamente desconocido y su cabeza casi desprendida del torso.
Abril es asesinada en condiciones muy diferentes a las de Sam, pero hay cosas en las que quizás se parezcan. Sam era un activista por los derechos humanos en los años más oscuros del racismo estadounidense. Abril había sido violentada desde su propia casa y pretendía dedicarse a la creación de una institución que ayudase a las mujeres que sufrían violencia desde sus propias casas, la llamada y nunca reconocida violencia machista. Sin temor a equivocarme, considero que en ambos homicidios el odio fue el combustible que alimentó el irrefrenable deseo de exterminar al otro.
Antes de su muerte, Abril había visto 43 primaveras, aunque las últimas diez no alcanzaban a compensar sus pesares y angustias. Apenas este año se armó de valor y dejó al causante de sus infortunios, después de sufrir una tremenda paliza que la dejó hospitalizada por días.
Dentro de las aberraciones de los practicantes de la ley lo que brilla es la estulticia y la naturalización de la muerte. Cuando la vida tiene un precio, la justicia se prostituye. Abril soportó de su presunto verdugo una tremenda golpiza propinada con un bat, que la autoridad judicial consideró un juguete y que si la habría querido asesinar no hubiese perturbado sus sueños sino que le hubiese quitado la vida despierta.
Como Samy, Abril sufre un doble asesinato no solamente de sus perpetradores intelectuales y materiales, sino de un sistema de justicia carcomido por la corrupción, la incompetencia y la falta de escrúpulos.
No, todos lo sabemos, como sociedad no vivimos nuestros mejores días y resulta prácticamente imposible no conmoverse ante el dolor ajeno. Uno de los grades problemas es que esto es más común de lo que nos atrevemos a reconocer, existe un súbito incremento de la violencia doméstica y los feminicidios se están convirtiendo en el pan nuestro de cada día. Abril tiene la fortuna de apenas estar trascendiendo porque los medios difunden su caso, frente a ella existen otras que ni siquiera sus rostros hemos conocido, pero su dolor todavía nos acompaña y sus gritos se esparcen por todos los aires buscando la justicia jamás encontrada. Solamente nos queda acaso como bálsamo el rostro enternecedor de Abril, las ilusiones masacradas, y las bellas melodías de Sam Cooke. Ruego que sus familias encuentren la paz ahora arrebatada.
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