Las emociones: felicidad o desgracia
Casa de citas/ 454
Las emociones: felicidad o desgracia
Héctor Cortés Mandujano
En Rita (2012, serie danesa creada por Christian Torpe, con Mille Dinesen en el papel protagónico), capítulo siete, primera temporada, esta maestra libérrima, promiscua, muy inteligente, es invitada a cenar. ¿El viernes?, propone el director invitante.
—El viernes no puedo –contesta ella–, tengo un funeral.
—¿Murió alguien cercano?
Ella lo piensa un segundo y confiesa su duda:
—No sé… Mi mamá.
***
Guían los hados al que voluntariamente se deja llevar por ellos:
al que no quiere lo arrastran
Seneca,
citado por Descartes
Leí antes su biografía y, ahora que pongo en orden mi biblioteca, me hallé con un volumen que contiene dos de sus libros básicos: Discurso del método y Tratado de las pasiones, publicados en 1637 y 1649, respectivamente (mi ejemplar es de RBA Editores, 1994). Hablo de Descartes, obviamente.
Aunque mucha de la información científica acerca del cuerpo (en ambos libros explica órganos y funciones) ha caducado, sus ideas permanecen. Hay un botón superficial de muestra: Horacio Ferrer y Astor Piazzolla compusieron para el cantante Jairo, los tres son artistas argentinos, la “Milonga del trovador”. Una de las líneas que más me atrajo cuando la escuché fue aquella que habla de “la oreja del corazón”. Y esa idea está varias veces repetida en el Discurso… cuando se refiere a las aurículas cardíacas, que es como decir orejas. Dice Descartes (p. 39): “forman como dos bolsas llamadas las orejas del corazón”. ¿Lo tomó de allí Ferrer, el letrista? Quién sabe.
En el Tratado de las pasiones ordena y enumera las pasiones. Cuando habla de la admiración, dice (p. 125): “Aunque sólo los idiotas y estúpidos no están inclinados a la admiración, tampoco puede decirse que los hombres de espíritu superior sean siempre los más inclinados a ellas”.
Dice de la alegría (p. 146): “La alegría hace más vivo el color, y más bermejo, porque, abriendo las esclusas del corazón, hace que la sangre corra más de prisa por todas las venas”.
Ahora se ha descubierto, mediante estudios científicos sobre el cerebro, lo que ya sabía Descartes (p. 167): “Nuestro bien o nuestro mal dependen principalmente de las emociones interiores, que no son producidas en el alma sino por el alma misma”.
Habla de la compasión y la burla (p. 194). “La risa de Demócrito y el llanto de Heráclito han podido venir de la misma causa”. El pie de página de mi libro consigna la explicación: “La Antigüedad representaba al primero siempre riendo, por las constantes tonterías y necedades de los hombres, y a Heráclito siempre llorando, por la miseria de los hombres; y esto pasó a ser un lugar común”, que se usa en teatro para representar la comedia y la tragedia.
Insiste en algo que tal vez es una de sus grandes enseñanzas (p. 205): “Sólo de las pasiones depende todo el bien o el mal de esta vida”.
***
Leo El destierro apacible y otros ensayos (Premiá Editora, 1987), de Jacobo Seramí, libro que compré en un supermercado, hace tiempo, y me encantó por la buena escritura del autor, su clara inteligencia, su erudición sin pomposidades. Habla de varios poetas y dice algo que quizás ya sabía de Pessoa, pero había olvidado (p. 120): “Como ya lo han señalado muchos críticos, pessoa viene del latín y significa máscara; la misma palabra en francés dice nadie”.
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Es culpa de uno, por falta de uso,
si la mente se entorpece en la vejez
Johnson, a sus 70 años
Transcribe James Boswell en La vida del Dr. Samuel Johnson (publicada originalmente en 1791), que leo en el eBook de mi lector electrónico, esta verdad palmaria (p. 135): “Es asombroso que hayan transcurrido cinco mil años desde la creación del mundo y aún esté indeciso si ha habido o no un caso de que el espíritu de una persona haya aparecido después de su muerte. Todos los razonamientos están contra ello, pero toda la creencia está en su favor”.
Este libro ha sido considerado “la mejor biografía en lengua inglesa” y es producto del diario minucioso de Boswell con respecto a las constantes reuniones, visitas, charlas, experiencias vividas a dúo con Samuel Johnson, obligada cita cuando se habla de los mejores hombres de letras ingleses. Dice Johnson, vía Boswell (p. 175): “es extraño que se lea tan poco en el mundo y que se escriba tanto. La gente, en general, no siente inclinación por la lectura si puede lograr otra cosa que le divierta”.
Su Diccionario, sus Ensayos, su obra vasta no satisfacían a Johnson en su inclinación por el aprendizaje (p. 188): “Considero perdido todo día en que no aprendo algo nuevo”.
Boswell (1740-1795), escocés, abogado de poco éxito, dice la nota biográfica de eBook, no fue un gran hombre de letras (p. 198): “Su vida fue especialmente licenciosa, frívola y disoluta: solía salir de casa, y tras pasar semanas enteras entre prostíbulos y tabernas, volver a ella con alguna infección venérea”.
Aun así, dada las dimensiones del personaje Johnson, sobre el cual puso todas las luces, se le ha llegado incluso a considerar el creador de la biografía moderna.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
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