La moderación que nos falta
Si en verdad coincidimos que en México el debate público está altamente polarizado, lo propio sería contribuir a airear el diálogo desde posiciones moderadas que permitan valorar lo que en actual gobierno se hace razonablemente bien, sin que esto signifique claudicar en la crítica de lo que no se realiza adecuadamente.
En un país con largos años de estancamiento económico y muchos más de haber padecido un sistema político aceitado por la corrupción endémica, resulta un despropósito pretender que las cosas cambien de la noche a la mañana, como lo exigen algunos sectores desesperados ante el abandono de que han sido objeto durante años o los grupos conservadores que sin escrúpulo alguno buscan que a este gobierno le vaya mal, aunque esto signifique una desgracia para millones de mexicanos.
Hay quienes recurren a la historia para hacer una crítica al presidente, quien compara lo que está haciendo con los cambios que en su momento hicieron Hidalgo, Morelos, Juárez, Cárdenas; entre otros personajes ilustres de nuestra historia. Descreen, por ejemplo, que el presidente tenga el coraje para enarbolar las transformaciones que pregona. Algunos de los críticos de AMLO, consideran que el presidente se equivoca al tratar de equiparar los periodos en que gobernaron Juárez o Cárdenas. No basta, dicen, desear las cosas para que estas sucedan. Aquellos expresidentes, nos recuerdan, tienen tan alta estima porque actuaron sobre condiciones que se presentaron en su momento: un país dividido y agobiado por las deudas, o el enfrentamiento con empresas extranjeras que se negaban a mejorar los salarios de los trabajadores. En efecto, no se trata de comparar etapas históricas tan disímbolas, pero sin duda hay elementos similares que los asemejan y los diferencian al mismo tiempo. De los gobiernos de la alternancia, es decir, del PAN y el retorno del PRI, hemos tenido gobiernos que han incrementado la deuda externa y dejaron un país con escasos recursos para la inversión. Existe división entre algunos sectores de la población porque algunos se niegan a perder privilegios. Cierto es que se han cometido quizás abusos, pero mantener la disciplina en el gobierno y apoyar una mejor distribución del ingreso en el país son políticas correctas. De manera que sí existen algunas semejanzas entre las distintas etapas de nuestra historia con las que el presidente intenta comparar la profundidad de los cambios que enarbola.
Sin embargo, ha sido en este gobierno que un líder sindical todopoderoso y único, decidió renunciar a la cuasi eterna dirigencia que le fue concedida después de que fuera encarcelado, Joaquín Hernández Galicia, otro gran prócer de la corrupción sindical. Cierto es que una golondrina no hace verano, puesto que prácticas tan añejas son difíciles de erradicar y lleva años su extirpación en el cuerpo social que tanto daño le ha causado, pero al menos alguien se atrevió a enviarle señales al líder que sus tiempos se habían agotado. En los 12 años de gobiernos panistas, por ejemplo, no hubo más que alianzas abyectas con los poderosos dirigentes sindicales entregando el mandato que habían recibido de la ciudadanía a través de elecciones democráticas. De los priistas, mejor ni hablar, aunque fueron los principales artífices para que estos monstruos de la representación sindical se mantuvieran en el poder durante tantos años.
Solamente por mencionar un caso en que se ha actuado de manera correcta o, por lo menos, en forma distinta a como nos tenían acostumbrados los gobiernos anteriores. En este sentido, el gobierno del presidente Obrador marca una diferencia que incluso ha sido benéfica, en este caso, para las propias dirigencias sindicales. No se les ha tratado como cuando Salinas mandó a encarcelar a la Quina y Gutiérrez Barrios, fiel a su estirpe, envió a sembrar armas y detener al ex-líder sindical.
Otra de las medidas interesantes del actual gobierno federal ha sido la política expresamente dirigida a bajar los salarios de la alta burocracia. De hecho, se acaba de publicar en el Diario Oficial de la Federación la reglamentación que la respalda. No es un asunto menor y es probable que, en efecto, no se ahorre tanto o se obtengan muchos recursos adicionales mediante estas medidas, pero era moralmente inaceptable los montos de salarios que por este concepto recibían los funcionarios de mayor rango. Por lo tanto, es adecuado que se tomen acciones para contener los apetitos insaciables de los altos funcionarios. Como se dice vulgarmente, no tenían llenadera, mientras vivimos en un país con más de la mitad de su población en pobreza, pues resulta no sólo un despropósito sino hasta cínico que los funcionarios del gobierno se excedan.
Resulta sorprendente que el expresidente del IFE, José Woldenberg, aluda a los riesgos y a una suerte de intromisión indebida de la presidencia, cuando se le recorta el presupuesto al INE en poco más de mil millones de pesos, teniendo en puerta elecciones para el próximo año. Se recurre al subterfugio del peligro que esto significa para la democracia, pero extrañamente se omite señalar que los consejeros del instituto electoral son de los funcionarios mejor pagados del gobierno federal. Por un lado, es clara la intención presidencial de obligar a los consejeros a moderar sus ingresos y, por el otro, la oposición de estos funcionarios de continuar siendo de los grupos más privilegiados de la administración federal. Los partidos políticos no han dicho esta boca es mía, pero igualmente son parte del problema. Ni siquiera Morena ha regresado los recursos que se comprometieron con el fin de atenuar lo desproporcionado de los presupuestos que reciben. Como se dice vulgarmente, cuando se trata de dinero, todos enseñamos el cobre. Bueno, no todos, hay quienes se oponen y es loable que lo hagan.
En la universidad en que presto mis servicios como académico, la rectora evade las preguntas cuando los periodistas la cuestionan acerca de su salario por el cargo que ostenta y cuando un columnista señala que recibe un monto aproximado de 190 mil pesos mensuales, ella se inconforma aludiendo un ataque por su condición de mujer. Si la información es cierta, quien se desempeña en el cargo más importante de mi universidad no solamente gana más que el gobernador del Estado, sino hasta más que el presidente de la república. Según se sabe, se le han hecho llamados a la moderación de parte de las autoridades estatales y esto ha significado un rompimiento entre las partes.
Frente a esto, los recintos universitarios más modestos carecen hasta de lo más indispensable. Peor aún, el artículo 3ero resulta letra muerta porque algunas universidades cobran cuotas a sus estudiantes vulnerando el precepto de la gratuidad.
Es cierto que algunas universidades atraviesan situaciones financieras difíciles, pero no es menos cierto que también hace falta algunas dosis de autocrítica y, más aún, tomar medidas que permitan corregir los excesos.
La pérdida de controles efectivos desató el apetito desbordado por el reparto del presupuesto público entre las cúpulas burocráticas. Establecer criterios para la moderación en cuanto a los salarios de los altos funcionarios es una política correcta, pese a que no sea tan sexi para quienes habían hecho del servicio público espacio para el usufructo, individual y de pequeños grupos, del presupuesto.
Se dice, también, que la política social del actual gobierno tiene tintes electorales. Ningún gobierno en el mundo resulta lo suficientemente ingenuo como para pensar que ofrecen apoyos desinteresadamente. El hecho es que este gobierno ha decidido invertir un presupuesto significativo a los sectores más vulnerables del país. En particular, el programa estrella resulta ser el que se enfoca en la pensión a adultos mayores y las comunidades indígenas. No deja de ser interesante mencionar que de cada 10 pesos que invierte el gobierno en apoyo a los sectores más vulnerables 7 de ellos están dirigidos a las pensiones. ¿Si estas políticas tuvieran solamente un diseño con fines electorales no habría que dirigir los recursos para apoyar a los jóvenes? Este segmento de la población no solamente son más en términos absolutos sino que permanecerán como electores durante un ciclo todavía prolongado.
Recientemente se acaba de aprobar el presupuesto de egresos de la federación, es decir, lo que el gobierno central planea gastar el próximo año. Como siempre, varios actores políticos peregrinaron por la Cámara de Diputados buscando obtener o ser beneficiarios de alguna parte del presupuesto. No ocurrió nada de eso, así como llegaron se fueron regresando alcaldes, gobernadores y organizaciones diversas. Llama la atención la persistencia de organizaciones como Antorcha Campesina que prácticamente tuvo secuestrados los accesos al recinto legislativo, motivo por el cual debieron cambiar la sede del Congreso. Acostumbradas como lo están estas organizaciones a repartirse el botín del presupuesto hicieron lo mismo de siempre y al no encontrar eco, decidieron movilizarse. El gobierno se mantuvo firme en su política de no a los moches y, de nuevo, hay que mencionar que esta decisión fue la correcta. Es más, pese a las facultades que al Estado asisten para dispersar a quienes cometen actos ilegales, el gobierno actual no actuó mediante el recurso de la violencia legítima. También en esto hay que reconocer la templanza y tolerancia que este gobierno ha demostrado en este caso.
Como se puede ver, al gobierno actual le sobran críticos, pero pese a sus errores, resultan pocos lo que pueden meter las manos al fuego por el. Convocar a la moderación en vez de a la polarización es una tarea necesaria frente al ayuno de buenas noticias y las adversidades que a diario vivimos todos.
Excelente comentario, errores como aciertos, tiene este gobierno. Será difícil que la oposición, y más la del PAN entre en modo de MODERACIÓN, lo suyo es la polarización, con el fin de desacreditar al gobierno actual, esto con el objetivo de regresar a vivir del erario o mejor dicho a gozar de todos los privilegios de una nobleza similar a tiempos de la Edad Media. Critiquemos con razones las malas decisiones de la 4T, pero aventemos al bote de la basura las descalificaciones de la oposición, como dictador, comunista, corrupto que se le hacen al presidente. Calificativos que sólo se ven como patadas de ahogado. Lo felicito por su comentario, siempre interesante leer lo que escribes ya que lo hace con apego a la objetividad. Saludos y esperemos más artículos.