Repensar la pobreza
Por Manuel Ignacio Martínez Espinoza[1]
El pasado 14 de octubre el Banco Nacional de Suecia anunció que el Premio Nobel de Economía 2019 se le concedía a Abhijit Banerjee (India), Esther Duflo (Francia) y Michael Kremer (Estados Unidos) por sus contribuciones al tema de la pobreza, concretamente “por su aproximación experimental” mediante la cual han introducido novedosas formas de dar respuestas fiables al alivio de la pobreza global.
Duflo y Banerjee escribieron en 2011 un libro que sintetiza sus aportaciones: Poor Economics: A Radical Rethinking of the Way to Fight Global Poverty, que fue traducido al español y publicado en 2014 bajo el título erróneo de Repensar la pobreza: un giro radical en la lucha contra la desigualdad global.
En Poor Economics/Repensar la pobreza, Banerjee y Duflo tienen como premisa que los conocimientos generalizados sobre la pobreza oscilan entre nociones genéricas, abstractas, estereotipadas y compasivas que empujan a políticos y funcionarios a implementar medidas contra la pobreza sesgadas por tres íes: ideologías, ignorancias e inercias.
Además de que ello deriva en intervenciones desacertadas, las políticas para el combate a la pobreza tienden a considerar a los pobres como objetos de atención, no como fuentes de conocimiento. Por lo anterior, en su libro detallan el resultado de las investigaciones que realizaron durante más de una década para entender la complejidad y riqueza de la vida de los pobres, es decir, de las personas que viven en un mundo donde las instituciones no están diseñadas para ellos pero aun así generan una economía de la pobreza (que, como advierten los autores, se confunde pero no es igual a una economía pobre).
Asimismo, los investigadores del Massachusetts Institute of Technology (MIT) han basado sus estudios en una postura epistemológica que podría catalogarse como reduccionista, no de forma peyorativa sino como un enfoque filosófico. Específicamente, Dufflo y Banerjee propugnan por dejar de pensar la lucha contra la pobreza como “demasiado abrumadora y a empezar a pensar en ella como un conjunto de problemas específicos que, una vez identificados y comprendidos, pueden ser resueltos de uno en uno” (p. 19).
Más que las grandes preguntas (¿cuál es la causa principal de la pobreza?), enfocarse en sus manifestaciones concretas (¿cómo luchar contra el dengue, la muerte materna o el ausentismo escolar?). No el debate genérico y abstracto, sino la solución práctica e inmediata. Lo que además de ir aliviando asuntos puntuales de la pobreza puede aportar elementos para ir comprendiendo las piezas del rompecabezas.
Así, el trabajo de Duflo y Banerjee elude la tendencia en los estudios de la economía del desarrollo -centrados en la desigualdad o la redistribución- para dedicarse a las acciones concretas que pueden mitigar las causas de la pobreza en las comunidades que la padecen. Es decir, optan por perspectivas microeconómicas en lugar de la usual visión macroeconómica.
Tal enfoque –que por cierto fue medular para la formación disciplinaria en el modelo de la ciencia moderna- ha llevado a los economistas galardonados a buscar evidencias de las acciones exitosas contra la pobreza. Razón por la cual han realizado sus investigaciones (principalmente en África y Asia) empleando pruebas aleatorias controladas para evaluar la efectividad de las medidas contra la pobreza. Es decir, han elegido grupos, escuelas o barrios que reciben el beneficio social y otros que no, comparando después los resultados para así evaluar los efectos del programa.
Esa metodología les ha llevado a obtener resultados relevantes. Por ejemplo, que dar un kilo de lentejas a las familias multiplicaba por 6 la tasa de vacunación en las comunidades, que facilitar el acceso a mosquiteros reduce drásticamente la malaria, que desparasitar niños e informar a los padres sobre el beneficio de la educación aumenta exponencialmente las tasas de escolaridad, y que los microcréditos tienen poco impacto en la reducción de la pobreza.
Los autores concluyen con cinco lecciones para mejorar la vida de los pobres: 1) se les debe proporcionar información verídica y de comprensión sencilla; 2) se les debe facilitar las opciones adecuadas para asegurar su uso –alimentos fortificados, cloro para depurar el agua, cuentas de ahorro, etc.-; 3) se requiere crear mercados con condiciones pertinentes para ellos –que no se aprovechen o profundicen su condición-; 4) se debe creer en la relevancia de los cambios aparentemente marginales o pequeños; 5) se deben cambiar prejuicios para forjar expectativas que impulsen acciones virtuosas.
Indudablemente, Esther Duflo y Abhijit Banerjee han generado conocimiento relevante que, al basarse en evidencia, además puede ser de gran utilidad para el diseño e implementación de programas y acciones para el combate a la pobreza. En ello radica su mérito para ser destinatarios del premio Nobel de economía.
Sin embargo, como todo conocimiento, el que ellos han producido y divulgado tiene sus limitaciones. Y no sólo se trata de la reflexión lógica de que lo que funciona en un caso concreto no necesariamente funciona en otro, sino de algo más profundo y que precisamente forma parte de su postura epistemológica: la omisión –o por lo menos, la escasa relevancia que le conceden- al ámbito de lo macro.
Así, en las investigaciones y hallazgos de Duflo y Banerjee, los modelos económicos, los mercados y las políticas redistributivas se muestran, si no ajenas, al menos sí lejanas, de las expresiones concretas de la pobreza.
Por tanto, en esa redición del pensamiento binario de lo macro vs. lo micro, el centrarse en aliviar lo inmediato puede conllevar a disociarlo de sus causas estructurales. Puede y de hecho lo hace, por ejemplo, cuando afirman que invertir en transferencias monetarias condicionadas puede ser benéfico para los gobiernos pues los ciudadanos los recompensarían por ello. Y ejemplifican su afirmación con los resultados electorales a favor del Partido Revolucionario Institucional en los pueblos donde tuvo más duración el famoso programa PROGRESA-Oportunidades.
Es decir, los autores concluyen que ello se debió a que el programa había conseguido mejorar la salud y la educación de los hogares, por lo que el PRI fue recompensado por los ciudadanos (p. 323) pero obvian de su análisis el clientelismo electoral.
Lo mismo sucede con otros casos en comunidades africanas o asiáticas, donde los liderazgos o la cultura política son apenas mencionados. Es decir, la política –que también se manifiesta en actores, procesos e instituciones concretas- es poco considerada como variable explicativa.
El alivio de las expresiones concretas de la pobreza es un factor central para el combate de esta. Pero para ser solución, debe acompañarse del tratamiento de sus causas estructurales.
Conviene no olvidar que lo micro y lo macro, como se nos ha tratado de explicar desde el pensamiento y las ciencias de la complejidad, son interdefinibles.
Por eso, es necesario repensar la pobreza pero sin desestructurarla ni despolitizarla.
Así, podremos observarla –e incluso atenderla- en su testaruda complejidad.
[1].- Miembro del Observatorio de las Democracias: Sur de México y Centroamérica (ODEMCA). Catedrático CONACYT comisionado al Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica (CESMECA). Correo: manuel.martinez@unicach.mx
Sin comentarios aún.