La Prensa Libre o cómo eludir la perversión

Prensa que no es libre, no es prensa. Lo digo a propósito de la cancelación por parte del Presidente Donald Trump, de las suscripciones que la Casa Blanca mantenía con el New York Times y con el Washington Post. A don Donald no le gusta el análisis. Prefiere un pueblo dormido, domesticado a través del miedo, y a una prensa que no sea prensa, sino vocera de sus ocurrencias. La prensa de Nueva York en general, ha mantenido una actitud analítica de frente a la realidad de los Estados Unidos y del mundo. En el siglo XIX, el propio Carlos Marx publicó en el New York Daily Tribune (¿antecedente del actual New York Times?), una serie de textos sobre Asia que son imprescindibles para comprender el colonialismo. El Washington Post, todos lo sabemos, fue el periódico que informó sobre el Water Gate que finalizó nada menos que con la caída de Richard Nixon. Recordemos la película “Todos los Hombres del Presidente” y la historia de “garganta profunda”. Todo esto pasa por el cerebro de pollo de Don Donald. Y lo asusta. Nada de Prensa, es su dictamen.

A propósito del despropósito de don Donald, recordé a Gervasio Grajales Gómez, considerado, en una época,  como uno de los maestros, sino es que el maestro, del periodismo chiapaneco. La verdad es que disfrutaba de su famosa columna “Dacha El Tziqueté”. En aquellos días, no eran pocos los que se preguntaban qué quería decir Dacha y por qué tal expresión iba unida a un vocablo zoque, Tziqueté. Pensándolo a la distancia, y recordando alguna conversación con Gervasio en los días en que estaba de vacaciones en Tuxtla, llegué a la conclusión de que el propio título de la columna-además de su contenido-era una forma de hacer prensa crítica en medio de la tremenda presión política que se ejercía en Chiapas para tener maniatada a la Prensa. Por supuesto, la tal presión se acompañaba con el llamado chayote, quizá porque la cueza le gusta mucho a los chiapanecos. La cuestión es que Gervasio con la palabra Dacha hacía referencia a las casas de campo en Rusia, sí, pero era la Rusia Soviética, la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, que en sus buenos tiempos, era el contrapeso al imperialismo norteamericano. Que sutil forma de alinearse la de Gervasio. En medio de la ignorancia de los círculos políticos chiapanecos de aquellos días, nadie notó ese detalle. Dacha, era una referencia política: escribo-ha de haber pensado Gervasio-desde la mirada izquierda, en plena guerra fría. La siguiente expresión, el Tziqueté, aludía a una palabra zoque, el nombre de una planta, la raíz local. Alineado sí, pero enraizado en su lugar de residencia, en Tuxtla, honrando de esta manera el nombre de su periódico: Diario Popular, ES! Excelente. Recuerdo que mi madre me encomendaba “si sales, compra el ES!”, del que era lectora cotidiana.

El caricaturista Enrique Alfaro con el periodista Gervasio Grajales.

Gervasio usó la ironía, el descaro, hasta el cinismo, como medios de expresión crítica. Recuerdo que me contaba-como lo hizo con muchos-aquella anécdota de cómo enseñaba a un joven periodista, diciéndole: “lo primero es introducir una hoja de papel en la máquina de escribir y poner, recibí de, la cantidad de”. Y estallaba en risa el buen Gervasio. Se hizo viral, diríamos hoy, aquella ocasión en que Gervasio, gobernando el doctor Manuel Velasco Suárez, empezó publicando textos críticos, certeros, que terminaba con la frase, “…mientras no llegue el cheque…” Y un día, Gervasio publicó en el ES! la foto en la que está recibiendo el cheque de manos del mismísimo Señor Gobernador. El pie de foto es genial: “Ya llegó el cheque”. Que manera tan espléndida de mostrar a una prensa maniatada, usando la vocación lúdica de la cultura popular de Chiapas. La foto se comentó en las calles de Tuxtla acompañada de chistes y carcajadas. Fue pretexto para la plática en las casas de los tuxtlecos. Por supuesto, los intelectuales reunidos en El Ateneíto, lo hablaron y se rieron hasta la saciedad, mientras se refrescaban con las cervezas helodias que servía don Oscar. Yo recorté aquella foto y la gozamos en las casa de huéspedes en las que convivía con otros estudiantes chiapanecos, allá en la Calle de Tonalá, en la Colonia Roma, en el recordado D.F.  ¡Gran Maestro Gervasio! Decíamos en medio de las risas. Espero, deseo, que ese ejemplar del ES! Diario Popular, se conserve en la Hemeroteca de Chiapas, porque es una joya. Otro botón de muestra son aquellas ocho columnas que publicó Gervasio en referencia a la elección de un nuevo Gobernador en Chiapas, en aquellos tiempos en que el partidazo arrasaba. La tuxtlecada leyó en el ES!, “Que leche: ganó el PRI”. Como diría Jesulín de Ubrique, en tres palabras, im-pre-sionante. Los mismos políticos se quedaban sin poder hacer nada ante semejante despliegue de astucia. Gervasio hacía mofa de sus fantochadas y falsa solemnidad, en sus propias narices y todavía más: pagaban por ello.

Recién fundado el CIESAS-Sureste con sede en Tuxtla Gutiérrez y estando listo el edifico que nos sirvió de primer local, el llamado Palacio de la Cultura, bauticé al pequeño pero confortable Auditorio con  el que contamos con el nombre de Gervasio Grajales Gómez, para honrar la memoria de un personaje que merece mayor atención. No disfrutó Gervasio de ese detalle, pero recuerdo a su hija Marta, en la inauguración, con ojos asombrados, ante aquel merecido homenaje a su padre. En aquella ocasión dije que Gervasio había usado lo que los antropólogos llamamos “relaciones en broma” para quebrar muchas reglas y describir el medio en que vivíamos.

Gervasio Grajales arropaba en las páginas de su singular diario a un cronista sin par, un genio de la pluma sencilla, de la descripción de la vida pueblerina: FAR. Yo leía las crónicas de FAR con la misma ansiedad deleitosa con la que leí a Emilio Salgari y las aventuras de Sandokan, el Tigre de la Malasia. FAR describía con sorna la cultura popular de Tuxtla a través de sus crónicas que convertían al delito en motivo de mofa. Todavía recuerdo aquella magnífica reseña de FAR, del llamado “Kilo de Jeta” (por algo sería), un ladronzuelo de gallinas que azolaba los gallineros de las huertas de Tuxtla. Relataba FAR que en una de sus incursiones, el Kilo de Jeta fue “cachado” in fraganti, por una viejecita dueña de las gallinas que pretendía llevarse. La frase pronunciada por la viejecita, real o inventada por FAR, no tiene desperdicio: “Ya te vi kilo de jeta, no te componés”. Maravilla. Cómo nos reímos con aquel ejemplar del ES! en mi casa, la familia entera alrededor del comedor. Una y otra vez leíamos la crónica de FAR y una y otra vez, estallamos en carcajadas. También nos reíamos al leer que FAR usaba la expresión “se transportaba en su patas de hule” para describir algún accidente de automóvil.  FAR era un etnógrafo de la vida cotidiana del pueblo de Tuxtla, una vida que se hacía “cara a cara” como diríamos los antropólogos.

Ciertamente en este tema de cómo eludir la persecución a la prensa y su perversión, está el ejemplo, insólito, de don Romualdo Moguel, Tío Ruma, pero eso es otra historia, otro tiempo.

Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 26 de octubre de 2019.

 

 

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