Chiapas en las crónicas de Stephens, 1840

© Stephens en una estampilla beliceña. Dominio público (1976)

En Yucatán, Chiapas y Centroamérica, los más informados, entre ellos antropólogos regionales, arqueólogos y mayistas, aunque también anticuarios, excursionistas y expedicionarios, saben que, en 1841, en Nueva York, el explorador norteamericano Jhon Lloyd Stephens (1805-1852) publica por primera vez su Incidents of travel in Central America, Chiapas and Yucatan. Saben asimismo que durante diez meses —desde finales de 1839 a mediados de 1840— recorre esta área entonces remota. Ello es: zarpa del puerto de Nueva York, desembarca en Belice, y va a Honduras en donde reconoce la ciudad maya de Copán. En Guatemala se encuentra con el golpe de estado de Rafael Carrera, visita viarias zonas de Costa Rica, Nicaragua y El Salvador, vuelve hacia el Petén (el Noroeste de Guatemala), se queda por unos días en Quetzaltenango y, desde ahí parte hacia Chiapas y Yucatán.

El libro narra entonces, una de las primeras visitas formales, especialmente interesadas en la ubicación geográfica y el reconocimiento arquitectónico de las antiguas ciudades mayas, entre ellas principalmente Palenque, absolutamente desconocida para el mundo. El grupo está integrado por Stephens, a la cabeza de la expedición; el dibujante inglés Frederick Catherwood (1799-1854), Pawling, hombre de la confianza del líder, experimentado en la logística azarosa de estos viajes; Juan, su ayudante personal y, siempre un grupo variado y anónimo de asistentes locales.

Obtiene y lleva para su salvaguarda, un nombramiento que lo acredita como “agente especial extraordinario”, encargado de una “misión confidencial”, otorgado por el gobierno norteamericano, en donde aparece la firma del presidente de Estados Unidos, Martin Van Buren, año 1839. Lleva sólo mulas y caballos para el transporte y carga del equipaje y… lo más importante para la geografía, la historia y las esencias de nuestra cultura (de Chiapas, Yucatán, México y Centroamérica): la extensa crónica de viaje con la que contamos a partir de entonces. El libro al que hemos hecho referencia: conjunto de abigarradas y punzantes, aunque también agradables crónicas, por las que transitan los paisajes, pueblos y pobladores de La Trinitaria —llamada entonces Zapaluta—, Comitán, San Cristóbal, Altamirano, Ocosingo, Bachajón, Chilón y Palenque.

Mediados del siglo XIX, tiempos en que, en Estados Unidos y Europa transcurre ya la primera Revolución Industrial, mientras que en México siguen las guerras fratricidas entre centralistas y federalistas, pierde la mayor parte de su territorio a manos de los gringos y Chiapas aún duerme el apacible sueño del puñado de religiosos y caciques que lo gobierna.

Por la crónica correspondiente a los bosques y montañas que transitan, se observa todo: riqueza, bienestar y bonanza en algunos casos, aunque en especial: abandono, pobreza y negligencia. Es interesante sin embargo para la historia, por las estampas que fijan el estado social y económico en el que Chiapas se encuentra. Salen pues, los expedicionarios, en este recorrido por la tierra, nuestra tierra, de San Antonio Huista, departamento de Huehuetenango, a más o menos cuatro leguas de la frontera de México y Guatemala, buscan Comitán y van rumbo a Ocosingo y luego a Palenque.

Tomamos para este recorrido virtual, extemporal y acaso fantástico —aunque rigurosamente apegado al texto de la crónica—, la versión en español siguiente: Jhon Lloyd Stephens (1989): Incidentes de viaje en Chiapas (Juan C. Lemus, trad). México: Gobierno del estado de Chiapas y Miguel Ángel Porrúa, librero editor. 199 pp. Tomado a su vez, según se lee ahí, de los capítulos XIV a XXI de la obra original cuya referencia es: John L. Stephens (1842): Incidents of travel in Central America, Chiapas and Yucatan. London: John Murray. 2 vols. Iniciamos.

Capítulo 1. Cómodo alojamiento. El viaje continúa. Camino pedregoso. Hermoso río. Puente colgante. El Dolores. Río Lagartero. Cede el entusiasmo. Otro puente. Entrada a México. Un baño. Una iglesia solitaria. Un paisaje de esterilidad. Zapaluta. Comitán. Otro paisano. La perplejidad aumenta. Cortesía oficial. El comercio de Comitán. Contrabando. Escasez de jabón.

A la mañana siguiente nos encontramos con que el convento era tan acogedor, se nos atendía tan obsequiosamente, pues el alcalde o su mayor, con vara en mano, se hallaba en constante solicitud, y el paraje era tan hermoso, que no teníamos prisa alguna por marcharnos; más el alcalde nos dijo que ya todo estaba listo. No vimos a nuestros cargadores, y entonces averiguamos que él y su mayor eran los mozos a quienes había consultado. No podían dejar escapar dos dólares por cabeza y, postrando sus varas y su dignidad, se desnudaron las espaldas, colocaron el mecapal sobre sus frentes, alzaron la carga y salieron trotando.

Emprendimos la marcha cinco minutos antes de las ocho. El tiempo era hermoso pero nublado. Desde el pueblo descendimos por una colina hasta un extenso llano pedregoso, y como a una legua de distancia llegamos al borde de un precipicio, desde donde miramos hacia abajo un fértil valle oblongo, a dos o tres mil pies de profundidad, aislado por una muralla de montañas que lo circundaba en todo su derredor, y con la apariencia de una excavación inmensa.

Hacia el otro extremo del valle había un pueblo con una iglesia en ruinas, y el camino ascendía por una escarpada pendiente hasta un llano en el mismo nivel de aquél en que nos encontrábamos nosotros, ondulante e ilimitado como el mar. Hacia abajo parecía como si pudiéramos dejar caer una piedra hasta el fondo.

cruzcoutino@gmail.com agradece retroalimentación.

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