Trocito de cuarzo
La tardecita del domingo era fresca. Joaquina recordó lo que solía decir su mamá en esta época, ya se siente el airecito del tiempo de Todosanto, y en efecto el viento parecía susurrar ese anuncio. Era una tarde ideal para leer por placer, La Tregua de Mario Benedetti era la obra destinada para la lectura. Ella estaba cómodamente sentada en su rincón favorito.
Concentrada en la lectura, de pronto algo cayó sobre su regazo, se dio cuenta que su dije de cuarzo se había desprendido de su collar. Lo tomó entre las manos, lo acarició. Recordó cuando lo compró, su forma ovalada le gustó mucho.
Vino a su mente la visita que había realizado con Julián a la mina La Esperanza. Se sintió muy afortunada de haber tenido la oportunidad de conocer cómo se da la formación del cuarzo. Ambos habían disfrutado mucho esa visita.
Recordó la hermosa aventura de recorrer las entrañas de la mina, conducidos por Andrea, la chica que fue su guía en esa travesía. Indudablemente Andrea había hecho del recorrido una inolvidable experiencia, su gusto por contar la historia de la mina, anécdotas del pueblo minero en Hidalgo y la interacción que tuvo con ellos fue el hilo que generó la empatía.
Joaquina cerró los ojos por instantes, ahí estaban de nuevo los tres recorriendo el interior de la mina, las entrañas de la tierra como lo llamó Andrea, los territorios de el tío, como le solían decir al diablo en las anécdotas del pueblo minero.
Se hizo presente cada paso, caminado con sumo cuidado para no despertar a los durmientes, como Andrea les llamó a los trozos de madera que servían de rieles para mover los carritos mineros. Las anécdotas narradas por Andrea sobre la terrible situación laboral de los mineros, los accidentes provocados… también estaban las partes gratas como observar la formación del cuarzo en las paredes del túnel, semejando agua congelada que decoraba las paredes de manera permanente.
Andrea les explicó que en cada tramo de la mina el cuarzo se hallaba en diferentes etapas, desde el cuarzo en formación hasta llegar a vetas donde se podía apreciar ya formado en estado sólido. También les mencionó que no se debía tocar porque se contaminaba.
Una ráfaga de viento muy sutil le hizo abrir los ojos a Joaquina y volver al presente, tenía su dije de cuarzo entre los dedos, un trocito de cuarzo de las entrañas de la tierra. Sonrió, mientras lo colocaba nuevamente al collar y se lo puso. La Tregua la esperaba… y Julián no tardaba en llegar.
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