Tardecitas cálidas
Abordó el autobús que la llevaría de regreso a casa, Gertrudis estaba contenta porque era fin de semana y había cumplido su misión laboral. El calor era agobiante, casi 40 grados. Ahora necesitaba descansar el fin de semana.
Desde que inició el viaje se dispuso a observar los paisajes en el camino, era una de las cosas que más le agradaba cuando tenía asiento en ventanilla. La época de lluvias se hacía presente en toda la flora que contemplaba, diferentes tonalidades de verde y abundancia de platanares. Recordó las cosechas familiares.
El paisaje del ocaso se comenzaba a hacer presente, dibujando tonalidades en tonos naranjas, muy leves. Las casas que se situaban a orillas de carretera siempre le llamaban la atención a Gertrudis, sobre todo en lugares con clima cálido, al tiempo que las observaba pasaban por su mente muchas historias que la remontaban a la infancia y las reuniones familiares con sus abuelitos.
Le gustaban las casas con corredores, pilares y muchas plantas alrededor, lo más bonito era que en esos corredores la gente se sentara, formando una especie de media luna, a contemplar la tarde, a platicar, a reunirse entre familia. A Gertrudis le parecía que en esos espacios el tiempo se detenía por instantes, esos que deleitan la vida.
Entre el recorrido también aparecieron muchos niños que corrían, jugaban, se percibían contentos, disfrutando la tarde, sin importar el calor que acompañaba a ésta. No alcanzó a percibir a niñas, entre los niños muy pocos andaban en bicicleta. Gertrudis se quedó contemplando esa postal, los niños alegres, con los rostros sonrientes, saltando de un lado a otro entre el verde de los platanares, disfrutando esa tarde en verano. Vino a su mente la letra de una canción del compositor Fato que hacía remembranza a la niñez, Cuando era niño… me hubiese gustado seguir siendo niño…
El camión continuó su travesía, se comenzaron a observar focos prendidos en los corredores de las casas. El ocaso estaba más que dibujado, las aves volaban buscando su morada para pasar la noche. Gertrudis seguía atenta en la ventana, buscando hallar más paisajes que le hicieran traer historias vividas y también historias por imaginar.
Los rayos del sol escaparon muy pronto, empezó a pintarse el paisaje nocturno, a Gertrudis le pareció muy curioso que no tardaron en aparecer relámpagos, señales que la lluvia no tardaría en llegar y así fue. El paisaje se transformó en poco tiempo, mientras las gotas de lluvia resbalaban en el cristal de la venta seguía pensando que entre tanto ajetreo cotidiano aún se pueden disfrutar las tardecitas cálidas en el verano con la gente que se ama. Cerró los ojos para dormitar mientras llegaba a su destino.
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