Las maravillas en verano
Pilar había destinado una mañana del fin de semana para cuidar las plantas del patio, las tenía un poco abandonadas por la rutina cotidiana en que vivía. Fue hasta donde estaba el árbol de higo, le agradaba su sombra y las historias que cobijaba en sus raíces, historias tristes y también entusiastas, historias familiares y de vida. Se percató que la tierra estaba removida, olía a tierra mojada y la textura parecía de abono recién preparado. ¿Qué habrá pasado? ¿Quién había removido la tierra? Se preguntó.
Mientras estaba intentando hallar respuesta siguió observando a su alrededor y encontró una comunidad de hormigas trabajando de manera incesante, continuó su recorrido visual y observó hongos silvestres apilados alrededor de la corteza del árbol. Se veían lindos, de diferentes tamaños y su textura parecía decorada con pequeñas gotas de agua. Finalmente se detuvo ante un matorral de flores que tomaban una siesta matutina, a excepción de una que tímidamente parecía saludarle. Las reconoció de inmediato eran flores de maravilla, ésas con las que jugó en la infancia. Su corazón se alegró.
Pilar había mantenido en el olvido las flores de maravilla, de niña estaban entre sus favoritas, las asociaba con sus abuelitas Joaquina y Rosalba, ambas la tenían en sus jardínes. Recordó que su abuelita Joaquina tenía flores de diferentes colores, blancas, fucsia, hasta unas amarillas matizadas que a Pilar le gustaban mucho. Su abuelita Rosalba tenía muchas en color blanco y esparcidas en diferentes puntos alrededor del patio de su casa.
Le llamó la atención un dato que también había olvidado, las flores de maravilla dormían durante el día y comenzaban a despertar al caer la tarde. Era algo que le asombraba. De niña solía recolectar las semillas de color negro que se guardaban en sus bolsitas verdes alrededor de las hojas de la planta. Juntaba varios montoncitos y luego las esparcía en la tierra para que crecieran más flores.
Estaba tan entretenida recordando esas historias cuando un ruido la hizo volver, por fin descubrió a las causantes de tanto revuelo en la tierra, las gallinas que habían salido del corral. Les agradeció el trabajo realizado por haber despertado su curiosidad por observar y reconocer las maravillas que en verano había en su patio, entre ellas las flores de su infancia.
Vino a su mente una canción que solía cantar con su compañera María Elena en la primaria, flor silvestre y campesina, flor sencilla y natural, no te creen una flor fina por vivir junto al nopal…comenzó a tararearla mientras iniciaba la faena del cuidado de las plantas.
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