Té de chinita
La temporada de lluvias es una bendición, sobre todo para las plantas -siempre y cuando no haya inundaciones y cause desmanes-. Es hermoso que los espacios naturales reverdezcan, para mí es como si los árboles estuvieran contentos y lo reflejaran en su follaje más brillante y reluciente, y las flores y frutos también se muestran distintos.
Observando un espacio familiar hallé las hileras colgantes de una planta que me evoca gratos recuerdos de la niñez. Mi papá la llama chinita. No sé por qué la llaman así, en realidad no tiene hojitas onduladas.
Solíamos jugar con mis primas con las frutillas de esa planta, yo las veía como racimos pequeñitos de uvas. Alguna ocasión las probé, son dulces, mi abuelita paterna me dijo que no se comían. Demasiado tarde no pregunté, solo me parecieron apetecibles y quise conocer su sabor.
Las hojas de la chinita se parecen un poco a las de la hierbabuena, tienen un olor agradable, un cierto parecido a la menta, pero por otro lado, un aroma dulce, suave sin ser hostigante. Cuando florece la decoran unas pequeñas flores en tonos morados, la acompañan unos frutos chiquitos y también morados, casi como color uva. Esos que probé y que no se comen.
Además de las características físicas que ya les compartí, esa planta tiene propiedades medicinales, mi papá nos dijo en una ocasión que es muy efectiva para la tos. En realidad lo es, ya he degustado la bebida. Su preparación es muy fácil, se cortan unas hojitas, se colocan en un poco de agua considerable para preparar un té o infusión, se deja hervir y se sirve. Es muy aromática y se puede degustar con miel, azúcar o apreciar su sabor natural, sin endulzante.
Ver las hileras colgantes de chinitas alegró no solo mi vista sino mi corazón, acariciar sus hojas y percibir su aroma también me hizo evocar a mi abuelita paterna, su jardín estaba lleno de chinitas. Alegraba el paisaje junto con su presencia.
Así que para cuando tengan tos, saben que pueden degustar una tacita o más de té de chinita.
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