Las travesías en los museos
El plan se había concretado, el fin de semana Janeth, Julián, Santiago y Emilia saldrían a dar un paseo por un pueblito ubicado en el estado de México. La idea les agradaba, además del recorrido por el pueblo podrían convivir juntos un rato.
El destino elegido era un pueblo mágico de nombre Tepotzotlán, palabra de origen náhuatl cuyo significado alude a «entre jorobados», se dice que probablemente porque se localiza frente a unas montañas altas que parecen jorobas. El paisaje le pareció pintoresco a Janeth. De acuerdo a las guías turísticas que leyó Julián la recomendación principal era visitar el Museo Nacional del Virreinato, había más de diez cosas por hacer ahí, así que decidieron recorrerlo.
Entraron y comenzaron su travesía, al inicio les llamó la atención un hashtag que mencionaba algo así como #Fuiescuelahoysoymuseo. Eso les haría comprender momentos más tarde el por qué habían tantas salas en ese museo, había sido sede del antiguo Colegio de San Francisco Javier fundado por los jesuitas. De manera contigua a él se sitúa la iglesia de San Francisco Javier, que ya no está en funciones religiosas, ambos espacios conforman el Museo Nacional del Virreinato.
Durante su visita descubrieron que sus pasillos amplios, bien iluminados y ventilados guardan celosamente pintoras antiguas que hacen referencia a la vida de algunos santos y a escenarios que explican sucesos religiosos de la época del virreinato.
Entraron a diferentes salas, cada uno iba observando las piezas exhibidas a su ritmo. Hallaron objetos de ornato, vasijas, utensilios, mapas, muchos objetos religiosos, imágenes, esculturas, vajillas, textos explicando momentos históricos importantes. Por momentos se detenían a comentar algunos detalles, leían las fichas técnicas y seguían el recorrido. Las salas eran numerosas, parecía que no terminaban las exposiciones permanentes y aún les faltaban las temporales. Emilia y Janeth tenían curiosidad por la expo de las monjas coronadas.
De pronto se descubrieron al interior de la iglesia de San Francisco Javier bellamente decorada en todos sus altares con una cubierta dorada, los estilos barroco y churrigueresco predominaban, así como las pinturas revistiendo cuidadosamente el interior de las bóvedas. Alzar la vista para observar con atención era un deleite, Julián comentó a Janeth que ese trabajo realizado estaba muy bien cuidado en todos sus detalles, además la iluminación era excelente, quien había diseñado la arquitectura era un artista.
Salieron del templo para internarse nuevamente al convento, continuaron atravesando diferentes salas y también recordando épocas de la historia del virreinato, llegaron al área de los dormitorios, pasaron por el área del comedor hasta que llegaron a un oasis, el jardín del convento. Un espacio extenso con muchos árboles y flores de colores alegres, rojas, amarillas, naranjas, Janeth descubrió entre sus favoritas los geranios, había de colores rojo y rosa.
Santiago y Julián no perdieron oportunidad para descansar sobre el pasto, Emilia hizo lo propio tomando fotografías a lo que le parecía interesante. Mientras tanto Janeth siguió recorriendo el jardín, pensando en las historias que guardaban las paredes del convento, las salas que antes fueron dormitorios, ahora convertidas en espacios para exposiciones temporales y algunas más permanecían cerradas, los pasillos que ahora recorría la gente habían sido testigos siglos atrás de historias interesantes, o quizá tristes y con castigos.
Finalmente, ahora que Janeth recordaba en los museos no se contaban esas otras historias que también forman parte de la memoria de los lugares… las travesías en los museos dejaban aprendizajes interesantes no solo para recordar el pasado sino para tratar de entender mejor el presente e ir un poco más allá, para indagar aquellos detalles que la historia oficial no suele mostrar.
El tiempo había pasado volando y ya todos tenían hambre, se reunieron nuevamente para emprender la última parte del recorrido y luego disponerse a buscar un lugar donde pudieran degustar la comida regional.
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