Escritura y mujer
Andrés Fábregas Puig
Tiempos violentos. ¿En algún momento no ha sido así? Lo que sí ha sido es el camino del talento, siempre andando, creando, haciendo hincapié en que un mundo mejor es posible. Encuentro ello en la tarea literaria, en cientos de escritores y escritoras, con el convencimiento de que escribir es tarea noble, auxiliar en la transformación del mundo. Recién he vuelto a leer a tres mujeres: Clara Nava, Cristina Morató y Yolanda Colom. Las tres escriben de manera diferente, con temas distintos, con el uso de la palabra en estilo propio. Veamos.
Clara Nava me obsequió sus Cuentos Chirundos, libro en el que reúne 43 cuentos, precedidos de un Proemio Mínimo escrito-magistralmente-por Ricardo Pérez Monfort. Clara Nava es mi colega antropóloga, egresada además de un Departamento que fundamos, hace ya 44 años, José “Pepe” Lameiras, Roberto “El Flaco” Varela, Juan Vicente Palerm Viqueira y Andrés Fábregas, en la, por aquellos días de 1975, naciente Universidad Autónoma Metropolitana, Campus de Iztapalapa. Clara Nava es oaxaqueña, una tierra en donde el talento florece sin conocer estaciones. Publicó, en su faceta de antropóloga, su libro IXCATECOS, editado por la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indios (CDI) en 2007. Dio a conocer también sus Diarios de Campo: Chinantla, publicados por la propia UAM en los años de 2002, 2003 y 2004. Profunda en su escritura, observadora tenaz y eficiente, ha escrito una etnografía señera acerca de su tierra, Oaxaca. Es también una excelente escritora, con la palabra cercana al mar, palabra salada, con la sal del pueblo. Sus Cuentos Chirundos, en cuya dedicatoria me hace el honor de llamarme “El Tata Mandón de la Antropología en México”, honor inmerecido, que, al fin egoísta, leo con disfrute. Los Cuentos Chirundos (Ediciones del Lirio/Nava Ediciones, 2015) es un tejido fino de historias fincadas en la realidad oaxaqueña pero afianzadas en la imaginación. Es un texto que reivindica a la gente, a los pueblos que dotan de columna vertebral a México. Escribe en “Jacinta Marín”: “No te vayas mi amor, te lo ruego, preferible estar seis pies abajo, que saber que me estás engañando, le cantó el negro a su Jacinta Marín. Sin embargo, Jacinta Marín, no quería escuchar nada, anunció que se iba, y muy lejos. No hay otro hombre, le aseguró, quiero estar sola, me voy pal ` otro lado, quiero otra vida, eso es todo. Pero no hay razón que se acepte en la costa como para que una mujer se vaya y deje a su marido. El negro tomó su machete y con éste le cambió la vida a su negra para siempre” (página 71).
Cristina Morató es periodista, escritora, mujer de letras. La recuerdo-vagamente-entrar vociferando “quiero ver a…” un escritor chiapaneco mientras estábamos en alguno de los tantos actos organizados por el añorado Instituto Chiapaneco de Cultura en algún momento de aquel tan especial año de 1994. La atendimos viajando por Chiapas, enseñándole los rincones de una tierra atribulada, territorio de observación mundial en aquellos días en que llegaban personajes de todos los rincones del mundo para “ver la rebelión de los Mayas”. Deambulando por el aeropuerto de la ciudad de México mientras esperaba el vuelo a Guatemala, di con un puesto de libros y allí, en las “Novedades” vi: Cristina Morató, Cautiva en Arabia, (Plaza Janés, 2016. Primera Edición en 2009), que compré para que me acompañara en el viaje, en esas largas esperas en los aeropuertos. El libro es fascinante: relata la historia de la Condesa Marga d ` Anduraín, quien fuera espía al servicio de su Magestad, al igual que James Bond. Sus orígenes son formidables: nació en el seno de una familia vascofrancesa, burguesa, conservadora, reaccionaria hasta los huesos. Pero la Condesa nació con el espíritu de la aventura en los hombros y se dedicó a viajar por el Medio Oriente, convirtiéndose en una figura legendaria. Gracias a ese espíritu de aventura, de ansia interminable por conocer el mundo que posee Cristina Morató, encontró en Palmira, en la Siria de la guerra infinita, un rastro que la llevó a escribir este texto sobrecogedor. Cristina Morató llegó al Hotel Zenobia, situado en una ciudad bombardeada, en ruinas, y allí leyó un extraño folleto, una fotocopia, que relataba parte de la historia de quien fue su propietaria, la Condesa Marga d`Anduraín. Cita Cristina en su texto: “…una tal Condesa Margot, que hacia 1916, durante la Revuelta Árabe, había sido secretaria personal y espía al servicio de Lawrence de Arabia” (página 18). Esa fue la primera referencia que tuvo Cristina Morató de la heroína de su libro. Pasaron los días. Una mañana de diciembre en el año de 2006, Cristina Recibió una llamada que la introdujo de lleno en la aventura de escribir la vida de la Condesa vascofrancesa. Quien llamaba era nada menos que Jacques d`Anduraín, hijo de la legendaria Condesa Margot. El buen Jacques tenía en 92 años en aquel 2006. Cristina Morató logró conocerlo en sus días finales y a tiempo de escuchar la historia de una mujer formidable, extraña para su tiempo, rebelde y descolocada. Con una prosa apasionada, convencida de la narración de una vida extraordinaria, Cristina Morató conduce al lector por los caminos de un tiempo en el que se escribían, con la propia vida, dramas dignos de la pluma de Shakespeare. El libro está muy bien adicionado con mapas y fotos que se unen al texto para proveer al lector de una ventana a un pasado que parece mítico. También la vida de Jacques d` Anduraín vale la pena relatarla, porque imitó a su madre, estando activo, entre otras andanzas, en la resistencia francesa (que en realidad fue de republicanos españoles) contra la ocupación alemana. El texto de Cristina Morató se lee “de un tirón”, con intervalos de suspiros, y en mi caso, mientras esperaba las interminables horas de retraso de INTERJET.
Uno de los sucesos más agradables que me ocurrieron mientras acudía a la Feria del Libro de Guatemala (FILGUA) fue encontrarme con Yolando Colom, viuda del Comandante y escritor guatemalteco Mario Payeras. Habíamos presentado el libro El Camino Real de los Altos de Chiapas a Guatemala, escrito por Mario Tejeda Bouscayrol y Thomas Arvol Lee Whiting ( Editorial Cultura/Gobierno de la República de Guatemala/Gobierno del Estado de Chiapas, 2019), en el excelente Auditorio de la Embajada de México en Guatemala y estábamos en los saludos y abrazos, cuando escuché la voz de mi amiga Yolanda: vos, como estás. En ese lenguaje voceado, agradable, suave, que hablan los guatemaltecos. Platicamos largo. Los recuerdos afloraron: la casa en Copoya, el entierro del Comandante Payeras en el panteón municipal de Tuxtla Gutiérrez, el allanamiento de su tumba por un comando guatemalteco, el recuerdo de Ricardo y Sofía, en fin, el camino, los senderos, que sólo la memoria preserva. Yolanda me regaló una bolsa llena de libros, entre ellos, uno suyo: Mujeres en la alborada, (Guatemala, Ediciones del Pensativo, 2007. La primera edición data de 1998). Es un texto testimonial que aporta, y mucho, a la comprensión de la historia reciente de Guatemala. En estas páginas el lector descubre el camino de una muchacha guatemalteca de clase media alta que abraza el ideal revolucionario para transformar a una sociedad cavernícola, en un lugar para vivir, crear, amar, disfrutar la vida. Son los años de la década de los 1970, días aquellos en los que ardía Centroamérica, Guatemala en particular. Los fusiles buscaban lo que no se podía lograr en las urnas. Cientos de jóvenes guatemaltecos se lanzaron a las guerrillas, en frentes diferentes, en organizaciones distintas como suele ocurrir en toda América Latina. Yolanda, escribiendo su propia experiencia, narra la forma en que abandona la ciudad, la comodidad de una casa en la que no falta nada. El amor se mezcla con la crudeza de la lucha, la agonía con la esperanza. La prosa es fluida, exacta, apasionada. Queda al descubierto la anatomía de los movimientos guerrilleros, utopías de la esperanza que nunca llegan a su término. Los caminos en las selvas densas de Guatemala, el mosquitero, la dormida en donde caiga, el caminar bajo la lluvia levantando lodo y hierbas, todo, está en este libro. También el gozo por las primeras horas de la mañana, el olor de las frutas de la tierra, la vida que debe seguir en medio de la lucha que no cesa. Como apunta Lucía Escobar en la cuarta de forros, es este un texto listo para convertirlo en un guion y una gran película.
Tres mujeres escritoras, tres vidas diferentes, unidas en el ejercicio de escribir. Leer estos textos es adentrarse en momentos distintos de un mundo en el que vivimos. La dimensión de la condición humana es infinita. El titánico esfuerzo por vivir como seres humanos no tiene fin. Disfrute y sufrimiento a la vez, estos libros nos muestran las faces de nuestra propia condición. Son textos para leer y releer.
Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 4 de agosto de 2019.
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