Configurando la Antropología del Deporte

Andrés Fábregas Puig/CIESAS-Occidente

Al momento de publicarse Lo Sagrado del Rebaño (2001), lo que llamamos “Antropología del Futbol” (¿Subdisciplina dentro de la Antropología del Deporte?) se estaba configurando en México. En América Latina el sendero estaba más hecho, gracias a los trabajos de Eduardo Archetti (Argentina), Roberto Da Matta (Brasil), Pablo Alabarces (Argentina), Simoni Lahud (Brasil), para citar solo a algunos. No tardó en México en publicarse el libro de Roger Magazine, (2008), Azul y Oro como mi Corazón, un estudio de la afición pumaal que seguirían trabajos de Sergio Fernández, Sergio Varela, Samuel Martínez, Rodolfo Aceves, Miguel Lisbona, Guillermo Alonso Meneses, y últimamente, el estudiante de posgrado en CIESAS-Occidente, Benoit Perrot. Todos estos trabajos y otros más, se suman a lo que configura una “Antropología del Futbol” que por ahora, domina el panorama analítico en ese campo en México. Aún hay que trabajar más en el análisis de otras actividades deportivas que tienen relevancia en el país, tanto en el terreno aficionado como en el profesional. Menciono, por ejemplo, al box, la lucha libre, el atletismo, el béisbol, el basquetbol, el alpinismo y el ciclismo. Pero también en México existe un terreno casi inexplorado que es el deporte en el orbe indígena. En este caso, no es solo el análisis de los juegos de pelota que aún se practican en varias latitudes del país, sino de otros deportes como la carrera a campo traviesa o la lucha de mujeres entre los Tarahumaras. No solo tienen un valor ritual sino que están insertos en la vida cultural de varios pueblos indígenas.

Niños en Playa del Sol, Tonalá, Chiapas, disfrutan de sus vacaciones. Foto: Elizabeth Ruiz.

En el mundo mestizo, en el ámbito de las grandes ciudades mexicanas y sus entornos, el deporte es parte de la industria del espectáculo. Ese hecho agrega nuevas dimensiones al análisis. No es solo la actividad deportiva en si y el arrastre masivo que conlleva, sino el mundo capitalista del espectáculo y lo que manipula, el objeto de la reflexión. En efecto, el deporte es un medio de movilización masivo, como fácilmente se comprueba con solo asistir a un juego de béisbol o de futbol. En los Estados Unidos, un partido de futbol de la selección mexicana masculina, atrae multitudes que en el ámbito del estadio, expresan su sentir nacionalista, aún viviendo o quizá por eso mismo, en la llamada Unión Americana. Estamos ante la disyuntiva de analizar cómo se usa a la cultura para beneficio del espectáculo. He aquí que, gracias al sentimiento de identificación que permite convocar a “comunidades de identificación” se enriquecen los bolsillos de quienes controlan el espectáculo. ¿Y qué tiene de “malo”, dirán algunos? Pues el que el deporte se pervierte en sus principios. El propio deportista no concibe a la práctica deportiva fuera de un ejercicio de ganancia monetaria. En otras palabras, los sentimientos de identidad que conmueven a las masas, gracias al poder de atracción del símbolo, son transformados en medios de acumular capital y ese hecho, introduce factores extra deportivos. Tanto es así, que los protagonistas del deporte, los jugadores, no practican su actividad fuera de las consideraciones monetarias. Recordemos el dramático caso de Figo, aquel jugador de futbol portugués que militaba en las filas del Barcelona y que fue literalmente vendido al más acérrimo rival de los catalanes: el Real Madrid, un símbolo del neo franquismo. Figo declaró que se trataba de un asunto de dinero. Los empresarios madrileños le centuplicaron el pago y eso no es posible rechazarlo en el mundo del deporte como espectáculo. Aquí, en nuestro medio, se siguen los mismos pasos. Hace años, las Chivas del Guadalajara le vendieron al equipo América nada menos que a Ramón Ramírez, un jugador esencial en las filas de los rayados. Sólo hace unos días, se concretó una operación al revés: el América le vende a las Chivas nada menos que a Oribe Peralta, el “Cepillo”, centro delantero que ayudó a humillar a los del Guadalajara en más de una tarde. Se abre la posibilidad de estudiar “los momentos esquizofrénicos” del deporte, la separación entre el símbolo (los aficionados) y el negocio (los capitalistas). En el terreno de la Federación Mexicana de Futbol, dominada por el gran capital, ocurren casos que llaman al asombro: aunque el equipo de la división de ascenso se gane el derecho en el terreno de juego de subir a la liga mayor, no lo podrá hacer, si no paga 123 millones de pesos. En tiempos recientes ese fue el caso de los Cafetaleros de Tapachula. Prácticamente no existe deporte alguno que no esté operando en la órbita del dinero. De esta manera, el aficionado no tiene la seguridad de que los partidos no estén arreglados a conveniencia de las partes. En el futbol, por ejemplo, esos “tiros al cielo” con la portería enfrente son más que sospechosos. O las decisiones arbitrales con todo y el llamado “VAR”, que hacen que el público explote ante la evidencia de, ahora si, “la arbitrariedad”. En fin, el mundo del deporte sigue presentando ángulos interesantes para el análisis de nuestras sociedades y para comprender la vitalidad que aún le queda, a la economía política del capital.

Ajijic, Ribera del Lago de Chapala. A 23 de junio de 2019.

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  1. Configurando la Antropología del Deporte, por Andrés Fábregas Puig. - 27 junio, 2019

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  2. Configurando la Antropología del Deporte I Chiapas Paralelo – Unidad Regional - 26 junio, 2019

    […] Columna semanal del Dr. Andrés Fábregas Puig en Chiapas Paralelo “Configurando la Antropología del Deporte”: […]

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