Sonrisas que permanecen
El paisaje matutino era bello, el cielo despejado, con canto de pájaros que acompañaban el inicio del día. Sin embargo, para Natalia este paisaje tan bellamente decorado no lograba despertar del todo su ánimo, el dolor se hacía presente, en su mente y corazón resonaba el título de una película que le gustaba mucho, Nunca te vayas sin decir te quiero,qué importante era decir esto en la vida, en los momentos precisos.
Se quedó ensimismada tratando de recordar cuándo era la última ocasión que le había dicho a Rubén te quiero, esa frase tan corta y a la vez tan profunda y llena de sentimientos. ¿Se la había dicho? ¿Era acaso necesario decirle? ¿No bastaba con demostrarlo?
Rubén era uno de los amigos al que había conocido años atrás. En su memoria afloraron muchos momentos, anécdotas, fiestas y reflexiones interesantes que habían compartido. Recordó la ocasión que trabajaron para exponer un tema religioso, Natalia no se animaba a hacerlo sola, aceptó pasar porque Rubén le acompañó y la actividad les salió muy bien, hasta con sentido lúdico.
Sin duda, Rubén era de las personas que siempre se aprende. Natalia admiraba su carisma, su espontaneidad y facilidad de socializar, le contagiaba el buen humor que traía y el entusiasmo que ponía en lo que hacía. Sencillamente era de las personas que son cae bien y seguras de sí mismas. La sonrisa sincera que solía dibujar en su rostro, una sonrisa desde el corazón, era una de sus características distintivas.
El paso del tiempo y las labores del trabajo les habían hecho no frecuentarse, cuando se encontraban en la calle se saludaban con gusto y cariño. La última vez que lo vio no fue la excepción, el rostro sonriente de Rubén permanecía en la mente de Natalia.
Ahora era distinto, esa sonrisa y la voz de Rubén quedarían en el corazón de Natalia, el día menos pensado, se había ido de este mundo. Sin duda su legado era bello, para con su familia y amistades, Natalia tenía presente que la amistad que les unía permanecía más allá de la presencia física, en lo espiritual. Sus ojos se humedecieron, en su interior agradeció a Rubén la amistad, al tiempo que pensaba, en la mente y corazón siempre habrá sonrisas que permanecen.
Miró el reloj, estaba sobre tiempo para ir al trabajo. Se secó las lágrimas, se puso las gafas oscuras. El cielo estaba radiante, un buen apapacho para el corazón, dijo para sí, tratando de animarse mientras continuaba su camino.
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